La trampa de Trump y Netanyahu: Un micro Estado Palestino en Gaza

El plan de Trump para Gaza, pospone para el final la creación del Estado Palestino. Pero en realidad es solo una variante de la limpieza étnica que proponía en Gaza, con la creación de una Riviera sin palestinos, para rebalancear demográficamente la Palestina, y asegurar la supremacía de una población judía en la anexión de Cisjordania a Israel. La que también se llevaría a cabo, con la creación de un micro Estado Palestino en Gaza..
La trampa de Trumo y Netanayahu

Tras el cese del fuego en Gaza y devolución de rehenes como consecuencia del “plan de paz” de Donald Trump, como si fuera un show de cuarta, o el final de una mala película de Hollywood, Clarín, La Nación, Infobae, y otros, atosigaron a los argentinos con imágenes filmadas evidentemente por militares israelíes dedicados a la guerra psicológica, captando el reencuentro de los rehenes de Hamas con sus familiares, evidentemente sobreactuadas para tratar de impresionar a la audiencia mundial.

Como si esa fuera toda la esencia de un conflicto demencial, de dimensiones bíblicas, presentando así a los israelíes como las únicas víctimas de él, acorde la predisposición de este pueblo para desempeñar ese papel. Que está por cumplir los 80 años, con la creación del estado de Israel en la Palestina bajo dominio inglés, y la no creación del estado Palestino dispuesta paralelamente por la ONU.

Cuya principal explicación hasta ahora, es la alucinada obsesión por parte de un sector ultra fundamentalista de Israel, liderado actualmente por Benjamín Netanyahu, de concretar el Eretz Israel, el Gran Israel. Desde el Eufrates hasta el Nilo, o al menos desde el Rio Litani hasta el Mar Rojo, sin ningún estado palestino de por medio.

Dichos medios también hicieron un grotesco y macabro hincapié, respecto la lenta devolución de 48 cadáveres israelíes, que hay que buscar entre los 67 mil cadáveres que Israel dejó en Gaza como consecuencia directa de su accionar. Convalidando incluso moralmente que Israel, a cambio del tráfico de 20 cadáveres israelíes, obstaculizara el ingreso masivo de alimentos y la ayuda humanitaria convenida, para una población palestina de 1,7 millones, exhausta tras dos años de guerra. Sobre la que descargó el equivalente a seis bombas atómicas de la que EEUU lanzó en Hiroshima.

Para así tratar de tapar el sol con un insignificante dedo, del tremendo genocidio que Israel perpetró en Gaza, que además de las muertes directas, alcanzarían hasta las 680 mil con las indirectas. Que lo cubrieron a lo largo de él con el sambenito, cumplido estrictamente como si fuera una orden editorial imperativa, de anteponer a Hamas la calificación de “banda terrorista”. Pero sin mencionar de manera alguna a Israel como “estado genocida”, no obstante las acciones seguidas contra él en la Corte Penal Internacional, que libró orden de captura contra su premier Netanyahu y sus secuaces.

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A ello cabe agregar los 60 años de ocupación militar de Palestina por parte de Israel, con un régimen de apartheid; y el gueto y cárcel a cielo abierto que hace casi hace 20 años convirtió a Gaza. Impidiendo la salida y entrada de sus habitantes, y regulando al mínimo el ingreso de recursos para reducirlos a nivel de subsistencia, agregado esto a los periódicos y desiguales enfrentamientos bélicos que ello generó.

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Siendo esta la verdadera esencia de ese conflicto, del cual intrínsicamente como se verá seguidamente el único culpable es Israel, agravado a grado suma con las acusaciones provenientes del mismo Israel, que Netanyahu para dividir el campo palestino, financiaba clandestinamente a Hamas, y dejó hacer el ataque del 7/10 por parte de este. Como puntapié inicial de un largamente elaborado y ejecutado plan, para tratar de aniquilar a sus adversarios en Gaza, a Hezbollah en el Líbano, a Al Asad en Siria, y a Irán.

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El huevo de la serpiente en el conflicto palestino israelí

El huevo de la serpiente de este inhumano conflicto, o tumor maligno, no está en Gaza, paraje que no tiene casi menciones en el Talmud bíblico. Sino en Cisjordania, a la cual los ultrafundamentalistas judíos denominan Judea y Samaria. Y se han encargado de colonizarla con una población de colonos ultra fundamentalistas judíos, que supera actualmente los 700 mil habitantes.

