Iba a ser “la represa más grande del mundo”. Costó 7 mil kilos de oro obtenidos mediante endeudamiento externo fraudulento. Sus impulsores fueron los presidente Juárez Celman y su cuñado Julio Roca. Y su construcción estuvo a cargo del concuñado de ambos el senador Felix Funes y Bialet Massé. A pesar de ello, el fastuoso dique nunca pudo funcionar. Primero fue boqueteado y luego vuelto a construir. Una obra pública corrupta e inservible que hoy sumerge bajo las aguas del lago San Roque.
Por @lazarollorens 20/1/2019
Desde hace unos 130 años, en las verdes aguas del dique San Roque, a la vera de la ciudad de Carlos Paz, que todos los veranos se llena de turistas y vedettes, se esconde una millonaria y polémica obra pública que, con denuncias de corrupción y testaferros, envolvió a lo más rancio de la oligarquía de la “Generación del 80”.
Se trata del viejo dique San Roque. La primera gran obra pública de la provincia de Córdoba, de Argentina, y de Sudamérica. Promocionado como el embalse de agua más grande del mundo. Donde se invirtieron 7 mil kilos de oro, obtenidos mediante endeudamiento externo, y que por sus gravísimas falencias constructivas, nunca pudo entrar en funcionamiento como era debido, y hace 130 años terminó en la justicia denunciada de corrupción, ocultada bajo las aguas del lago Carlos Paz, y vuelta a construir.
Sus principales impulsores fueron los ex presidentes Julio Argentino “el Zorro” Roca y su concuñado, el cordobés Miguel “el burrito” Juárez Celman. Quienes, como máximas autoridades del país y Córdoba, en 1886 se encargaron de adjudicar esta millonaria obra, cuyo objetivo era regular el flujo de los ríos serranos para abastecer de agua al riego y la ciudad de Córdoba y controlar inundaciones, a su cuñado el diputado cordobés Félix Funes. Contratación polémica que la historia oficial se encargó sistemáticamente de ocultar.
Funes, era hermano de las cordobesas Clara y Elisa Funes, esposa de Roca y Juárez Celman respectivamente. Y socio en la constructora “Funes, Bialet Massé y Cía.” que gracias a la pluma de sus cuñados, tuvo a cargo de la construcción de un murallón de 130 metros de ancho y 37 de alto. Y por el cual, según el historiador Luis Rodolfo Frías, panegirista de esta obra, dicha empresa cobró, entre 1886 y 1889, 4,2 millones de pesos. De allí, que en la Docta de ese entonces, todos lo señalaban como el “testaferro de Roca y Juárez Celman”.
Los impulsores
Por su ubicación geográfica, Córdoba padece extremidades hídricas. Esto es fuertes sequías en otoño e invierno, desatando una gran falta de agua hasta para beber; y luego copiosas lluvias en primavera y verano, que prevenientes de los macizos serranos, muchas veces generan impresionantes y célebres inundaciones (como las del 2014) que dejaron muertes, casas arrasadas, y destrozos en toda la ciudad.
Es a partir de esta bipolaridad hídrica que nace la idea de construir un dique en la zona serrana de Carlos Paz, departamento de Punilla, sobre el cauce del río Sequía, para regular los ríos Cosquín y San Antonio -antiguamente San Roque y San Juan respectivamente- y hacer un reservorio de agua con el cual abastecer a los habitantes de la Docta, permitir el regadío de las quintas aledañas, y controlar las crecidas de los indomables ríos cordobeses de Punilla.
El primero en pensarlo fue el poeta cordobés Luis José de Tejeda y Guzmán, también concejal de la ciudad, a mediados del 1600. Y quienes lo pergeñaron y llevaron adelante fueron los ex presidentes Roca y su cuñado cordobés Juárez Celman, protagonista este último del famoso y denostado “Unicato”, derrocado por la famosa “Revolución del Parque” de Leandro Alem.
Oficialmente la idea germinó en 1883, bajo la primera presidencia de Roca. Ese año, su cuñado Juárez Celman, por entonces gobernador de Córdoba, convocó a los ingenieros Eugenio Dumesnil y Carlos Adolfo Casaffousth, este último amigo suyo y director de riego de la Provincia, para que analizaran la posibilidad fáctica de construir un dique en las nacientes del Río Suquía.
Ese mismo año, el médico catalán Juan Bialet Massé, amigo de Juarez Celman, que hacía poco había llegado a Córdoba, asumió como concejal de la ciudad y presidente del Concejo Deliberante. Desde allí, su principal proyecto fue concesionar el sistema de Agua y Gas de la Ciudad que proveía el ingeniero Dumesnil, proyectista del dique San Roque, contratado por Juárez Celman. Todo un contubernio.
En paralelo ese mismo año, Bialet Massé, que hacía poco había venido de España, sin que nadie haya explicado el origen de los fondos, y actualmente se diría que estaba lavando dinero, comenzó a adquirir tierras en el Valle de Punilla, al noroeste del Valle de San Roque. Eran campos que pertenecían a familias patricias de Córdoba como los del brigadier Juan Bautista Bustos. Entre estos estaba la estancia “La Zulema”, que tenía una cantera de piedra caliza de 33 hectáreas, luego renombrada como estancia “Santa María”.
