Parece forzada la relación entre la pandemia y lo que ocurre con el ex presidente Lula Da Silva. Pero desde que se enunció el “efecto mariposa”, hay que preguntarse por más nexos de los que se ven a simple vista. Es conocido el desastroso gerenciamiento por parte del actual presidente Jair Bolsonaro, lo que contribuye para que el Covid corra mucho más libre y suelto por la vasta amplitud geográfica de Brasil, desde Manaos a Rio Grande do Sul.
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Igualmente se constata que el actual presidente no llegó por sus méritos al Palacio de la Alvorada -sede de gobierno-, sino tras un largo proceso de horadación política, que culmina con la prisión de Lula, cuando el poder judicial lo retira del pleito electoral.
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Sabemos también que no se puede llorar sobre la leche derramada e hipotetizar acerca de lo que hubiera acontecido si las condiciones fueran otras. Lo cierto es que Bolsonaro asume en la estela de un amplio movimiento social y político para detener y torcer el proceso abierto con la asunción Lula, por lo cual debemos ver a ambos actores, como epifenómenos de composiciones más extensas.
Mucho se sabe acerca de lo que ocurre en Brasil, hoy en el ojo de la tormenta. Y no es mi propósito llover sobre mojado, sino mostrar otros elementos importantes y decisivos, pues la crisis del Covid ya demostró que es, por lo menos, un fenómeno de mediano plazo, sino de largo, por sus orígenes y consecuencias.
Brasil vive hoy una prolongada segunda ola del Covid, que difiere de otras porque no es un pico, sino una meseta en umbrales muy altos de muertes, mayor a lo registrado durante la primera parte de la pandemía. Esto se debe principalmente a que no hay, o se sabotean, desde el poder central y otras instancias, las pocas medidas preventivas de control social. Con lo cual, más que buscar una solución, Bolsonaro es el fogonero principal de la propagación del virus, como el mundo todo ya sabe.
De esta manera, el Presidente, en lugar de buscar vacunas promueve toda suerte de medicamentos sin comprobación. Y, si no fuese por la acción del gobernador de São Paulo, un opositor férreo, Brasil habría inmunizado a menos del 15% de lo poco que ha conseguido hasta ahora, que se ubica en torno de un 12% del total de población, con algunas características preocupantes.
Escribí hace un año que el problema de las provisión de vacunas sería un cuello de botella clave. Particularmente por la logística que ello implicaba. Lo que terminó confirmándose. Mostrando como el sistema internacional actúa más por ser capitalista que humano.
Argentina conoce de sobra como se ponen toda suerte de barreras a la producción y comercialización de las vacunas para garantizar así la concentración en las potencias hegemónicas y, con ello, conseguir su más rápida recuperación y reposicionamiento en la disputa por mercados.
Tales condicionantes no son ajenos al Brasil, por ser una nación subdesarrollada, a lo que debemos sumar que Bolsonaro y el grupo que lo llevó al poder buscan profundizar tal condición. Está claro que las vacunas no llegarán en la escala deseada antes del segundo semestre, lo que hará que el estrago de la pandemia sea prolongado, sea en vidas o en costos económicos.
De hecho, la tímida recuperación brasileira ya se detuvo, aumentando su aislamiento internacional. Y no se observa un horizonte claro para que el remonte acontezca. Mucho menos de forma consistente. Para lo que colaboran muchos problemas estructurales y sistémicos.
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Bolsonaro además de agravar la crisis pandémica, también agrava la económica. En primer lugar por no comandar de forma centralizada el ataque al virus y al seguir políticas de corte neoliberal ortodoxo no está actuando de modo anti cíclico. Prefiere mantener un supuesto equilibrio fiscal que actúa como un corset que sofoca mucho más al paciente, con políticas de auxilio cada vez más tibias y, por ello, inocuas.
Paralelamente, los problemas estructurales se hacen presente. Algunos han observado que la fila de la vacuna marchó mucho más rápido, dando una falsa señal, porque amplios contingentes de la población no se están vacunando, llegando a 40% o más en determinadas fajas etarias y zonas, en especial las más paupérrimas.
Igualmente, un gran contingente de vacunados no ha comparecido para recibir la segunda dosis, lo que puede provocar que surjan nuevas cepas súper resistentes. Y, lo peor de esto, el Estado no está actuando de modo de aminorar esos efectos, pues está con serios problemas organizativos y de sinergia.
Por otro lado, Brasil no cuenta con un sistema centralizado de acompañamiento de la pandemia. Este ha sido suplido por la unión de los entes regionales, los estados, equivalentes a las provincias, que son los que se han puesto al frente, con las deficiencias del caso.
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Así, por ejemplo, será muy difícil dar un pasaporte de vacunación y, mucho más complicado, garantizar que la población esté inmunizada en un tiempo prudencial. Hay casi un tercio de personas que se muestran reacias a recibir las vacunas, lo que si se suma a los que quedan afuera del proceso por desidia personal o incompetencia del propio Estado, son cifras altamente preocupantes.
Vuelve Lula
En otras palabras, los órganos estatales han socavado sus propias capacidades y será muy difícil resolver así la crisis. Ni siquiera los militares lo han conseguido. Han actuado con más soberbia que competencia. De esta forma no podemos ver una solución desde el actual gobierno, sea para el problema de salud, y su correlato en lo económico. Inclusive en un proceso anterior al de la pandemia. Es allí donde Lula se imbrica.
