La guerra en Ucrania es culpa de Occidente

“Hacer chocar un bárbaro contra el otro”, era la fórmula empleada por  los romanos y perfeccionada por el Reino Unido, que EEUU empleo para desencadenar la actual guerra en Ucrania. Con el objetivo de mínima de cortar la expansión comercial de China, cuya Ruta y Franja de la Seda territorial pasa por Moscú y Minsk. […]

La culpa de la guerra en Ucrania es de Occidente

“Hacer chocar un bárbaro contra el otro”, era la fórmula empleada por  los romanos y perfeccionada por el Reino Unido, que EEUU empleo para desencadenar la actual guerra en Ucrania. Con el objetivo de mínima de cortar la expansión comercial de China, cuya Ruta y Franja de la Seda territorial pasa por Moscú y Minsk. Y el objetivo de máxima de provocar un cambio de régimen en Rusia, para tenerla a esta de aliada o que se neutralice respecto el conflicto existencial que enfrenta con la República Popular China, que amenaza su hegemonía global.

No obstante la advertencia efectuada en el año 2014 por parte del experto en relaciones internacionales estadounidense y profesor de la Universidad de Chicago John J. Mearsheimer, de que Rusia “arrasaría” o “desvataría” a Ucrania si se insistía con el ingreso de esta a la OTAN, EEUU y la OTAN insistieron en esa tesitura, tras el golpe antiruso y pro occidental de Euromaidan de fines de 2013 y principios de 2014, acometido durante la presidencia en EEUU de Barack Obama y Joe Biden.

Ver El objetivo final de EEUU en Ucrania no es Rusia sino China

Tras la ocupación de Crimea por parte de Rusia en ese año, y el desencadenamiento de la guerra civil en Ucrania en la región pro rusa del Dombáss, el curso de colisión contra Rusia en Ucrania prosiguió con la instalación en esta de bases de entrenamiento militar “antiterrorista”, con personal de EEUU y la OTAN; la separación de la Iglesia Ortodoxa de Kiev de la Iglesia Ortodoxa de Moscú; la prohibición del idioma ruso y el cultivo de la rusofobia; el derribo de las estatuas de los héroes de guerra rusos en la 2da Guerra Mundial o Gran Guerra; y su sustitución por la de colaboracionistas nazis, que pasaron a ser los héroes patrios .

Ver VIDEO: Los motivos de Rusia explicados por Vladimir Putin

Lo cual fue una cachetada dada en la cara misma de Rusia,  que aportó la mitad de los 60 millones de muertos en esa guerra contra la Alemania nazi. La que llegó a su máxima expresión cuando en el 2019 Ucrania puso en vigencia una enmienda a su constitución, con la que abandonó su declarada neutralidad, y manifestó su firme anhelo de incorporarse a la Unión Europea y la OTAN.

Ver El intríngulis de Ucrania oculto por los medios Infobobos

Con la llegada en el 2021 de Biden a la presidencia de EEUU, los acontecimientos se precipitaron, con la multiplicación de ejercicios militares por parte de EEUU y la OTAN, en diversas partes del mundo; en las inmediaciones de Rusia; en Ucrania misma; y en las barbas mismas de Moscú, en el Mar de Azov, que está conformado por la península de Crimea.

A ello se sumó los intentos de desestabilización de los gobierno de Bielorrusia y Kasajistan, aliados de Moscu, y el tratado de alianza firmado entre Ucrania y EEUU en noviembre de 2021, que contiene una declaración implícita de guerra a Rusia. Sembrando así la paranoia en su líder Vladimir Putin, que podría contar con un vecino, no a tiro de piedra, sino de un mísil hipersónico que pondría en riesgo existencial a Moscú. A la par qué como si fuera su más íntimo deseo, EEUU no se cansaba de anunciar que Rusia estaba por invadir a Ucrania.

Ver Kasajistan la otra pieza de EEUU y la OTAN en la escalada  contra Rusia

Cuando esta se precipitó, a la par del suministro de ayuda económica y armamento letal a Ucrania por parte de Occidente, y las sanciones de todo tipo aplicadas contra Rusia como nunca antes se habían visto, se puso en marcha a través de los medios occidentales una monumental campaña de acción psicológica, evidentemente dirigida y confeccionada por expertos.

Que infantilmente presente a Ucrania como el pequeño y heroico David, convertida en bastión de la civilización y la democracia; no obstante que lo primero que hizo su presidente Volodímir  Zelenzki, fui ilegalizar a los partidos opositores. Y a Rusia como un odioso  e incivilizado monstruo, que irracionalmente procura expandirse sobre sus países vecinos, en un enloquecido e irracional afán de poder.