En esa estancia, contando con recursos financieros, una máquina de vapor “Vapart”,y tres hornos tipo Teill, el catalán Bialet Massé se asoció, por sugerencia del propio Juárez Celman, al ingeniero Cassaffousth, proyectista del dique, e instaló la fábrica de cales hidráulicas y cementos “La Primera Argentina”. La que como su nombre lo indica, se trató de la primera fábrica de “cal aérea, cal hidráulica, y cemento” del país, con las que luego se levantaron el murallón del viejo dique San Roque y sus obras aledañas.
Técnicamente la cal aérea es la que se carbonata (endurece) en el aíre y se disuelve en el agua. Y la cal hidráulica es la que, obtenida de una roca calcárea especial con la presencia de silicatos y horneada a temperatura más alta, se endurece en la humedad o el agua. Por su parte el cemento requiere de equipos y temperaturas que “La Primera Argentina” no podía obtener, por lo que su agregado era solo propaganda.
La calidad de la cal hidráulica de “La Primera Argentina” era bastante variable, dado que según sus diferentes partidas el mismo Bialet Masse las denominaba “medianamente hidráulicas“, y “eminentemente hidráulicas“. Razón por lo cual el slogan del partido cordobés de la “altísima calidad” de esas cales carece de rigor histórico, y es otro de los mitos con que se trató de disimular del monumento a la corrupción del viejo dique San Roque.
Nace el dique
Al año siguiente, el 1 de mayo de 1884, Cassaffousth y Dumesnil le presentaron a Juárez Celman, que por entonces apoyado por “el Zorro” Roca había asumido como senador nacional, el proyecto de dique San Roque, con cual el senador cordobés quedó fascinado.
Se llamó “Proyecto del Sistema de Riego de los Altos de la Ciudad de Córdoba”. Incluía la construcción de dos canales principales de riego (norte y sur) a cada lado de la ciudad; un embalse de aguas de 1.600 hectáreas en el Valle San Roque; y un murallón de 52.257 m3, construido de piedras amalgamadas con cales hidráulicas de Bialet Massé y Cassaffousth.
Como prueba piloto de este entonces faraónico proyecto basado en las cales hidráulica de “La Primera Argentina”, entre 1884 y 1886 el ingeniero Carlos Dumesnil, el mismo al que Bialet Massé le había concesionado el sistema de Agua y Gas de la Ciudad, se asoció con el propio Dr. Bialet Massé, para llevar adelante la construcción del dique Mal Paso. Represa seguida de cerca por el propio Cassaffousth, que se encargó de ver cómo se comportaban sus cales hidráulicas.
Al año siguiente, el 2 de Julio de 1885, como sabiendo que algo importante iba a pasar, Bialet Massé le escribió una misiva a su amigo el senador Juárez Celman, informándole de su fábrica de cales hidráulicas “La Primera Argentina“, y solicitando apoyo del estado para realizar análisis de su productos.
Un año después, el 12 de octubre de 1886, un trascendente hecho político le dio un gran impulso a la obra del dique para que esta se cristalice. Ese día, gracias a la astuta muñeca de su cuñado “El Zorro” Roca, con denuncias de fraude mediante, Juárez Celman fue electo presidente de la Nación por el Partido Nacional Auténtico -PAN-.
De esta manera, el principal promotor del “Proyecto del Sistema de Riego de los Altos de la Ciudad de Córdoba”, alcanzaba lo más alto del poder político del país, y el manejo de una millonaria caja con un gobierno popularmente conocido como “el unicato”. Y apenas se sentó en el sillón de Rivadavia, con el apoyo de su cuñado Roca, lo primero que hizo el flamante mandatario cordobés fue darle aire a su millonaria obra del dique San Roque, por la cual venía bregando desde hace años.
Con ese fin, el 21 de octubre de 1886, el entonces gobernador Córdoba Ambrosio Olmos, del PAN, puesto en ese cargo gracias al dedo de Roca, firmó el contrato con la constructora “Funes, Bialet Massé y Cía.”, propiedad del cuñado del presidente, para llevar adelante la obra del dique con las cales hidráulicas de Bialet Massé.
El historiador entrerriano Juan Vilar da un elocuente perfil de Olmos y sus nexos con Roca: “Roca fue comandante de la frontera de Río Cuarto antes de su campaña y ahí intimó con un gran comerciante que se llamaba Ambrosio Olmos. Fue proveedor del ejército en la campaña. También gobernador de la provincia de Córdoba”
“Gran visionario y comerciante, Olmos va a comprar pacientemente los pequeños predios que les tocaron a soldados, suboficiales del ejército, y se convertirá en uno de los hombres más poderosos de la Argentina. Era casado con Adelia Harilaos que va a enviudar siendo joven. Esta señora será una de las tres marquesas pontificias en la Argentina, gran beneficiaria del Vaticano. Donó palacios, donó dinero en cantidad al Vaticano, y ahí se fue la herencia que dejó Ambrosio Olmos”.