A su vez el gobierno actual de Netanyahu, esta sostenido por cuatro partidos de extrema derecha (Otzma Yehudit, Sionismo Religioso, Shas, y JUT) que provienen de allí, y/o sueñan con el Eretz Israel, mediante la anexión de Cisjordania. Y si se puede de Gaza también, que además cuenta con un rico yacimiento de gas natural frente sus costas, que también codicia Israel.

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Por su parte Trump fue inicialmente en esa misma dirección, con su grotesca propuesta de convertir a Gaza en la “Riviera de Medio Oriente”, mediante expulsar la población gazeti hacia países de Africa, con el objeto de rebalancear demográficamente el Eretz Israel. Para que incluso con la anexión de Cisjordania, se mantuviera una supremacía de población judía. Quedando la población palestina como ciudadanos de segunda, tal como sucede en Israel con la población de origen árabe.

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Pero el riesgo de convertirse en cómplice del genocidio de Israel, que fulminaría sus aspiraciones al premio Nobel de la Paz, con el suministro de armamentos, y el veto de EEUU a las distintas resoluciones de la ONU que exigían un cese del fuego; la presión de los países árabes encabezados por Qatar; y finalmente la exageración o Némesis bélica de Netanyahu, de bombardear Doha para tratar de asesinar a la cúpula de Hamas, llevó a que Trump se decidiera a enfrentar a Netanyahu y sus ministros ultra fundamentalistas, y escapar por la tangente.

Mediante el expediente a la inversa, de que en Gaza se estableciera un Estado Palestino. Para así conformar a la amplísima opinión pública regional e internacional que exige esto. El cual con el gas natural que cuenta, podría convertirse en una Qatar del Mediterráneo, que tiene una población parecida (2,8 millones de habitantes). Y posibilitar así la anexión de Cisjordania, o mejor dicho de Judea y Samaria por parte de Israel, en la cual sigue haciendo tropelías.

Tal es el espíritu de los puntos 19 y 20 del “plan de Paz” de Trump, que se reproduce íntegramente al final de esta nota. En donde se asocia a Gaza directamente con el Estado Palestino; y estipula la misión de EEUU de lograr una “coexistencia pacífica y prospera” entre israelíes y palestinos:

  1. Mientras avance la reconstrucción de Gaza y se lleve a cabo con fidelidad el programa de reformas de la Autoridad Palestina, podrían darse finalmente las condiciones para un camino creíble hacia la autodeterminación y el Estado palestino, que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino.
  2. Estados Unidos establecerá un diálogo entre Israel y los palestinospara acordar un horizonte político de coexistencia pacífica y próspera.

Seguidamente, Stripteasedelpoder.com complementa esta visión con dos notas. Una del estratega Juan Mearsheimer, autor que como lo ha hecho en otros artículos, señala la dependencia que tiene EEUU respecto de Israel. En este caso, con el título Los abogados de Israel, señala que los dos negociadores que envió el presidente Trump para finiquitar su “plan de paz”, son los estadounidenses de origen judío “ardientes sionistas”, Jared Kushner, yerno de Trump, y Steve Witkoff, socio de Trump en sus aventuras inmobiliarias.

Quienes en abierta demostración a favor de quién realmente operaban, no solo participaron en la sesión del Knéset, ​el Parlamento israelí, flanqueando al premier Netanyahu. Sino que también intervinieron activamente en los festejos por la liberación de los rehenes que se llevaron a cabo en la Plaza de los Rehenes en Tel Aviv.

Jared Kushner, yerno de Trump, y Steve Witkoff, socio de Trump
Jared Kushner, yerno de Trump, y Steve Witkoff, socio de Trump

La otra nota con título, El «plan de paz» de Trump es una exigencia reinterpretada de la rendición palestina, tiene como autor al canadiense de origen judío Araon Mate, quien se desempeñó entre otras labores, como investigador principal de Naomi Klein. En la que expresa desde su copete:  “La visión israelí-estadounidense para los palestinos ha sido durante mucho tiempo la de la capitulación, y dos años de genocidio en Gaza ofrecen una nueva oportunidad para imponerla”.