Ver RUSIA UCRANIA: Es indispensable trabajar seriamente por la PAZ

De esta manera la violencia destructiva, las muertes, y el sufrimiento humano, la aporta y soporta Ucrania y también Rusia, y la perfidia la aporta EEUU. Cuyo presidente Biden, transparentando algunos de los objetivos que lo guían, acaba de anunciar que la violencia entre los dos “barbaros” y sus efectos colaterales, durará mucho tiempo; que Vladimir Putin “no puede permanecer en el poder”; y que está surgiendo un “nuevo orden mundial liderado por EEUU”. Quien en su desesperación ante el avance chino,  se ha arriesgado a todo o nada, si se considera que uno de los “barbaros” tiene el mayor arsenal nuclear del planeta.

https://es.finance.yahoo.com/noticias/tuit-biden-orden-mundial-viral-110000382.html

La culpa de la guerra en Ucrania es de Occidente
Joe Biden en Varsovia 26 marzo 2022

La visión integral de los hechos revelan así que hay una “barbarie” en la guerra y el uso de la violencia, pero hay una “barbarie” moral e intelectual superior, por parte de quien la desencadena. Y que como súper criminal de guerra, tratando de mantener una hegemonía que se le escapa de las manos, es el verdadero responsable por haber instigado el uso de la fuerza y el quebrantamiento de la paz.

A los efectos de profundizar esta visión, que aporta una explicación congruente de los hechos trágicos que suceden hoy en Ucrania, Sripteasedelpoder.com seguidamente traduce para su lectores la profecía que  pronunció John J. Mearsheimer en septiembre de 2014, en la difundida revista Foreign Affairs. Cuyas recomendaciones al respecto, para impedir que Rusia “arrasara” o “desvastara” a Ucrania, evidencian haber sido tenido en cuenta, pero no para evitarla sino para precipitarla.

Por qué la crisis de Ucrania es culpa de Occidente

Las ilusiones liberales que provocaron a Putin

Septiembre 2014

La culpa de la guerra en Ucrania es de Occidente
Un hombre toma una foto mientras está de pie sobre una estrella de estilo soviético retocada con pintura azul para que se asemeje a la bandera de Ucrania, Moscú, 20 de agosto de 2014. Máximo Shemetov / Cortesía de Reuters

Por John J. Mearsheimer

https://www.foreignaffairs.com/articles/russia-fsu/2014-08-18/why-ukraine-crisis-west-s-fault

Según la sabiduría prevaleciente en Occidente, la crisis de Ucrania puede atribuirse casi por completo a la agresión rusa. El presidente ruso, Vladimir Putin, dice el argumento, anexó Crimea por un deseo de larga data de resucitar el imperio soviético, y eventualmente podría perseguir al resto de Ucrania, así como a otros países de Europa del Este. Desde este punto de vista, la destitución del presidente ucraniano Viktor Yanukovych en febrero de 2014 simplemente proporcionó un pretexto para la decisión de Putin de ordenar a las fuerzas rusas que tomaran parte de Ucrania.

Pero este relato está equivocado: Estados Unidos y sus aliados europeos comparten la mayor parte de la responsabilidad de la crisis. La raíz del problema es la ampliación de la OTAN, el elemento central de una estrategia más amplia para sacar a Ucrania de la órbita de Rusia e integrarla en Occidente.

Al mismo tiempo, la expansión de la UE hacia el este y el respaldo de Occidente al movimiento a favor de la democracia en Ucrania, comenzando con la Revolución Naranja en 2004, también fueron elementos críticos. Desde mediados de la década de 1990, los líderes rusos se han opuesto rotundamente a la ampliación de la OTAN y, en los últimos años, han dejado claro que no se quedarían de brazos cruzados mientras su vecino estratégicamente importante se convertía en un bastión occidental.

Para Putin, el derrocamiento ilegal del presidente democráticamente electo y prorruso de Ucrania, al que correctamente calificó de “golpe de estado”, fue la gota que colmó el vaso. Respondió tomando Crimea, una península que temía albergaría una base naval de la OTAN, y trabajó para desestabilizar Ucrania hasta que abandonara sus esfuerzos por unirse a Occidente.

El rechazo de Putin no debería haber sido una sorpresa. Después de todo, Occidente se había estado mudando al patio trasero de Rusia y amenazando sus intereses estratégicos centrales, un punto que Putin planteó enfática y repetidamente. Las élites de Estados Unidos y Europa han sido sorprendidas por los acontecimientos solo porque suscriben una visión defectuosa de la política internacional. Tienden a creer que la lógica del realismo tiene poca relevancia en el siglo XXI y que Europa puede mantenerse íntegra y libre sobre la base de principios liberales como el estado de derecho, la interdependencia económica y la democracia.