Ese mismo día y en el mismo contrato, el gobernador Olmos designó al ingeniero Cassaffousth, amigo y ex funcionario de Juárez Celman, socio de Bialet Massé en la industria de las cales hidráulicas, y diseñador del proyecto, como director de las obras en representación de la Provincia. Tarea por la cual el célebre Cassaffousth cobraría una comisión del 5% de cada certificado de obra que rubricara con su firma. Un verdadero escándalo a los que acostumbraba a perpetrar la arrogante “Generación del 80”.
De esta manera una banda de parientes y amigos del entonces presidente Juárez Celman y del ex presidente Roca, se quedó con la magnánima obra del dique, por la que se vertieron siete toneladas de oro y nunca funcionó como debía. La integraban: el diputado y empresario Funes, miembro de una familia patricia de Córdoba, y socio de la constructora “Funes, Bialet Massé y Cía.”.
Su principal labor consistió en cobrar en las ventanillas del Banco Córdoba los certificados de obra emitidos por el ingeniero Cassaffousth, y seguramente pasar parte de esos dineros a sus jefes políticos y cuñados, los presidentes Juárez Celman y Roca. Cuyos patrimonios en esos lustros no pararon de engordar hasta rebalsar. Una especie de Lázaro Báez o Angelo Calcaterra de la época, cuyo nombre hoy adorna las calles de La Docta.
El otro miembro era Bialet Massé, estrecho amigo del presidente Juárez Celman, cuyo nombre hoy lleva la localidad cercana a Carlos Paz, donde funcionaba su fábrica “La Primera Argentina”, que recibió frondosos préstamos del Banco Córdoba que nunca se pagaron. Ello llevó la fábrica a la quiebra, perdiendo así Bialet Massé la propiedad de esas instalaciones.
Pero de inmediato las siguió explotando, mediante alquilárselas al Banco de Córdoba, para una década después recomprarlas a vil precio, cuando el Banco de Córdoba las remató. Lo cual muestra la habilidad de Bialet Massé para los negocios, que hace recordar a las recientes aventuras de Cristóbal López y grandes empresarios argentinos, que hacen cosas parecidas, como los Macri y la concesión del Correo, etc, etc.
Lo concreto es que el médico catalán puso su ingenio constructivo para levantar el murallón y las obras de riego aledañas, proveyendo además el principal insumo de la obra: sus “cales hidráulicas” de fluctuante calidad. Que él y el partido cordobés vendían como cales de primera calidad, similar al cemento, cuando en realidad estaban lejos de serlo.
Por último estaba el ingeniero Cassaffousth, socio de Bialet Massé en las cales hidráulicas y amigo y ex funcionario de Juárez Celman. Una especie de Ricardo Jaime de la época. Era el encargado de inspeccionar las obras en representación del Estado, medir el grado de avance de ellas, y emitir los certificados a favor de la constructora “Funes, Bialet Massé y Cía.”. Que los cobraba Funes, el concuñado de Juárez Celman y Roca. Es decir, era el que garantizaba que el dinero fluyera para donde debía fluir: Funes – Juárez Celman – Roca.
Endeudados
La política de un endeudamiento fraudulento y demencial, a través de “Los bancos Garantidos” – que podían emitir por su cuenta moneda de curso legal, a cambio de hacer un depósito en oro y recibir un equivalente en bonos públicos, fue una de las características sobresalientes del “Unicato” de Juárez Celman. Que tenía como vicepresidente a Carlos Pellegrini, y a su cuñado Roca como el más influyente senador.
La defectuosa contabilidad provincial informa que por el viejo dique San Roque se pagaron cuatro millones doscientos mil pesos oro a la empresa Funes & Bialet, equivalente a siete mil kilos de oro, para hacer esta magnánima obra hidráulica, que como se verá más adelante nunca funcionó como debía. Cuyos fondos fueron obtenidos por el gobierno de Córdoba mediante endeudamiento externo, que entonces se concretaba principalmente con Inglaterra, potencia que por entonces se había constituido en la tutora financiera y comercial de Argentina.
Por su parte los sesudos historiadores del viejo dique San Roque, Luis Rodolfo Frías y Manuel Río, dan cuenta que la casa Samuel Hale & Cía. de Londres entre 1886 y 1887 le prestó al gobierno cordobés nueve millones de pesos oro para la obra del dique de Roca y Juárez Celman. Mientras que la casa Otto Bemberg & Cía, puso otros diez millones más.
Por lo que en total fueron diecinueve millones de pesos oro, equivalentes a treinta mil kilos de oro los que se tomaron prestados invocando dicha obra. No obstante dichos historiadores aseguran que esos empréstitos no fueron todos a parar a esa obra, sino que tomaron otros destinos. Pero de una forma u otra fueron dilapidados invocando una obra pública que resultó prácticamente inservible, y en menos de medio siglo tuvo que ser reemplazada por otra.
