La noticia de que el presidente de Argentina, Javier Milei, iba a presentar su último libro en el Luna Park, donde incluía un show musical donde él mismo iba a cantar, sonó como un eco de raíces sudamericanas noventosas. No es que sea poco habitual que los mandatarios de este subcontinente pretendan aferrarse a una espectacularización de la política, que interpele a un sector de la sociedad que dice representar. Sino que se trata del eco de un hecho puntual, de un momento fugaz y duro en otro país, que aun retumba y reverbera.
A Javier Milei le dicen “El loco”. Según Juan Luis González, el biógrafo no oficial que escribió el libro homónimo, en distintas partes de su vida recibió ese mote, que va más allá de su histrionismo televisivo ya conocido. En el colegio, al introvertido Javier lo llamaban así, cuando se volvía pocas veces expresivo en ciertas juntadas, por ejemplo, cuando imitaba el paso de baile de Mick Jagger, o cuando empezaba a revolear su pelo.
Ya como adulto, el propio Eduardo Eurnekian se reía de sus acotaciones furibundas y burlonas en cenas distendidas, ya cómo su empleado en Aeropuertos Argentina 2000. Finalmente, está su lado íntimo, e involuntariamente mediatizado, sobre su contacto con espectros del más allá, desde su perro Conan, pasando por pensadores económicos renombrados, hasta el mismísimo Dios. “No se lo digas a nadie. Van a pensar que estoy loco”, le dijo supuestamente a alguien de confianza.
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Cuando Javier tenía 25 años de edad, ya existía un país cercano que tuvo como presidente a alguien se le adjudicó el mote de “El Loco”. Su mandato duró solo seis meses, fruto de una dura crisis económica y desprestigio social que desencadenó en ese poco tiempo. Se trata de Abdalá Jaime Bucaram Ortiz, quien fue presidente de la República del Ecuador durante el período 10 de agosto de 1996, al que asumió por un contundente resultado electoral, similar al de Milei. Y el 6 de febrero de 1997, exactamente 180 días después, fue destituido por el parlamento, para remediar la dura crisis socioeconómica que vivía esa nación, con protestas callejeras de grandes dimensiones.
Javier Milei está por cumplir seis meses de mandato. Pero el eco sigue presente.
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Del Loco al Loco
A diferencia del minarquista porteño, “el loco” Bucaram estaba familiarizado con la política partidaria. Su cuñado fue Jaime Roldós, el presidente que había iniciado el actual período democrático del país en 1979, al frente de la alianza CFP, Concentración Fuerzas Populares, pero quien falleció en el cargo el 24 de mayo de 1981, en un misterioso accidente aéreo.
Gran parte de la opinión pública considera su muerte como un magnicidio, siendo los principales sospechosos, la cúpula militar y el gobierno estadounidense. De ahí que Bucaram decidió crear su propio partido en homenaje a él: el Partido Roldosista Ecuatoriano.
Bucaram llegó a ser alcalde de su ciudad natal Guayaquil en 1984. Pero duró menos de un año, debido a que fue condenado por injurias por parte de las Fuerzas Armadas de Ecuador. Les dijo que no servían “para nada que no sea para gastar plata y desfilar en días cívicos”. Ante eso, decidió exilarse a Panamá para escapar de su condena. Luego de ser beneficiado por una amnistía, retornó a Ecuador para disputar las presidenciales de 1988, en la cual salió segundo. La justicia ecuatoriana volvió a imputarlo, por lo que nuevamente viajó a Centroamérica, y regresó en 1990 por ser sobreseído. No fue esta la última vez que tuvo que empacar a las apuradas sus valijas con ese mismo destino.
Salió tercero en su segundo intento en 1992. Y en 1996, realizó un tercer intento. A diferencia del futuro León argentino, quien proclama sin titubeos ser un derechista y un libertario, Bucaram no ocultaba sus raíces de izquierda nacional. Hablaba en nombre de los pobres, de establecer una dicotomía entre patriotas y los anti-patria, defender los reclamos de las comunidades indígenas, etc.
Según escribió la periodista ecuatoriana Yalilé Loaiza, Bucaram pudo “desplegar una ingeniosa campaña política en contra de los partidos políticos dominantes, las élites económicas, la banca y los medios de comunicación. Los socialcristianos creyeron equivocadamente que el sobreseimiento a Bucaram les beneficiaba, que un populista en la carrera presidencial conseguiría dividir los votos de la izquierda y que pavimentaría el ascenso a la presidencia de Jaime Nebot, el delfín de León Febres Cordero, presidente de Ecuador entre 1984 y 1988. Pero estaban muy equivocados”.