Pero este gran plan salió mal en Ucrania. La crisis allí muestra que la realpolitik sigue siendo relevante, y los estados que la ignoran lo hacen bajo su propio riesgo. Los líderes estadounidenses y europeos cometieron un error al intentar convertir a Ucrania en un bastión occidental en la frontera con Rusia. Ahora que se han expuesto las consecuencias, sería un error aún mayor continuar con esta política mal concebida.

El ENFRENTAMIENTO OCCIDENTAL

Cuando la Guerra Fría llegó a su fin, los líderes soviéticos prefirieron que las fuerzas estadounidenses permanecieran en Europa y que la OTAN permaneciera intacta, un arreglo que pensaron que mantendría pacificada a una Alemania reunificada. Pero ellos y sus sucesores rusos no querían que la OTAN creciera más, y asumieron que los diplomáticos occidentales entendían sus preocupaciones.

Evidentemente, la administración Clinton pensó lo contrario y, a mediados de la década de 1990, comenzó a presionar para que la OTAN se expandiera. La primera ronda de ampliación tuvo lugar en 1999 e incorporó a la República Checa, Hungría y Polonia. La segunda ocurrió en 2004; incluía a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia. Moscú se quejó amargamente desde el principio.

Durante la campaña de bombardeos de la OTAN en 1995 contra los serbobosnios, por ejemplo, el presidente ruso Boris Yeltsin dijo: “Esta es la primera señal de lo que podría pasar cuando la OTAN llegue hasta las fronteras de la Federación Rusa. … La llama de la guerra podría estallar en toda Europa”.

Pero los rusos eran demasiado débiles en ese momento para descarrilar el movimiento hacia el este de la OTAN, que, en cualquier caso, no parecía tan amenazador, ya que ninguno de los nuevos miembros compartía una frontera con Rusia, salvo los pequeños países bálticos. Entonces la OTAN comenzó a mirar más al este.

En su cumbre de abril de 2008 en Bucarest, la alianza consideró admitir a Georgia y Ucrania. La administración de George W. Bush apoyó hacerlo, pero Francia y Alemania se opusieron a la medida por temor a que antagonizara indebidamente a Rusia. Al final, los miembros de la OTAN llegaron a un compromiso: la alianza no inició el proceso formal que condujo a la membresía, pero emitió una declaración respaldando las aspiraciones de Georgia y Ucrania y declarando audazmente: “Estos países se convertirán en miembros de la OTAN”.

Moscú, sin embargo, no vio el resultado como un compromiso. Alexander Grushko, entonces viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, dijo: “La membresía de Georgia y Ucrania en la alianza es un gran error estratégico que tendría consecuencias muy graves para la seguridad paneuropea”.

Putin sostuvo que admitir a esos dos países en la OTAN representaría una “amenaza directa” para Rusia. Un periódico ruso informó que Putin, mientras hablaba con Bush, “insinuó de manera muy transparente que si Ucrania fuera aceptada en la OTAN, dejaría de existir”. La invasión rusa de Georgia en agosto de 2008 debería haber disipado cualquier duda que quedara sobre la determinación de Putin de evitar que Georgia y Ucrania se unieran a la OTAN.

El presidente georgiano Mikheil Saakashvili, que estaba profundamente comprometido con la incorporación de su país a la OTAN, había decidido en el verano de 2008 reincorporar dos regiones separatistas, Abjasia y Osetia del Sur. Pero Putin buscó mantener a Georgia débil y dividida, y fuera de la OTAN. Después de que estallaran los combates entre el gobierno georgiano y los separatistas de Osetia del Sur, las fuerzas rusas tomaron el control de Abjasia y Osetia del Sur.

Moscú había hecho su punto. Sin embargo, a pesar de esta clara advertencia, la OTAN nunca abandonó públicamente su objetivo de incorporar a Georgia y Ucrania a la alianza. Y la expansión de la OTAN siguió avanzando, Albania y Croacia se convirtieron en miembros en 2009. La UE también ha estado avanzando hacia el este. En mayo de 2008, dio a conocer su iniciativa Asociación Oriental, un programa para fomentar la prosperidad en países como Ucrania e integrarlos en la economía de la UE.

No sorprende que los líderes rusos vean el plan como hostil a los intereses de su país. En febrero pasado, antes de que Yanukovych fuera expulsado de su cargo, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, acusó a la UE de intentar crear una “esfera de influencia” en Europa del Este. A los ojos de los líderes rusos, la expansión de la UE es un caballo de batalla para la expansión de la OTAN.

La última herramienta de Occidente para despegar a Kiev de Moscú han sido sus esfuerzos por difundir los valores occidentales y promover la democracia en Ucrania y otros estados postsoviéticos, un plan que a menudo implica financiar a personas y organizaciones prooccidentales.