Fue gracias a esta torrentes de dinero prestados, que provenían supuestamente para el dique, que pocos días después, el 10 de enero de 1987, el hermano del presidente Juárez Celman, Marcos Juárez, por entonces Jefe de la Policía de Córdoba y opositor interno al gobernador roquista Olmos en la interna del partido PAN, fundó en Córdoba el famoso y presuntuoso club “El Panal”, aún hoy recordado muchos.
Este club era un reducto del juarismo de paladar negro. Funcionó en la calle Rivera Indarte 55, en una enorme casona que había sido la ostentosa vivienda de Juárez Celman antes de partir a Buenos Aires, y que aún está en pie como edificio público. En su momento de mayor esplendor, venían pudientes apellidos de Buenos Aires en tren, para participar en sus lujosas fiestas, noches de azar, esgrima, rosca política, etc. Para pertenecer al mismo, además de pasar el filtro del hermano del presidente y mandamás de la policía cordobesa, había que pagar una altísima cuota social, a los fines de mantener su exclusividad.
Algunos miembros de este club, donde además funcionó en paralelo una poderosa logia masónica a la que pertenecían los Juárez, eran: Marcos Juarez Celman, fundador y presidente; los ministros Wenceslao Tejerina, José del Viso y el célebre Ramón J. Cárcano. Y también Felix Funes, el concuñado de Juárez Celman, y CEO de la constructora “Funes, Bialet Massé y Cía.”, la que por ese entonces ya había arrancado a todo trapo con las obras del dique, era miembro asiduo del selecto El Panal.
“¡El Dique se viene!”
De esta manera, traccionado por los préstamos externos que venían desde Londres, el dique San Roque y sus obras aledañas, donde llegaron a trabajar unas 3 mil personas, tardó tres años en ser construido. Y oficialmente, con la presencia del propio Juárez Celman, Bialet Massé, Funes, y Cassaffousth en persona, fue inaugurado el 12 de abril de 1890.
La obra comprendió: un murallón de 37 metros de alto por 115 de largo con una capacidad supuesta de embalse de 250 millones de metros cúbicos. Más 260 kilómetros de canales de riego que rodean a Córdoba por el Norte y el Sur, cuyas tierras aledañas la oligarquía cordobesa de doctores, políticos, y altos funcionarios, todos amigos cercanos a Juárez, se encargó de comprar previamente, concretando un pingüe negocio inmobiliario.
Sin embargo, quizás por los excesos perpetrados, ni bien terminadas las obras, una serie de desgracias comenzaron a caer sobre Juárez Celman y sus acólitos. Primero, debido a la muerte de Clara Funes, la alianza política con “el Zorro” se rompió. A punto tal que “El Zorro” públicamente trató de “vil y ruin” al “burrito” Juárez Celman, y ambos terminaron enemistados de por vida.
Tras cartón, en junio de 1890, debido al masivo endeudamiento a través de los bancos garantidos aprobados creados durante el mandato de Juárez Celman, en un hecho histórico, “el Burrito” cordobés tuvo que reconocer que no podía pagar la deuda externa con Inglaterra, declarando así oficialmente el default de Argentina.
Sin el respaldo de Roca, un mes después, el 26 de julio de 1890, encabezados por la recién formada Unión Cívica de Leandro Alem y Bartolomé Mitre, se produjo la célebre “Revolución del Parque” que acabó con el gobierno del “unicato” Juárez Celman. Tras ella, el burrito cordobés debió renunciar a la presidencia, asumiendo en su lugar su vicepresidente Carlos Pellegrini, el estrecho aliado político de Roca. Siendo ambos sindicados de ser los verdaderos instigadores de la famosa revuelta contra el “burrito cordobés” mentor del millonario dique.
La caída de Juarez Celman arrastró también a su hermano Marcos Juárez, que había llegado a la gobernación de Córdoba, tras finalizar el mandato de José Echenique. Quien a su vez había completado el mandato de Olmos, el que en 1988 había sido destituido por el juarismo acusado de graves irregularidades presupuestarias. Entre las que estaba paradojalmente la de haber ampliado el contrato para la obra del dique de los 775.000 pesos oro iniciales, a 4.200.000 pesos oro.
Por último, en lo que fue un durísimo golpe psicosocial, en la madrugada del 20 de diciembre de 1890 se produjo en Córdoba una de las inundaciones más grandes de la historia de la ciudad, que arrojó unos 200 muertos. Si bien la mayoría de estas víctimas se dieron sobre el cauce de La Cañada, los vecinos de la Docta sintieron en su piel que a pesar de que la faraónica obra del dique había sido inaugurada, ellos seguían a la merced del agua, igual que antes de ser construido.