Mate señala en su nota las enormes dificultades que traerá el tramposo “plan de paz” de Trump, desde sus mismos inicios. Con sus presupuestos ingenuos, y la acechanza de la alucinada ultraderecha fundamentalista israelí, presta a hacer fracasar el alto el fuego ante cualquier oportunidad que se presente.

Tal como se puede ver actualmente, con la violación del mismo 80 veces en menos de una semana, por parte de Israel, con distintas excusas, y 90 víctimas mortales palestinas. Las mismas que antes se cobraba en un solo día. Viéndose obligado Trump a reenviar a sus negociadores Kushner y Witkoff, y a su vicepresidente James David Vance, para que el plan de un futuro micro estado palestino en Gaza, no se descarrile a poco de comenzar.-

Los abogados de Israel

Juan J. Mearsheimer

Juan J. Mearsheimer 

5 de octubre 2025

Jared Kushner y Steve Witkoff los negociadores estadounidenses de origen judío
Jared Kushner y Steve Witkoff los negociadores estadounidenses de origen judío

En mayo de 2005, Aaron David Miller, un estadounidense apasionado por Israel y uno de los asesores del presidente Bill Clinton en las negociaciones de Camp David en el verano de 1999, publicó un notable artículo de opinión en el Washington Post titulado “El abogado de Israel”. Miller escribió:

Durante demasiado tiempo, muchos funcionarios estadounidenses involucrados en la negociación de la paz árabe-israelí, incluido yo mismo, hemos actuado como abogados de Israel, atendiendo y coordinando con los israelíes a costa del éxito de las negociaciones de paz. Si Estados Unidos quiere ser un mediador honesto y eficaz en la cuestión árabe-israelí, sin duda solo puede tener un cliente: la búsqueda de una solución que satisfaga las necesidades y exigencias de ambas partes.

Con las mejores intenciones, escuchamos y seguimos el ejemplo de Israel sin analizar críticamente sus implicaciones para nuestros propios intereses, los del lado árabe y el éxito general de las negociaciones. La política de «sin sorpresas», según la cual debíamos consultar primero con Israel, despojó a nuestra política de la independencia y la flexibilidad necesarias para una paz seria. Si no podíamos presentar propuestas sin consultar primero con los israelíes y nos negábamos a contraatacar cuando se negaban, ¿qué tan efectiva podría ser nuestra mediación? Con demasiada frecuencia, sobre todo en la diplomacia israelí-palestina, nuestro punto de partida no era lo necesario para alcanzar un acuerdo aceptable para ambas partes, sino lo que solo se aprobaría con una: Israel.

Si bien Miller merece elogios por su honestidad, sus comentarios son realmente notables, pues admite que, si bien es estadounidense y debería haber privilegiado axiomáticamente el interés nacional de Estados Unidos sobre el de Israel, estaba priorizando los intereses de Israel sobre los de Estados Unidos. Cabe destacar que afirma que no fue el único que subordinó el interés nacional de Estados Unidos a los de Israel. Seguramente, también incluiría a su colega asesor en Camp David, Dennis Ross, quien también siente un profundo apego por Israel.

Obviamente, casi nada ha cambiado desde que Miller escribió su artículo de opinión, ya que los dos principales asesores del presidente Trump que negociarán con Israel y Hamás en Egipto esta semana son ardientes sionistas: Jared Kushner y Steve Witkoff.

Esta situación es inaceptable. No favorece el interés nacional estadounidense que individuos con doble lealtad —o que incluso podrían ser «Israel primero»— negocien en nombre de Estados Unidos. El sentido común dicta que los negociadores estadounidenses en Egipto deben guiarse únicamente por el interés nacional estadounidense.

El «plan de paz» de Trump es una exigencia reinterpretada de la rendición palestina

La visión israelí-estadounidense para los palestinos ha sido durante mucho tiempo la de la capitulación, y dos años de genocidio en Gaza ofrecen una nueva oportunidad para imponerla

Aarón Maté

7 de octubre de 2025

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(Foto de ANDREW CABALLERO-REYNOLDS/AFP vía Getty Images)
(Foto de ANDREW CABALLERO-REYNOLDS/AFP vía Getty Images)

Dada la magnitud del sufrimiento palestino en Gaza tras dos años de asesinatos masivos y asedios hambrunas por parte de Israel, Hamás podría no tener más opción que aceptar el ultimátum del presidente Trump. Sin embargo, independientemente del resultado de las negociaciones de alto el fuego en curso en Egipto, las propuestas de Trump no deben considerarse un «plan de paz». En cambio, la administración Trump busca la rendición total no solo de Hamás, sino también de la lucha por la autodeterminación palestina.