Victoria Nuland, subsecretaria de Estado de EEUU para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, estimó en diciembre de 2013 que EEUU ha invertido más de 5.000 millones de dólares desde 1991 para ayudar a Ucrania a lograr “el futuro que se merece”. Como parte de ese esfuerzo, el gobierno de EEUU ha financiado el Fondo Nacional para la Democracia. La fundación sin fines de lucro ha financiado más de 60 proyectos destinados a promover la sociedad civil en Ucrania, y el presidente de la NED, Carl Gershman, ha llamado a ese país “el mayor premio”.

Después de que Yanukovych ganara las elecciones presidenciales de Ucrania en febrero de 2010, la NED decidió que estaba socavando sus objetivos, por lo que intensificó sus esfuerzos para apoyar a la oposición y fortalecer las instituciones democráticas del país. Cuando los líderes rusos observan la ingeniería social occidental en Ucrania, les preocupa que su país sea el próximo.

Y tales temores difícilmente son infundados. En septiembre de 2013, Gershman escribió en The Washington Post: “La elección de Ucrania de unirse a Europa acelerará la desaparición de la ideología del imperialismo ruso que representa Putin”. Agregó: “Los rusos también se enfrentan a una elección, y Putin puede encontrarse en el lado perdedor no solo en el extranjero cercano sino dentro de la propia Rusia”.

CREANDO UNA CRISIS

Imagine la indignación estadounidense si China construyera una impresionante alianza militar y tratara de incluir a Canadá y México. El paquete triple de políticas de Occidente (ampliación de la OTAN, expansión de la UE, y promoción de la democracia) agregó combustible a un fuego que esperaba encenderse.

La chispa vino en noviembre de 2013, cuando Yanukovych rechazó un acuerdo económico importante que había estado negociando con la UE y decidió aceptar una contraoferta rusa de $ 15 mil millones en su lugar. Esa decisión dio lugar a manifestaciones antigubernamentales que se intensificaron durante los siguientes tres meses y que a mediados de febrero habían provocado la muerte de un centenar de manifestantes.

Los emisarios occidentales volaron apresuradamente a Kiev para resolver la crisis. El 21 de febrero, el gobierno y la oposición llegaron a un acuerdo que permitía a Yanukovych permanecer en el poder hasta que se celebraran nuevas elecciones. Pero inmediatamente se vino abajo y Yanukovich huyó a Rusia al día siguiente.

El nuevo gobierno de Kiev era prooccidental y antirruso hasta la médula, e incluía a cuatro miembros de alto rango que legítimamente podrían ser etiquetados como neofascistas. Aunque el alcance total de la participación de EE.UU. aún no ha salido a la luz, está claro que Washington apoyó el golpe. Nuland y el senador republicano John McCain participaron en manifestaciones antigubernamentales, y Geoffrey Pyatt, el embajador de Estados Unidos en Ucrania, proclamó tras el derrocamiento de Yanukovych que era “un día para los libros de historia”.

Como reveló una grabación telefónica filtrada, Nuland había abogado por un cambio de régimen y quería que el político ucraniano Arseniy Yatsenyuk se convirtiera en primer ministro en el nuevo gobierno, lo cual hizo. No es de extrañar que los rusos de todas las creencias piensen que Occidente desempeñó un papel en el derrocamiento de Yanukovych.

Para Putin, había llegado el momento de actuar contra Ucrania y Occidente. Poco después del 22 de febrero, ordenó a las fuerzas rusas que tomaran Crimea de Ucrania y poco después la incorporó a Rusia. La tarea resultó relativamente fácil, gracias a las miles de tropas rusas ya estacionadas en la base naval en el puerto de Crimea de Sebastopol. Crimea también se convirtió en un objetivo fácil ya que los rusos étnicos componen aproximadamente el 60 por ciento de su población. La mayoría de ellos querían salir de Ucrania.

A continuación, Putin ejerció una enorme presión sobre el nuevo gobierno de Kiev para disuadirlo de ponerse del lado de Occidente contra Moscú, dejando en claro que destruiría a Ucrania como estado funcional antes de permitir que se convirtiera en un bastión occidental a las puertas de Rusia.

Con ese fin, ha proporcionado asesores, armas y apoyo diplomático a los separatistas rusos en el este de Ucrania, que están empujando al país hacia la guerra civil. Ha concentrado un gran ejército en la frontera con Ucrania, amenazando con invadir si el gobierno toma medidas enérgicas contra los rebeldes. Y ha elevado considerablemente el precio del gas natural que Rusia vende a Ucrania y exigió el pago de exportaciones pasadas. Putin está jugando duro.