Así, con todos estos graves hechos a cuestas, a comienzos de 1891, cuando con las lluvias estivales el dique debía mostrar su real capacidad de embalse, quién se paraba sobre el mismo podía comprobar que cuando este alcanzaba su cota máxima, el flamante murallón, construido con la famosa cal hidráulica de Bialet Massé, en el que se habían invertido 7 mil kilos de oro, trepidaba como queriendo desmoronarse. Y la solución que se le dio de allí en adelante fue simple, no dejar que el dique embalsara hasta su cota máxima.
Pero seguidamente vino la sequía, y por esta razón para 1892, el flamante dique estaba prácticamente seco, como lo reconocería luego el propio Bialet Masse. “El agua de riego de los Altos de Córdoba se encontraba casi ininterrumpida, funcionando casi exclusivamente el sistema de agua corriente de la ciudad, inaugurado una década antes”, relata el historiador Frías, autor del célebre libro “La historia del Dique San Roque”, fanático defensor de la obra. Lo cual agrandó aún más la paranoia y la indignación entre los cordobeses.
Fue esta objetiva inestabilidad del dique de Juárez Celman fue la que dio origen a la famosa voz de alarma cordobesa “¡El Dique se viene!”. En referencia a que los muros del recién construido murallón se rompían y las aguas iban a inundar toda la ciudad de Córdoba, que se encuentra en un bajo. Leyenda que aún se recuerda en La Docta, y en base a la cual se han hecho hasta documentales.
El informe Stavelius
Juárez fue sucedido por el hasta entonces vicegobernador Eleazar Garzón, que dio continuidad a la anterior administración juarista. Pero finalmente el pésimo y alarmante funcionamiento del dique a tan solo dos años de ser inaugurado, llevó al gobernador que asumió al finalizar el mandato de Garzón, Manuel Pizzarro, a ordenar que se hiciera una exhaustiva investigación sobre la costosa obra del dique, que se encontraba casi fuera de servicio con una población alterada.
Con ese fin, y como no había expertos en Córdoba en la materia, el 4 de junio de 1892, el flamante gobernador Pizzarro le solicitó al Poder Ejecutivo nacional, a cargo de Pellegrini, aliado político de Roca, un ingeniero especialista en el tema, para poder hacer los peritajes correspondientes.
Desde Buenos Aires enviaron al por entonces vicepresidente del departamento de ingenieros de la Nación, Federico Stavelius. Un ingeniero sueco graduado en el Instituto Tecnológico de Estocolmo, de reconocida reputación y trayectoria en obra civiles en Argentina. Entre estas el tendido de la línea ferrocarriles en Tucumán, que por entonces se trataban de obras de punta, y la restauración de la famosa la Casa de Tucumán, donde el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata proclamaron la independencia.
Tras su llegada, mientras con un singular gorrito el sueco Stavelius hacía en persona los relevamientos sobre la calidad de las obras de Juarez Celman y Roca, la psicosis social cordobesa llegó a su punto máximo cuando en la famosa madrugada del 27 de julio de 1892, la policía de Córdoba despertó puerta por puerta a los vecinos de la ciudad al grito “¡Se viene!, ¡Se viene!”. En alusión a que los muros del flamante dique construido por Funes, Bialet Massé y Cassaffousth, habían cedido, y una colosal montaña de agua venía hacia la ciudad de las campanas.
“Un ágil escalador, subió a la torre de la Iglesia de San Francisco y bajó presuroso informando que se veía una masa de agua que venía arrastrando todo a su paso” daba cuenta las crónicas periodísticas de la época.
10 días después, el 6 de agosto de 1892, la polémica siguió creciendo cuando el ingeniero Stavelius le elevó al gobernador Pizarro un lapidario informe, con un gran croquis del murallón, donde detalló cada una de las fatales deficiencias constructivas que tenía la flamante represa cordobesa de Juárez Celman, y otras gravísimas irregularidades.
Según el informe, luego conocido como “informe Stavelius”, la principal falencia que tenía el dique era su muro que había sido construido sin respetar lo estipulado el proyecto original. Este establecía que el paredón debía ser un muro macizo de mampostería de piedra concertada. O sea con piedras labradas con todas sus caras planas, con las juntas tomadas con cal.
Sin embargo, los constructores Funes y Bialet Massé, con la anuencia del funcionario el ingeniero Cassaffousth, que emitía los certificados de obra a favor de los dos primeros, no tuvieron en cuenta este requisitos técnicos que garantizaba la estabilidad del dique, y levantaron un murallón con dos delgadas paredes de mampostería en su parte externa, al que luego rellenaron con piedras y cal a granel en su interior.
Este garrafal cambio constructivo hizo que por las fisuras y rajaduras que tenía el paredón, donde algunas atravesaban el dique “de parte a parte” según Stavelius, se produjeran unas 90 filtraciones de agua, que arrastraban la cal hidráulica de mediocre calidad de Bialet Massé. Dejando en el interior del muro sólo las piedras, que se zangoloteaban cada vez que el lago se acercaba a su cota máxima. Esta era el génesis del “dique se viene, se viene” que tenía aterrorizado a los cordobeses.