Si Hamás libera a todos los cautivos israelíes restantes, según el plan de Trump, se suspenderán los bombardeos israelíes. Sin embargo, nada impide que Israel reanude su agresión desenfrenada. Y si bien el plan afirma que «Israel no ocupará ni anexionará Gaza», establece lagunas al vincular la retirada israelí a «estándares, hitos y plazos indefinidos vinculados a la desmilitarización». En el mejor de los casos, esto significaría que Israel cedería el control a una «Fuerza Internacional de Estabilización (FSI) temporal» adyacente a la Liga Árabe, pero solo en zonas que Israel considere «libres de terrorismo». Mientras tanto, Israel establecerá una «presencia perimetral de seguridad» que perdurará «hasta que Gaza esté debidamente protegida de cualquier amenaza terrorista resurgente», una condición que Israel podría afirmar perpetuamente que no se cumple.

Las autoridades israelíes han definido repetidamente a todos los palestinos en Gaza como objetivos militares legítimos, incluso en la actual destrucción de la ciudad de Gaza, donde el ministro de Defensa, Israel Katz, declaró que todos los residentes “que se queden… serán tratados como terroristas y simpatizantes del terrorismo”. En consecuencia, las disposiciones de Trump no ofrecen a los palestinos ninguna protección contra el terrorismo israelí continuo en nombre de la lucha contra él.

Para consolidar el monopolio israelí de la violencia, el plan exige el desarme de Hamás y otras facciones palestinas en Gaza. Esto dejaría a los palestinos aún más indefensos ante un Estado que ha masacrado (como mínimo) a decenas de miles de personas en Gaza y que lleva a cabo ataques rutinarios en Cisjordania, además de un largo historial de atrocidades que se remonta a su fundación en 1948. Las masacres de Sabra y Chatila, ocurridas en septiembre de 1982 en el Líbano, permanecen vívidas en la memoria palestina. En aquel entonces, los aliados de Israel en el Líbano, con la protección del ejército israelí, masacraron a entre 2.000 y 3.500 refugiados palestinos tras la retirada de la OLP de Beirut, basándose en la falsa garantía israelí de que ningún civil sufriría daños una vez que se marcharan.

El plan de Trump reconoce que las afirmaciones israelíes sobre el suministro de ayuda a Gaza son totalmente fraudulentas. «Tras la aceptación de este acuerdo», dice, «se enviará inmediatamente ayuda completa a la Franja de Gaza». Esto supone una admisión tácita de que Israel, contrariamente a sus mentiras desmentidas sobre el robo de alimentos por parte de Hamás, ha bloqueado la ayuda total a Gaza y podría poner fin de inmediato al asedio que provoca hambruna si el presidente estadounidense así lo deseara.

El plan también exige la eventual reanudación de la ayuda a través de las Naciones Unidas. Esta es otra admisión tácita de que las afirmaciones israelíes-estadounidenses sobre un sistema de ayuda de la ONU corrupto y comprometido con el terrorismo, que requirió la Fundación Humanitaria para Gaza, dirigida por ambos países, fueron una invención. Y todo esto será supervisado por una nueva autoridad «transicional» que incluye al ex primer ministro británico Tony Blair, cuyo propio y prolongado plan colonial para Gaza inspiró en gran medida el plan de Trump. Apropiadamente, el plan de Trump no menciona Cisjordania, lo que constituye un respaldo de facto al continuo robo de tierras israelí y a la separación geográfica y política de la población palestina gobernada por Israel.

En cuanto a la autodeterminación palestina, el plan no ofrece garantías, solo trivialidades vacías. «Mientras avanza la reurbanización de Gaza y el programa de reforma de la Autoridad Palestina se ejecuta fielmente», afirma, «las condiciones podrían finalmente estar dadas para una vía creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino». Se describe que ese proceso de «reforma» de la Autoridad Palestina fue «esbozado» en el «plan de paz del presidente Trump de 2020», que instruyó a los palestinos a aceptar los bloques de asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada y a abandonar todos los esfuerzos por defender sus derechos bajo el derecho internacional.