EL DIAGNÓSTICO

Las acciones de Putin deberían ser fáciles de comprender. Una enorme extensión de tierra plana que cruzaron la Francia napoleónica, la Alemania imperial, y la Alemania nazi para atacar a la propia Rusia, Ucrania sirve como un estado tapón de enorme importancia estratégica para Rusia. Ningún líder ruso toleraría una alianza militar con quien era el enemigo mortal de Moscú hasta que recientemente se mudó a Ucrania. Ningún líder ruso se quedaría de brazos cruzados mientras Occidente ayudaba a instalar allí un gobierno decidido a integrar a Ucrania en Occidente.

Puede que a Washington no le guste la posición de Moscú, pero debería entender la lógica detrás de ella. Esto es Geopolítica 1.1: las grandes potencias siempre son sensibles a las amenazas potenciales cerca de su territorio de origen. Después de todo, Estados Unidos no tolera que las grandes potencias distantes desplieguen fuerzas militares en ningún lugar del hemisferio occidental, y mucho menos en sus fronteras.

Imagine la indignación en Washington si China construyera una impresionante alianza militar y tratara de incluir a Canadá y México en ella. Dejando a un lado la lógica, los líderes rusos han dicho a sus homólogos occidentales en muchas ocasiones que consideran inaceptable la expansión de la OTAN a Georgia y Ucrania, junto con cualquier esfuerzo por poner a esos países en contra de Rusia, un mensaje que la guerra ruso-georgiana de 2008 también dejó muy claro.

Funcionarios de Estados Unidos y sus aliados europeos sostienen que se esforzaron por calmar los temores rusos y que Moscú debería entender que la OTAN no tiene planes para Rusia. Además de negar continuamente que su expansión tuviera como objetivo contener a Rusia, la alianza nunca ha desplegado fuerzas militares de forma permanente en sus nuevos estados miembros. En 2002, incluso creó un organismo llamado Consejo OTAN – Rusia en un esfuerzo por fomentar la cooperación.

Para calmar aún más a Rusia, Estados Unidos anunció en 2009 que desplegaría su nuevo sistema de defensa antimisiles en buques de guerra en aguas europeas, al menos inicialmente, en lugar de en territorio checo o polaco. Pero ninguna de estas medidas funcionó; los rusos se opusieron firmemente a la ampliación de la OTAN, especialmente a Georgia y Ucrania. Y son los rusos, no Occidente, quienes finalmente deciden qué se considera una amenaza para ellos.

Para entender por qué Occidente, especialmente los Estados Unidos, no entendió que su política hacia Ucrania estaba sentando las bases para un gran enfrentamiento con Rusia, hay que remontarse a mediados de la década de 1990, cuando la administración Clinton comenzó a abogar por la expansión de la OTAN. Los expertos presentaron una variedad de argumentos a favor y en contra de la ampliación, pero no hubo consenso sobre qué hacer.

La mayoría de los emigrados de Europa del Este en los Estados Unidos y sus familiares, por ejemplo, apoyaron firmemente la expansión, porque querían que la OTAN protegiera a países como Hungría y Polonia. Algunos realistas también estaban a favor de la política porque pensaban que Rusia aún necesitaba ser contenida. Pero la mayoría de los realistas se opusieron a la expansión, en la creencia de que una gran potencia en declive con una población que envejece y una economía unidimensional no necesita ser contenida. Y temían que la ampliación solo le daría a Moscú un incentivo para causar problemas en Europa del Este.

El diplomático estadounidense George Kennan articuló esta perspectiva en una entrevista de 1998, poco después de que el Senado estadounidense aprobara la primera ronda de expansión de la OTAN. “Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de manera bastante adversa y afectará sus políticas”, dijo. “Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie más”. Estados Unidos y sus aliados deberían abandonar su plan de occidentalizar Ucrania y, en cambio, tratar de convertirla en un amortiguador neutral.

La mayoría de los liberales, por otro lado, estaban a favor de la ampliación, incluidos muchos miembros clave de la administración Clinton. Creían que el final de la Guerra Fría había transformado fundamentalmente la política internacional y que una nueva, el orden posnacional había sustituido a la lógica realista que gobernaba Europa. Estados Unidos no solo era la “nación indispensable”, como dijo la secretaria de Estado Madeleine Albright; también era una hegemonía benigna y, por lo tanto, era poco probable que se la viera como una amenaza en Moscú. El objetivo, en esencia, era hacer que todo el continente se pareciera a Europa occidental.

Y así, Estados Unidos y sus aliados buscaron promover la democracia en los países de Europa del Este, aumentar la interdependencia económica entre ellos e integrarlos en las instituciones internacionales. Habiendo ganado el debate en los Estados Unidos, los liberales tuvieron pocas dificultades para convencer a sus aliados europeos de que apoyaran la ampliación de la OTAN. Después de todo, dados los logros pasados ​​de la UE, los europeos estaban aún más comprometidos que los estadounidenses con la idea de que la geopolítica ya no importaba y que un orden liberal inclusivo podría mantener la paz en Europa.