Pero eso no fue lo más grave que encontró Stavelius. Según su informe, que luego fue parte fundamental de la causa judicial, Funes, Bialet Massé, y Casaffousth, además de haber defraudado a la provincia tanto en la calidad de los materiales, como en la ejecución de los trabajos con “adicionales con precios estafatorios”, “adelantos injustificados” y “recepción de obras irregulares”, habían sobrefacturado y cobrado un dique que no existía.
Concretamente, conforme los certificados de obra emitidos por Casaffousth, el ingeniero sueco constató que los empresarios habían cobrado por la construcción de un muro de mampostería de 43 mil metros cúbicos. Sin embargo sus mediciones daban cuenta que el muro tenía tan sólo… ¡30 mil metros cúbicos!
Es decir, Funes y Bialet Massé habían sobrefacturado 13 mil metros de mampostería que nunca existieron. Un 43 % más, que fue a parar a manos de Funes, el cuñado de Roca y Juárez Celman, que seguramente en ese trío no fue el único beneficiario. Y a su vez un 5% sobre ese importe fue a parar al bolsillo del mismo Casaffousth,
Escándalo y detenciones
Debido a estas gravísimas irregularidades detectadas por Stavelius, el 7 de septiembre de 1892, la justicia de Córdoba imputó a Funes, Bialet Massé y al ingeniero Cassaffousth, por defraudación en la calidad y cantidad de los materiales y otros delitos, e inició la causa “Doctor Juan Bialet Massé y Carlos A. Casaffousth por defraudación al Fisco en la Construcción del dique de San Roque y Canales de Irrigación”.
Un mes después, el 7 de octubre, en un escándalo político sin precedentes para la Docta, un grupo de policías se presentó en la Facultad de Ingeniería de Córdoba, y se llevó detenido al ingeniero Cassaffousth, acusándolo de malversación de caudales públicos y defraudación.
Lo propio sucedió con Bialet Massé, que esa misma noche fue arrestado en la puerta de su domicilio, con los mismos cargos. Quien se defendió de la acusación sosteniendo que las acusaciones eran falsas, dado que el dique no embalsaba una gota de agua. Reconociendo así que su magnánima obra, a dos años de ser inauguradas, no servía para absolutamente nada.
El que salvó de ir preso fue el diputado Funes. Socio principal de la constructora “Funes, Bialet, y Cia”, cuñado de Roca y Juárez Celman. No porque era inocente, sino gracias a los fueros que le confería su cargo de legislador provincial. Como los que actualmente detenta entre otros y otras, el ex presidente Carlos Menem en el Senado de la Nación, y evita que vaya a la cárcel por la causa de ventas de armas.
“Escribo a Ud. desde el Dpto. de Policía donde estoy preso por el Crimen de haber construido el Dique. Le garantizo por mi honor que el Dique es bueno, y está bien a pesar de algunos desperfectos causados por el abandono pero no se asuste. ¡Es cierto que hay que derribar el Dique, para que no quede nada que venga de los Juárez.! Bárbaros” le escribió Bialet Massé a su amigo Juárez Celman, sosteniendo que los “desperfectos” eran fruto de falta de mantenimiento cuando la obra apenas tenía dos años.
Al otro día, el 8 de octubre, el gobernador Pizarro ordeno al agente fiscal que solicitara el procesamiento de Bialet Massé y Casaffousth por defraudación y estafa. A la par que suspendió una partida de dinero que la Provincia había dispuesto para la reparación del polémico dique. Con lo cual, Córdoba, nido ecológico del juarismo, era un hervidero con motivo del fraude perpetrado con el dique que iba a ser la obra modelo.
Sin embargo un año después, luego de una serie de idas y vueltas, el 10 de noviembre de 1893, como siempre pasa con la justicia cordobesa cuando hay un poderoso enredado, el juez Antenor De la Vega a cargo el expediente, socio de “El Panal” de los Juárez, desechó el informe de Stavelius, sosteniendo que el sueco no había homologado su título de ingeniero en Argentina.
Con esta chicana técnica, en ese mismo acto, sin ordenar un nuevo peritaje que refutara o confirmara las denuncias de Stavelius, decidió absolver de culpa y cargo a Funes, Bialet Massé y Casaffousth, ordenando la inmediata libertad de estos dos últimos. Tras ese escandaloso fallo, Bialet Massé y Casaffousth fueron inmediatamente excarcelados y la causa archivada. Lo cual provocó que al otro día, el gobernador Pizarro presentara su renuncia, e indignado se alejara para siempre de la política.
El mito
Si bien el fallo de juez juarista De la Vega logró salvarle el pescuezo a los constructores del polémico dique, el mismo no resolvió los problemas de fondo: el tamaño y la mala calidad constructiva del murallón. Para solucionar esto último, el partido cordobés tuvo una fantástica idea: hacerle boquetes a los lados al dique, llamándolos “aliviadores”, y de esa manera reducir la capacidad del embalse a menos de la mitad, a solo un 45 %.