Cabe señalar que la autodeterminación y la condición de Estado palestino se describen como algo que debe reconocerse como una aspiración, pero no como un derecho. Si se reconoce una aspiración, a diferencia de un derecho legalmente garantizado, no se tiene la obligación de concederla. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha sido enfático en afirmar que Estados Unidos no lo hará. Al preguntársele el domingo si Estados Unidos apoya ahora la condición de Estado palestino, Rubio respondió : «Siempre hemos dicho que, si se trata de una solución de dos Estados, debe negociarse con Israel. Debe garantizarse que se tenga en cuenta la seguridad de Israel… No diría que se trata de una nueva postura política».

Rubio tiene razón. En lo que respecta a la creación de un Estado palestino, Estados Unidos no ofrece una nueva postura política, sino que reafirma su oposición de larga data. Al declarar que una posible creación de un Estado palestino «debe negociarse con Israel», Rubio les dice a los palestinos que su destino está en manos de un ocupante militar cuyos líderes declaran abiertamente que nunca habrá un Estado palestino. «Vamos a cumplir nuestra promesa de que no habrá un Estado palestino; este lugar nos pertenece», declaró el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el mes pasado, en una ceremonia que marcó la expansión del bloque de asentamientos E1. El exministro de Defensa israelí, Benny Gantz, quien se autodenomina crítico de Netanyahu, observó recientemente que «la oposición a… la creación de un Estado palestino es la base» del «consenso nacional» israelí, que está «arraigado en las duras realidades de nuestra región».

Dentro de Israel, esa oposición está tan arraigada que incluso los líderes israelíes que impulsaron el llamado «proceso de paz» de Oslo lo utilizaron para impedir el establecimiento de un Estado palestino. En los más de treinta años transcurridos desde la firma de Oslo en 1993, el número de asentamientos y puestos de avanzada israelíes en la Cisjordania ocupada, que reparten territorio palestino e imposibilitan cualquier futuro Estado, se ha más que duplicado.

Hace treinta años este mes, y apenas unas semanas antes de su asesinato a manos de un israelí de extrema derecha, el arquitecto israelí de los acuerdos de Oslo, el primer ministro Yitzhak Rabin, explicó que Israel buscaba “una entidad que sea inferior a un Estado y que gestione de forma independiente la vida de los palestinos bajo su autoridad”. Las fronteras de Israel, añadió, incorporarán los principales bloques de asentamientos de Cisjordania, porque “no volveremos” a las fronteras israelíes anteriores a 1967. Al conceder a los palestinos “menos que un Estado”, explicó posteriormente el asesor jurídico israelí Joel Singer, Oslo “nos deja con el territorio y a ellos con las zonas pobladas… e incluso les deja con el trabajo sucio de patrullar las ciudades y los campos de refugiados”. Tal como pretenden hacer hoy Trump y Netanyahu.

La famosa retirada de Israel de Gaza en 2005, falsamente descrita como el fin de su ocupación del enclave asediado, se llevó a cabo por razones similares. Dov Weissglass, jefe de gabinete del entonces primer ministro israelí Ariel Sharon, explicó el año anterior que la retirada de Gaza suponía una «congelación del proceso político», mediante la cual Israel podía «impedir el establecimiento de un Estado palestino» y un «debate sobre los refugiados, las fronteras y Jerusalén».

El líder israelí que más abordó las preocupaciones palestinas, Ehud Olmert, en realidad no ofrecía nada que pudiera concretar. Como relatan los veteranos negociadores estadounidenses-palestinos Robert Malley y Hussein Agha en su nuevo libro sobre el historial diplomático posterior a Oslo, la «oferta» de Olmert de septiembre de 2008 a su homólogo palestino Mahmud Abás se vio frustrada por sus propios problemas legales, una salida inminente del poder y un gabinete que, en privado, declaró que su propuesta estaba muerta desde el principio.

El primer ministro israelí carecía de autoridad para hacer, vender, y mucho menos implementar, sus concesiones. Sus propios colegas ministeriales lo abandonaron; públicamente, continuaron las conversaciones; entre bastidores, contaron otra historia. El ministro de Asuntos Exteriores de Olmert aconsejó a los palestinos que no se dejaran engañar; las ideas del primer ministro no comprometían a nadie más que a él mismo. Ehud Barak, ahora ministro de Defensa, desestimó las conversaciones, calificándolas de seminario académico.