Los liberales llegaron a dominar tan a fondo el discurso sobre la seguridad europea durante la primera década de este siglo que incluso cuando la alianza adoptó una política de crecimiento de puertas abiertas, la expansión de la OTAN enfrentó poca oposición realista. La cosmovisión liberal ahora es un dogma aceptado entre los funcionarios estadounidenses. En marzo, por ejemplo, el presidente Barack Obama pronunció un discurso sobre Ucrania en el que habló repetidamente sobre “los ideales” que motivan la política occidental y cómo esos ideales “a menudo se han visto amenazados por una visión más antigua y tradicional del poder”.

La respuesta del secretario de Estado John Kerry a la crisis de Crimea reflejó esta misma perspectiva: “En el siglo XXI, simplemente no te comportas a la manera del siglo XIX al invadir otro país con un pretexto completamente falso”. En esencia, las dos partes han estado operando con diferentes libros de jugadas: Putin y sus compatriotas han estado pensando y actuando de acuerdo con los dictados realistas, mientras que sus contrapartes occidentales se han adherido a las ideas liberales sobre política internacional. El resultado es que Estados Unidos y sus aliados, sin saberlo, provocaron una gran crisis en Ucrania.

EL JUEGO DE LA CULPA

En esa misma entrevista de 1998, Kennan predijo que la expansión de la OTAN provocaría una crisis, después de lo cual los defensores de la expansión “dirían que siempre les dijimos que así son los rusos”. Como si fuera una señal, la mayoría de los funcionarios occidentales han retratado a Putin como el verdadero culpable de la situación de Ucrania.

En marzo, según The New York Times, la canciller alemana, Angela Merkel, insinuó que Putin era irracional y le dijo a Obama que estaba “en otro mundo”. Aunque Putin sin duda tiene tendencias autocráticas, ninguna evidencia respalda la acusación de que está mentalmente desequilibrado. Al contrario: es un estratega de primera clase que debe ser temido y respetado por cualquiera que lo desafíe en política exterior.

Otros analistas alegan, de forma más plausible, que Putin lamenta la desaparición de la Unión Soviética y está decidido a revertirla ampliando las fronteras de Rusia. Según esta interpretación, Putin, después de haber tomado Crimea, ahora está probando las aguas para ver si es el momento adecuado para conquistar Ucrania, o al menos su parte oriental, y eventualmente se comportará agresivamente con otros países vecinos de Rusia.

Para algunos en este campamento, Putin representa un Adolf Hitler moderno, y llegar a cualquier tipo de trato con él repetiría el error de Munich. Por lo tanto, la OTAN debe admitir a Georgia y Ucrania para contener a Rusia antes de que domine a sus vecinos y amenace a Europa occidental. Este argumento se desmorona en una inspección cercana. Si Putin se hubiera comprometido a crear una Rusia más grande, es casi seguro que las señales de sus intenciones habrían surgido antes del 22 de febrero.

Pero prácticamente no hay evidencia de que estuviera decidido a tomar Crimea, y mucho menos cualquier otro territorio en Ucrania, antes de esa fecha. Incluso los líderes occidentales que apoyaron la expansión de la OTAN no lo hicieron por temor a que Rusia estuviera a punto de usar la fuerza militar. Las acciones de Putin en Crimea los tomaron completamente por sorpresa y parecen haber sido una reacción espontánea al derrocamiento de Yanukovych. Justo después, incluso Putin dijo que se oponía a la secesión de Crimea, antes de cambiar rápidamente de opinión.

Además, incluso si quisiera, Rusia carece de la capacidad para conquistar y anexar fácilmente el este de Ucrania, y mucho menos todo el país. Aproximadamente 15 millones de personas, un tercio de la población de Ucrania, viven entre el río Dniéper, que divide el país, y la frontera con Rusia. Una abrumadora mayoría de esas personas quiere seguir siendo parte de Ucrania y seguramente resistiría una ocupación rusa. Además, el ejército mediocre de Rusia, que muestra pocas señales de convertirse en una Wehrmacht moderna, tendría pocas posibilidades de pacificar a toda Ucrania.

Moscú también está mal posicionado para pagar una ocupación costosa; su débil economía sufriría aún más ante las sanciones resultantes. Pero incluso si Rusia presumiera de una poderosa maquinaria militar y una economía impresionante, probablemente todavía sería incapaz de ocupar Ucrania con éxito. Basta con considerar las experiencias soviética y estadounidense en Afganistán, las experiencias estadounidenses en Vietnam e Irak y la experiencia rusa en Chechenia para recordar que las ocupaciones militares generalmente terminan mal. Putin seguramente entiende que tratar de someter a Ucrania sería como tragarse un puercoespín. Su respuesta a los acontecimientos allí ha sido defensiva, no ofensiva.