Pasando la altura efectiva del dique de los 37 a 29 metros, para de esta manera reducir la presión del agua sobre el muro. O sea la medida consistió en derrumbar parte del dique, no obstante lo que sostienen los historiadores panegiristas del mismo, que dicen que al muro fue imposible de demoler. Lo cual se puede ver de manera irrefutable, en la siguiente fotografía, en la que en el fondo se puede apreciar el lago semi vacío.
Concretamente el viejo dique San Roque tenía una capacidad máxima de embalse teórica con una cota de 37 mts, de 250 millones de m3. Al bajarse por razones de seguridad de su murallón la cota a 29 mts, la capacidad máxima de embalse se redujo a 112 millones de m3, o sea menos un 55 %. Como las lluvias en Córdoba son estacionales en el periodo estival, esto hizo que en el estiaje invernal el nivel del embalse se redujera a un mínimo, como se puede ver en la fotografía.
Lo cual no aseguraba la provisión de agua potable, ni el riego en la ciudad de Córdoba. Y además cuando luego venían las grandes lluvias estivales, al no poder embalsar el viejo dique por sobre la cota de 29 mts, había riesgo de inundamientos a lo largo del Suquia, y en la ciudad de Córdoba.
Por esa razón el proyecto del nuevo dique San Roque llevó de nuevo la capacidad de embalse mínima a una cota 35,3 mts, que es la altura del vertedero o embudo. Y además se diseñó para una cota máxima de espera de crecientes de 43 mts. De forma de regular todo el año el curso de las aguas del Suquía rio abajo del dique, tanto en el estiaje invernal como en el periodo de lluvias.
La cota de 29 con que se hizo funcionar al viejo dique, para disimular sus gravísimos problemas, introdujo una distorsión adicional. Consistente en la urbanización del perilago por debajo de la cota de 35, avanzando sobre los márgenes previstos del mismo. Apareciendo la especulación inmobiliaria, en tierras que se habían hecho valiosas por la atracción del turismo que el lago ejercía.
Dicha distorsión ha repercutido hasta ahora, dando lugar a la administración irregular que se hace del nuevo dique, tratando de ejercer una solución de compromiso, entre el manejo de su hidraulicidad, y los intereses inmobiliarios que han avanzado sobre el perilago. Abriéndose sus válvulas por debajo de la cota 35, para que las súbitas crecidas de los ríos, no afecten el negocio inmobiliario que se fue plasmando por el pésimo funcionamiento del viejo dique San Roque.
Además de efectuarle esos boquetes para evitar la presión del agua sobre el muro, la cara externa del murallón del viejo dique, se apuntaló con una montaña de piedras dispuestas en talud, señaladas en la foto con una flecha. Con las que taparon hasta las válvulas de salida del agua, para de esa manera ayudar a sostener la estabilidad del muro.
Lo cual era otra palpable evidencia de la enorme estafa que se había cometido con obra del viejo dique, construido con las cales supuestamente hidráulicas de Bialet Massé. En el cual Juárez Celman y Roca habían gastado una fortuna de siete mil kg de oro, obtenidos mediante endeudamiento externo. En un dique que para disimular la fragilidad de su muro, había perdido su capacidad de represar acorde con las necesidades de la población que se encuentra rio abajo en los márgenes del Río Suquía, la ciudad de Córdoba incluida.
Por eso, el 15 de enero de 1939, la ciudad de Córdoba volvió a padecer otra de sus célebres inundaciones. Fue con un lluvia que en apenas una hora que descargó 80 mm, y provocó los desbordes de La Cañada y el Río Suquía rio abajo del dique. Arrastrando todos los puentes de los ríos, y transformando a la famosa avenida Colón en una gran laguna, de un metro de profundidad, donde flotaban muebles, plantas e incluso ómnibus, con un saldo de dos muertos. Lo cual volvió a llenar de pánico a los cordobeses, que en las épocas estivales se sentían a merced del agua, y precipitó la decisión de construir un nuevo dique que reemplazara al existente.
Para tapar este crimen, cuyo cuerpo del delito perforado por los “aliviadores” estaba ante las narices de todo aquel que pasara por allí y quisiera verlo, el partido cordobés descendiente directo del juarismo, apelo al chauvinismo, que según el historiador inglés Samuel Johnson es “el último recurso de un canalla”.
Sin prueba alguna, instauró la teoría conspirativa de que los cuestionamientos y denuncias que se hicieron respecto el fallido murallón de Juárez Celman y Roca, fue por parte del “cemento inglés”. Ante el temor que las novatas cales hidráulicas de Bialet Massé y su socio Cassaffousth, hicieran competencia al cemento Portland inglés, que entonces se importaba en barriles y resultaba muy costoso.
Claro que esta teoría soslaya que la plata para hacer esta obra, como vimos, vino de Londres, como préstamos externos. Ante lo cual, si los astutos ingleses hubieran querido imponer su cemento o cualquier otro insumo en la obra, lo hubiesen hecho al momento de otorgar el préstamo, como se hacía y hace habitualmente.