Ya quedó comprobado que el ex presidente sufrió una verdadera caza judicial. Ciertamente problemas de corrupción son inherentes al propio funcionamiento social, y mucho más en el capitalismo, así como en las grandes empresas, sean estatales o privadas. Ni la Santa Iglesia Católica ha estado libre, ¿cuál el motivo de no estarlo simples mortales u organizaciones laicas?
De todos modos, más allá de algunas desprolijidades, lo poco que se demostró es más favorable a Lula, pues los casos en los que se lo acusa son historias mal contadas, o pequeñas mieles que devengan del poder. No hubo cuentas en paraísos fiscales, valijas de dinero, o cosas de ese tipo.
La operación Lava Jato está envuelta en mucha polémica. Algunos levantan la sospecha de que no pasó de una oportunidad de operacionalizar un proyecto de poder. Un poco antes, el ex juez Sergio Moro también estuvo al frente de la operación Banestado donde se investigo un gran escándalo parecido, que igualmente cayó por problemas procesales.
Inclusive, el guion estaba escrito y publicado en 2004 como la Operación Mani Pulite, a la cual se propone emular. Lo que no parecía fuera de propósito. Como resultado, su versión verde y amarilla fue hasta más grandiosa. Pues no sólo provocó un tembladeral político, sino económico, al desestructurar importantes cadenas productivas, como: petróleo, construcción civil y naviera. Que ha llevado al Brasil a una década de inestabilidad política y recesión.
Así y especialmente, por la repercusión internacional, los máximos órganos del poder judicial tuvieron que intervenir para encarrilar nuevamente el proceso. Tarea que asumió el juez de la Corte Suprema de Brasil Gilmar Mendes, acompañado por Ricardo Lewandowski.
No fue fácil enfrentarse al super juez, que con el amparo de la prensa pontificaba y excomulgaba a diestra y siniestra. De todos modos, la resiliencia de Lula terminó por horadar la pétrea estructura que no resistió a las revelaciones de otra causa “Vaza Jato”, cuando un misterioso hacker filtró los datos almacenados en una nube, de las poco republicanas conversaciones entre el juez y los fiscales por un aplicativo de mensajes de Telegram.
https://theintercept.com/series/mensagens-lava-jato/
Como en los peores folletines, los jueces supremos terminaron por encontrar la solución en un vicio formal. De un plumazo se volvía todo a foja casi cero porque el foro de Curitiba era incompetente territorialmente, para juzgar supuestos delitos cometidos en São Paulo.
Así parecía sacramentarse una salida honrosa para ambas partes, pero la segunda cámara de la Corte Suprema aún propinó una más dura derrota al ex juez, al declararlo parcial.
De nuevo al barro
De esta manera, Lula no solo está libre sino que ahora puede retornar sin problemas al juego político. Dado qué las causas aún no están resueltas. Y es muy difícil que puedan frenarlo hasta 2022, aunque siempre tengan una legión de pulgas atrás de las orejas en relación a la justicia local.
No obstante, podemos ver que hubo un cambio significativo en las altas esferas de las togas, y esto tiene que ver más con el futuro de lo que con el pasado. Bolsonaro es una calamidad, pero conserva votos y una legión de partidarios que continúan dando apoyo y coro, oscilando en 30%
El PT ha estado en todos los ballotages desde la redemocratización cuando lo hubo, venciendo en cuatro de ellos. ¿Cuál sería la causa de que en las próximas elecciones no estuviera, si ni siquiera ello se quebró en el peor momento de su historia y con su principal líder preso?
Así, el establishment se desespera y busca a toda costa igualar los contendientes, azuzando el fantasma de la polarización entre extremos equivalentes. Vieja reedición de la teoría de los demonios. De todos modos, sus objetivos no han rendido los frutos esperados hasta ahora, pues el “ceniciento” de “centro” no aparece.
Todas las encuestas después de las sentencias que favorecieron a Lula van mostrando como la tercera vía es una quimera. Lula recupera a cada día su popularidad, a la vez que Bolsonaro cristaliza su fuerza en el antipetismo, sofocando la viabilidad de otras candidaturas. Hasta la propia Veja se rindió y en la última semana lanzó por primera vez en años una tapa con la foto de Lula no demonizado.
Ya no es una novedad afirmar que la pandemia tendrá importante consecuencias, no solo personales o sociales, sino también económicas y políticas. Los países que más la padezcan saldrán destrozados, con poblaciones pauperizadas y cadenas productivas hechas pedazo.
Un proceso de reconstrucción de este porte demandará, ciertamente, de líderes competentes y fogoneados. Es conocido que difícilmente un pueblo delegue en momentos críticos su liderazgo en figuras improvisadas, prefiriendo lo malo conocido a lo bueno por conocer.
Lula tiene todo el potencial para capturar una vez más el significante vacío. Si bien aún existen las sospechas, el grueso de la población lo absolvió o le dio por cumplida su pena, comprobado por el hecho de tener el menor rechazo en las encuestas, a la vez que Moro recoge las mayores antipatías. Y los recuerdos de su gobierno también lo favorecen, marcando un claro contraste con el presente. En especial su de disposición casi infinita para el diálogo, que se perdió en el momento actual.
Así, poco a poco, salió de las cuerdas y ya se mueve con agilidad, en especial para ganar las simpatías del centro, que será clave de la disputa y que Bolsonaro parece haber perdido, tal vez para siempre. No hay nada escrito que sea definitivo, pero en situaciones tan adversas, tal vez esta sea la primera luz que Brasil ve al final del túnel y lo que por el momento aparece es una vieja figura con barba.-
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