UNA SALIDA

Dado que la mayoría de los líderes occidentales continúan negando que el comportamiento de Putin pueda estar motivado por preocupaciones legítimas de seguridad, no sorprende que hayan tratado de modificarlo redoblando sus políticas existentes y han castigado a Rusia para disuadir más agresiones.

Aunque Kerry ha sostenido que “todas las opciones están sobre la mesa”, ni Estados Unidos ni sus aliados de la OTAN están preparados para usar la fuerza para defender Ucrania. En cambio, Occidente confía en las sanciones económicas para obligar a Rusia a poner fin a su apoyo a la insurrección en el este de Ucrania. En julio, Estados Unidos y la UE implementaron su tercera ronda de sanciones limitadas, dirigidas principalmente a personas de alto nivel estrechamente vinculadas al gobierno ruso y algunos bancos, empresas de energía y empresas de defensa de alto perfil. También amenazaron con desencadenar otra ronda de sanciones más severas, dirigidas a sectores enteros de la economía rusa.

Tales medidas tendrán poco efecto. Es probable que las sanciones severas estén fuera de la mesa de todos modos; los países de Europa occidental, especialmente Alemania, se han resistido a imponerlos por temor a que Rusia pueda tomar represalias y causar un daño económico grave dentro de la UE. Pero incluso si Estados Unidos pudiera convencer a sus aliados de promulgar medidas duras, es probable que Putin no alteraría su toma de decisiones. La historia muestra que los países absorberán enormes cantidades de castigo para proteger sus intereses estratégicos centrales. No hay razón para pensar que Rusia representa una excepción a esta regla.

Los líderes occidentales también se han aferrado a las políticas provocativas que precipitaron la crisis en primer lugar. En abril, el vicepresidente de EE. UU., Joseph Biden, se reunió con legisladores ucranianos y les dijo: “Esta es una segunda oportunidad para cumplir la promesa original hecha por la Revolución Naranja”. John Brennan, el director de la CIA, no ayudó en nada cuando, ese mismo mes, visitó Kiev en un viaje que, según la Casa Blanca, tenía como objetivo mejorar la cooperación en materia de seguridad con el gobierno ucraniano. La UE, por su parte, ha seguido impulsando su Asociación Oriental.

En marzo, José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, resumió el pensamiento de la UE sobre Ucrania diciendo: “Tenemos una deuda, un deber de solidaridad con ese país, y trabajaremos para tenerlo lo más cerca posible de nosotros”.  Y efectivamente, el 27 de junio, la UE y Ucrania firmaron el acuerdo económico que Yanukovych había rechazado fatídicamente siete meses antes.

También en junio, en una reunión de ministros de Relaciones Exteriores de los miembros de la OTAN, se acordó que la alianza permanecería abierta a nuevos miembros, aunque los ministros de Relaciones Exteriores se abstuvieron de mencionar a Ucrania por su nombre. “Ningún tercer país tiene derecho a veto sobre la ampliación de la OTAN”, anunció Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN. Los ministros de Relaciones Exteriores también acordaron apoyar varias medidas para mejorar las capacidades militares de Ucrania en áreas como comando y control, logística y ciberdefensa. Los líderes rusos naturalmente han retrocedido ante estas acciones; la respuesta de Occidente a la crisis solo empeorará una mala situación.

Sin embargo, hay una solución para la crisis en Ucrania, aunque requeriría que Occidente pensara en el país de una manera fundamentalmente nueva. Estados Unidos y sus aliados deberían abandonar su plan de occidentalizar Ucrania y, en cambio, tratar de convertirla en un amortiguador neutral entre la OTAN y Rusia, similar a la posición de Austria durante la Guerra Fría. Los líderes occidentales deberían reconocer que Ucrania le importa tanto a Putin que no pueden apoyar un régimen antirruso allí.

Esto no significaría que un futuro gobierno ucraniano tendría que ser pro-ruso o anti-OTAN. Por el contrario, el objetivo debe ser una Ucrania soberana que no caiga ni en el campo ruso ni en el occidental. Para lograr este fin, Estados Unidos y sus aliados deberían descartar públicamente la expansión de la OTAN a Georgia y Ucrania. Occidente también debería ayudar a diseñar un plan de rescate económico para Ucrania financiado conjuntamente por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, Rusia y Estados Unidos, una propuesta que Moscú debería acoger con beneplácito, dado su interés en tener una Ucrania próspera y estable en su camino. flanco occidental.