Loaiza escribió esto para Infobae en el 2022, cuando todavía no se especulaba que parte del aparato del Partido Justicialista ayudaría a La Libertad Avanza a inflar la figura de Milei para dividir los votos de Juntos Por El Cambio en las presidenciales del año pasado.
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Durante un acto proselitista, ante sus bases, el candidato Bucaram hizo una recordada performance sobre cómo debían actuar ante el cuarto oscuro: “Te voy a enseñar qué es un solo toque (el publico ríe). El 7 de julio cuando vayas a votar te paras en la cola, miras que no haya socialcristianos que quieren chorear la cartera, sacas la cédula (…) te vas a la urna, abres la papeleta, cuando ves a Nebot dices `no Dios mío, Satanás’ (el público aplaude) y cuando ves a Abdalá, con cariño, suave, suavecito, no hagamos lámpara, hay que ser humildes y sencillos en el triunfo, verdad, coges la pluma, miras la 10, que sea la 10, tuc: ¡un solo toque! (Abdalá hace la mímica de rayar la papeleta).(…) Alzamos las manos todos para ver cómo vamos a votar, `un, dos, tres, tuc, ¡un solo toque!’ (la gente: un, dos, tres, tuc, ¡un solo toque!; un, dos, tres, tuc, ¡un solo toque!)”.
Según un paper del economista de FLACSO, Alberto Acosta, publicado en los comienzos de la era presidencial, titulado El bucaramisno en el poder, Bucaram tenía el mérito de que “supo entender e interpretar el sentir popular, al tiempo que transforma los insultos y críticas de sus rivales en cualidades éticas. Con canciones y bailes, con denuncias más o menos fundamentadas y alusiones sexistas asumió las angustias de los pobres: su exclusión, sus carencias, su opresión. Pretendió ser uno más de ellos. Aparecía ante los ojos de los marginados como un ejemplo de quien puede superar la pobreza. Y aun arrastrando sus propias oposiciones, sus imprudencias y hasta sus controvertidas declaraciones, gestó, en su tercer intento para llegar a la Presidencia, un respaldo masivo para derrotar a las fuerzas socialcristianas, que inicialmente parecían imbatibles”.
Con eso, Bucaram llegó al balotaje y obtuvo el 55% de los votos del 7 de julio de 1996. En YouTube, se puede ver un informe televisivo de dos horas, realizado por la televisión ecuatoriana, dando un paneo crítico de lo que han sido los seis meses de su gestión, a continuación se puede ver un breve extracto del mismo. Además las siguientes imágenes del presente informe, fueron extraídos de ese material fímico.
El auge, la caída y la locura
El medio año de gestión del loco Bucaram se caracterizó por sus exposiciones de showman, sobre todo con el canto; los insultos a dirigentes opositores y a la prensa; la megalomanía de estampar su nombre y su figura en productos de ayuda social; los casos de corrupción, en beneficios para sus familiares y allegados; y un modelo económico “cavallistico”, con el que trató de emular la gestión de Carlos Menem. Todo eso, desencadenó graves problemas económicos, que a su vez finalmente, tras un breve periodo de encantamiento, desencadenaron enormes protestas sociales.
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Sobre sus peculiaridades, era insistente en asistir a shows musicales. Su “Panic Show” fue la versión castellanizada de Rock de la cárcel. Incluso lo hizo en vivo junto con la banda uruguaya Los Iracundos en el mes de diciembre, en un programa de televisión para juntar colectas solidarias. También grabó su propio disco de temas, titulado Un loco que ama. Todo en plena gestión gubernativa.
Al igual que trató de hacer Milei en Dinamarca, en su frustrado aspiración de subirse a uno de los aviones militares F-16 adquiridos a EEUU, Bucaram sí pudo subirse a una nave supersónica de sus propias fuerzas araadas, al grito de: “Soy el Loco cero-cero-cero, totalmente Rambo”.
En ayuda social y de servicios públicos, el presidente pretendió patentar distintos bienes y servicios que estén a su nombre. La entrega de leche para fines humanitarios, por ejemplo, debía figurar en los paquetes con la flamante marca “Abdalact”. Además, entregaba bolsas con agua, donde quedaba estampado su silueta y con un comentario escrito en primera persona en singular. O incluso planes de ayuda, con el nombre “Un solo toque”.
Insólitamente, en enero de 1997, fue un “doble presidente”, porque también ejerció al mismo tiempo la presidencia del Barcelona de Guayaquil, el equipo más popular en el fútbol ecuatoriano. Una aspiración que todavía motiva al ex presidente argentino Mauricio Macri.