En resumen, antes del actual consenso nacional israelí de oponerse a un Estado palestino, algunos líderes preferían simular que se podía establecer. Dos años de guerra genocida israelí en Gaza, junto con los ataques a las fuerzas disuasorias en Líbano, Siria, Irán y Yemen, han facilitado que el gobierno israelí abandone la artimaña.

Mientras tanto, los Estados del Golfo, en particular Qatar y Arabia Saudita, ya no hacen ningún esfuerzo por utilizar la limitada influencia que tienen. En 2002, la Liga Árabe ofreció a Israel la normalización total a cambio de una retirada de todos los territorios árabes (sirios, libaneses y palestinos) que ocupó en 1967; la creación de un estado palestino en Cisjordania y Gaza, con Jerusalén Oriental como su capital; y una «solución justa» a la cuestión de los refugiados. (La iniciativa fue posteriormente respaldada por Irán Hamás ). Hoy, estos mismos estados del Golfo se centran en hacer lucrativos acuerdos secundarios con Trump en lugar de defender su plan de paz de décadas de antigüedad, que en sí mismo sería un compromiso masivo para los palestinos, que aceptarían solo el 22% de su patria robada y un estado supremacista judío en el resto.

Al igual que sus predecesores más moderados, Trump y Netanyahu no están interesados ​​en llegar a acuerdos. El plan israelí-estadounidense para los palestinos ha sido desde hace tiempo la rendición, y dos años de genocidio les han dado una nueva oportunidad para imponerlo.