Y Occidente debería limitar considerablemente sus esfuerzos de ingeniería social dentro de Ucrania. Es hora de poner fin al apoyo occidental a otra Revolución Naranja. Sin embargo, EE.UU. y los líderes europeos deberían animar a Ucrania a respetar los derechos de las minorías, especialmente los derechos lingüísticos de sus hablantes de ruso. Algunos pueden argumentar que cambiar la política hacia Ucrania en esta fecha tardía dañaría seriamente la credibilidad de Estados Unidos en todo el mundo. Indudablemente habría ciertos costos, pero los costos de continuar con una estrategia equivocada serían mucho mayores.

Además, es probable que otros países respeten a un estado que aprende de sus errores y, en última instancia, diseña una política que aborda de manera efectiva el problema en cuestión. Esa opción está claramente abierta a los Estados Unidos. También se escucha la afirmación de que Ucrania tiene derecho a determinar con quién quiere aliarse y que los rusos no tienen derecho a impedir que Kiev se una a Occidente. Esta es una forma peligrosa de que Ucrania piense en sus opciones de política exterior.

La triste verdad es que el poder a menudo hace lo correcto cuando la política de las grandes potencias está en juego. Los derechos abstractos, como la autodeterminación, en gran medida no tienen sentido cuando los estados poderosos se pelean con los estados más débiles. ¿Cuba tenía derecho a formar una alianza militar con la Unión Soviética durante la Guerra Fría? Los Estados Unidos ciertamente no lo pensaron así, y los rusos piensan lo mismo sobre la incorporación de Ucrania a Occidente.

Está en el interés de Ucrania comprender estos hechos de la vida y andar con cuidado al tratar con su vecino más poderoso. Sin embargo, incluso si uno rechaza este análisis y cree que Ucrania tiene derecho a presentar una petición para unirse a la UE y la OTAN, el hecho es que Estados Unidos y sus aliados europeos tienen derecho a rechazar estas solicitudes. No hay razón para que Occidente tenga que acomodar a Ucrania si está empeñado en seguir una política exterior equivocada, especialmente si su defensa no es un interés vital.

Cumplir los sueños de algunos ucranianos no vale la pena por la animosidad y los conflictos que causará, especialmente para el pueblo ucraniano. Por supuesto, algunos analistas podrían conceder que la OTAN manejó mal las relaciones con Ucrania y aún así mantener que Rusia constituye un enemigo que solo se volverá más formidable con el tiempo y que, por lo tanto, Occidente no tiene más remedio que continuar con su política actual.

Pero este punto de vista está muy equivocado. Rusia es una potencia en declive y solo se debilitará con el tiempo. Incluso si Rusia fuera una potencia en ascenso, además, no tendría sentido incorporar a Ucrania a la OTAN. La razón es simple: Estados Unidos y sus aliados europeos no consideran que Ucrania sea un interés estratégico central, como ha demostrado su falta de voluntad para utilizar la fuerza militar para acudir en su ayuda. Por lo tanto, sería el colmo de la locura crear un nuevo miembro de la OTAN que los demás miembros no tienen intención de defender.

La OTAN se ha expandido en el pasado porque los liberales asumieron que la alianza nunca tendría que cumplir con sus nuevas garantías de seguridad, pero el reciente juego de poder de Rusia muestra que otorgar a Ucrania la membresía en la OTAN podría poner a Rusia y Occidente en curso de colisión. Seguir con la política actual también complicaría las relaciones occidentales con Moscú en otros temas. Estados Unidos necesita la ayuda de Rusia para retirar el equipo estadounidense de Afganistán a través del territorio ruso, llegar a un acuerdo nuclear con Irán y estabilizar la situación en Siria.

De hecho, Moscú ha ayudado a Washington en estos tres temas en el pasado. En el verano de 2013, fue Putin quien sacó las castañas del fuego de Obama al forjar el acuerdo en virtud del cual Siria accedió a renunciar a sus armas químicas, evitando así el ataque militar estadounidense con el que Obama había amenazado. Estados Unidos también necesitará algún día la ayuda de Rusia para contener a una China en ascenso. Sin embargo, la política estadounidense actual solo está acercando a Moscú y Beijing.

Estados Unidos y sus aliados europeos ahora enfrentan una elección sobre Ucrania. Pueden continuar con su política actual, que exacerbará las hostilidades con Rusia y devastará Ucrania en el proceso, un escenario en el que todos saldrían perdiendo. O pueden cambiar de marcha y trabajar para crear una Ucrania próspera pero neutral, uno que no amenace a Rusia y permita que Occidente repare sus relaciones con Moscú. Con ese enfoque, todas las partes ganarían.-

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