En el mientras tanto, no se sabía bien cuál era su plan económico. Retomando el comentario del economista Acosta, se consideraba en ese entonces que “no sorprende que el neoliberalismo electoral de Bucaram haya cobrado nuevos bríos a las pocas horas del triunfo. Basta recordar la rápida formación de su frente económico, constituido por poderosos empresarios, encabezados por el presidente del banco más grande del país y por el heredero de la mayor fortuna nacional, una de las mayores en el ámbito latinoamericano; personajes que, antes del domingo 7 de julio, ya asomaron entre los principales financistas de la multimillonaria campaña del candidato populista. A ellos se sumó el gerente general del Banco Central y otras figuras relevantes del gobierno saliente, artífices fundamentales del esquema macroeconómico vigente. Con esto, de hecho, Bucaram empezó apostando por la continuación de las políticas aperturistas y liberalizadoras a ultranza”.
Como dijimos, su gestión duró exactamente 180 días, pero hubo que esperar hasta el día 113 para que anunciara su paquete de medidas. Al igual que Menem, que prometía la revolución productiva y el salariazo, o si se quiere su gran seguidor Milei, que prometió que el ajuste lo iba a pagar la casta, el Loco ecuatoriano prometió por izquierda y ejecutó por derecha. Ya que para ello, recibió el asesoramiento económico del ex ministro de Economía de Argentina, Domingo Felipe Cavallo, el padre de la Convertibilidad argentina, que supuestamente iba a durar mil años.
Lo que se implementó fue un cambio fijo de 4.000 sucres respecto el dólar, para luego alcanzar el mes de julio del año entrante a una quita de tres ceros para mantener la equivalencia de 4 sucres = 1 dólar, o quizás con una nueva moneda en circulación. En la conferencia de prensa en la que anuncio ese plan, Bucaram definió que el objetivo era conseguir un sucre “sin-cero”.
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A la par, para mantener las reservas estables, impulsó la privatización de rubros que estaban ligados a la energía, como el petróleo y la electricidad. A eso se le suma la capitalización de los seguros sociales, una suerte de AFJP. Además, propuso un paquete de leyes tributarias. Dichos proyectos fueron rechazados por el Congreso.
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Ante ello, el presidente Bucaram decidió habilitar tarifazos en los distintos servicios, como teléfono, electricidad, gas y transporte, además de aplicar el arancelamiento en la salud pública. Unas medidas semejantes a la que están ocurriendo en Argentina, donde el recorte de los alcances de la Ley Bases, enfrenta la amenaza del presidente Milei que si el Poder Legislativo no apoya sus medidas, el ajuste lo hará él mismo.
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Estas medidas desencadenaron las protestas de los sindicatos ligados a las empresas que iban al desguace, las clases medias duramente afectadas por el aumento de tarifas, e incluso se sumaron las comunidades indígenas. Desencadenando enormes movilizaciones sociales, cortes de calles, y acciones represivas policiales, que antecedieron a lo vivido en nuestro país en diciembre de 2001.
Finalmente, el 6 de febrero de 1997, los principales bloques partidarios en el Congreso ecuatoriano sumaron la cantidad de votos suficientes como para anunciar como vacante el puesto de Presidente, declarando que Bucaram era persona con “incapacidad mental para gobernar”. Inmediatamente después “El Loco” pidió su tercer asilo a Panamá.
Pasaron pocos años. En el 2000, Jamil Mahuad también fue destituido como presidente, luego de aplicar la dolarización en el país, que continúa hasta hoy. En 2002, asumió Lucio Gutiérrez, quien fue el edecán de Bucaram, e impulsó el descabezamiento de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, y logró que en el 2005 se declarara la nulidad de todos los juicios contra Bucaram.
Éste, muy contento con el resultado, regresó a su país, prometiendo llevar adelante una “revolución boliviarana” a lo Hugo Chávez. Pero, la sociedad no lo tomó con gracia y desencadenó una nueva oleada de protestas, llevando incluso a la destitución de Gutiérrez, en la llamada Revuelta de los Forajidos. Esto hizo que, nuevamente, Bucaram volviera precipitadamente a Panamá por cuarta vez.
Finalmente, en 2017, las causas en su contra proscribieron y regresó a Guayaquil. En mayo de este año, fue noticia que su hijo fue arrestado por estar implicado en una organización criminal. Desde las redes sociales, el ex presidente acusa a la prensa de “corrupta”. Un eco a “no la ven”.-
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