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Anexo: Plan integral del presidente Donald J. Trump para poner fin al conflicto en Gaza
  1. Gaza será una zona desradicalizada y libre de terrorismo que no represente una amenaza para sus vecinos.
  2. Gaza será reconstruida en beneficio del pueblo de Gaza, que ya ha sufrido demasiado.
  3. Si ambas partes aceptan esta propuesta, la guerra terminará de inmediato. Las fuerzas israelíes se retirarán hasta la línea acordada para preparar la liberación de rehenes. Durante ese tiempo, todas las operaciones militares, incluidos los bombardeos aéreos y de artillería, serán suspendidas, y las líneas de combate permanecerán congeladas hasta que se cumplan las condiciones para la retirada completa y escalonada.
  4. Dentro de las 72 horas posteriores a la aceptación pública de este acuerdo por parte de Israel, todos los rehenes, vivos y fallecidos, serán devueltos.
  5. Una vez liberados todos los rehenes, Israel liberará a 250 prisioneros con cadena perpetua más 1700 gazatíes detenidos después del 7 de octubre de 2023, incluidas todas las mujeres y niños detenidos en ese contexto. Por cada rehén israelí fallecido cuya devolución se concrete, Israel entregará los restos de 15 gazatíes muertos.
  6. Una vez devueltos todos los rehenes, a los miembros de Hamas que se comprometan a la coexistencia pacífica y a entregar sus armas se les concederá amnistía. A los miembros de Hamás que deseen salir de Gaza se les garantizará un paso seguro hacia países receptores.
  7. Tras la aceptación de este acuerdo, se enviará de inmediato ayuda completa a la Franja de Gaza. Como mínimo, las cantidades de ayuda serán consistentes con lo estipulado en el acuerdo del 19 de enero de 2025 sobre asistencia humanitaria, que incluye la rehabilitación de infraestructuras (agua, electricidad, saneamiento), hospitales y panaderías, y la entrada del equipamiento necesario para remover escombros y abrir caminos.
  8. La distribución y entrada de ayuda en Gaza se realizará sin interferencias de las dos partes, a través de las Naciones Unidas y sus agencias, la Media Luna Roja y otras instituciones internacionales no vinculadas a ninguna de las partes. La apertura del cruce de Rafah en ambos sentidos estará sujeta al mismo mecanismo implementado en el acuerdo del 19 de enero de 2025.
  9. Gaza será gobernada bajo una administración transitoria temporal compuesta por un comité palestino tecnocrático y apolítico, responsable de proveer los servicios públicos y municipales cotidianos. Este comité estará integrado por palestinos calificados y expertos internacionales, con supervisión de un nuevo organismo internacional transitorio, la “Junta de la Paz”, presidida por Donald J. Trump, junto con otros jefes de Estado a anunciar, incluido el ex primer ministro Tony Blair. Este organismo fijará el marco y gestionará los fondos para la reconstrucción de Gaza hasta que la Autoridad Palestina complete su programa de reformas, según lo previsto en varias propuestas —incluyendo el plan de paz de Trump de 2020 y la propuesta saudí-francesa—, y pueda retomar el control de Gaza de manera segura y efectiva. Se adoptarán los mejores estándares internacionales para crear un gobierno moderno y eficiente que sirva al pueblo de Gaza y atraiga inversiones.
  10. Un plan económico de Trump para reconstruir y revitalizar Gaza será diseñado por un panel de expertos que han participado en el desarrollo de modernas “ciudades milagro” en Medio Oriente. Varias propuestas de inversión y planes de desarrollo ya elaborados por grupos internacionales bienintencionados serán consideradas, con el objetivo de integrar seguridad y gobernanza para facilitar estas inversiones, generar empleo, oportunidades y esperanza para el futuro de Gaza.
  11. Se establecerá una zona económica especial con tarifas preferenciales y acuerdos de acceso negociados con países participantes.
  12. Nadie será obligado a abandonar Gaza, y quienes deseen irse serán libres de hacerlo y de regresar. Se alentará a la población a permanecer y se les ofrecerá la oportunidad de construir una Gaza mejor.
  13. Hamas y otras facciones acuerdan no tener ningún rol en el gobierno de Gaza, ni directa ni indirectamente. Toda la infraestructura militar, terrorista y ofensiva —incluidos túneles y fábricas de armas— será destruida y no se reconstruirá. Habrá un proceso de desmilitarización de Gaza supervisado por observadores independientes, que incluirá la inutilización permanente de las armas mediante un proceso acordado de desarme, apoyado por un programa internacional de recompra y reintegración, todo ello verificado por observadores independientes. La nueva Gaza estará plenamente comprometida a construir una economía próspera y a la coexistencia pacífica con sus vecinos.
  14. Socios regionales brindarán garantías para asegurar que Hamas y las demás facciones cumplan con sus obligaciones y que la nueva Gaza no represente una amenaza ni para sus vecinos ni para su pueblo.
  15. Estados Unidos trabajará con socios árabes e internacionales para desarrollar una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF, por sus siglas en inglés) que se desplegará de inmediato en Gaza. La ISF entrenará y apoyará a las fuerzas policiales palestinas verificadas en Gaza, en consulta con Jordania y Egipto, países con amplia experiencia en este campo. Esta fuerza será la solución de seguridad interna a largo plazo. La ISF trabajará con Israel y Egipto para ayudar a asegurar las áreas fronterizas, junto con las fuerzas policiales palestinas entrenadas. Será crucial evitar el ingreso de armas a Gaza y facilitar el flujo seguro y rápido de bienes para su reconstrucción. Se acordará un mecanismo de coordinación entre las partes.
  16. Israel no ocupará ni anexará Gaza. A medida que la ISF establezca el control y la estabilidad, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se retirarán de acuerdo con estándares, hitos y plazos vinculados a la desmilitarización, que serán acordados entre las FDI, la ISF, los garantes y Estados Unidos, con el objetivo de lograr una Gaza segura que no represente amenaza para Israel, Egipto ni sus ciudadanos. En la práctica, las FDI transferirán progresivamente el territorio ocupado de Gaza a la ISF, de acuerdo con un acuerdo con la autoridad transitoria, hasta su retirada completa, salvo por un perímetro de seguridad que se mantendrá hasta garantizar que Gaza esté libre de amenazas terroristas resurgentes.
  17. En caso de que Hamas retrase o rechace esta propuesta, lo establecido anteriormente, incluida la operación de ayuda ampliada, avanzará en las áreas libres de terrorismo entregadas por las FDI a la ISF.
  18. Se establecerá un proceso de diálogo interreligioso basado en los valores de tolerancia y coexistencia pacífica para intentar cambiar mentalidades y narrativas de palestinos e israelíes, destacando los beneficios de la paz.
  19. Mientras avance la reconstrucción de Gaza y se lleve a cabo con fidelidad el programa de reformas de la Autoridad Palestina, podrían darse finalmente las condiciones para un camino creíble hacia la autodeterminación y el Estado palestino, que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino.
  20. Estados Unidos establecerá un diálogo entre Israel y los palestinos para acordar un horizonte político de coexistencia pacífica y próspera.
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