Respecto la estabilidad y fallas del murallón, la historia conspirativa cordobesa dice que es inexpugnable. Y por eso no lo pudieron dinamitar. A pesar de lo que se ve claramente en las fotos, que como dice el cuento infantil, muestra que “el príncipe estaba desnudo”. Dado que con los llamados “aliviadores” o buracos, el célebre murallón de Juárez Celman y Roca en la práctica había sido parcialmente destruido y deshabilitado. Un verdadero escándalo silenciado por la política, la justicia, la universidad, y el periodismo cordobés.
De allí que, luego de la construcción desea fastuosa y acribillada represa, desde 1890 hasta 1939, durante cincuenta años, la ciudad de Córdoba carecía de seguridad respecto el riego y en su abastecimiento de agua potable durante el invierno, y además cada dos por tres se inundaba, expandiendo el pánico entre los vecinos.
Por ello, durante medio siglo, las principales tesis y estudios de ingeniería de Córdoba, se abocaron a resolver el “eterno problema” del dique San Roque. Hasta que en 1931, a pedido del gobierno de la provincia de Córdoba, el ingeniero Rodolfo Ballester presentó ante el Centro de Ingenieros Córdoba, “El Proyecto del Nuevo Dique San Roque”, donde en término muy académicos, el ingeniero reconoció que el dique de Juárez Celman y Roca no servía para nada. No se podía reparar. Y por ende, la única solución posible era la construcción de un nuevo “dique de embalse de 43 metros de retención”.
“Una doble función de almacenamiento debe llenar el embalse del Río Primero (Suquía): el almacenamiento para atender los servicios generales de agua potable, regadío y fuerza, y el destinado a la atenuación de las grandes crecidas torrenciales para que puedan pasar por la ciudad sin causar daño ingentes. Esta es la razón de la destinación en el proyecto de “Embalse Normal” hasta la cota 43” sostenía el ingeniero Ballester. Utilizando casi los mismos argumentos que habían esgrimido 50 años atrás, Juárez Celman, Roca, Bialet Massé, Funes y Cassaffousth para construir el fallido primer dique San Roque.
Así en 1939, el mismo año de la gran inundación, con una sociedad subsumida en el pánico por las aguas y las lluvias, el gobernador de la provincia de Córdoba Amadeo Sabattini dio comienzo a la construcción del nuevo dique San Roque, conforme lo recomendado por el ingeniero Ballester, cien metros adelante al que construyeron Funes y Bialet Massé. Construído con cemento portland, pero no inglés, sino cordobés, de las fabricas Corcemar y Minetti
Siendo este el dique que todo los veranos se llena de turistas y vecinos de la ciudad. Cuya construcción, terminada en 1944, como puede verse en la foto de abajo, permitió ocultar bajo las aguas el cuerpo del delito del anterior dique, que se encuentra allí acribillado y en estado de descomposición. Ante las narices y el silencio de toda una sociedad, que aceptó un teoría conspirativa infantil, como justificativo de un escandaloso crimen de Estado.
En la foto, marcado con una flecha, se puede ver cuál era la capacidad máxima del viejo dique. Y también como el agua se escurre por los “aliviadores” en los costados del muro, llenando así el nuevo dique. Siendo esta otra muestra notable del estado calamitoso de la célebre muralla de Juárez Celman y Roca.
Políticos ricos, famosos, y estancieros.
De esta manera con deuda externa, aportes tributarios, y demás, los cordobeses pagaron de su bolsillo dos veces -la primera de manera muy cara- una misma obra. Hecho que no motivó queja o denuncia de nadie. Siquiera de algún historiador o periodista, a pesar de que las pruebas de la corrupción y la impunidad que envolvieron esta millonaria obra pública son irrefutables.
Como contrapartida, los principales responsables de esta escandalosa y corrupta represa, luego del polémico fallo del juez amigo De la Vega, no solo quedaron libres de culpa y cargo, sino que además, como pasa actualmente con muchos políticos y contratistas del Estado argentino, terminaron ricos, con decenas de propiedades y campos por toda la república Argentina.
“El Zorro” Roca, entre sus tantos bienes poseía tres grandes y lujosas estancias. “La Larga”, de 55 mil hectáreas, ubicada en la provincia de Buenos Aires; “La Paz” de 2.000 hectáreas, en Ascochinga, Córdoba donde vacacionaba; y “La Argentina”, también ubicada en territorio bonaerense, donde Roca pergeñó sus principales proyectos políticos. Nombres que eran casi un resumen de su programa de gobierno luego de la cruenta campaña del desierto: “La larga paz Argentina”.
“La Paz ha sido mi refugio desde que me instalé en Buenos Aires. Allí paso todos mis veranos, gozando de la cascada natural que forma un lugar para bañarse muy agradable, aprovechando un parque que ha crecido y se ha refinado con el tiempo y disfrutando, en fin, de la fresca hospitalidad de la vieja casa” reveló Roca, en un reportaje citado en el libro “Soy Roca” del historiador Félix Luna. Mientras miles de cordobeses tenían pánico al agua natural que venía del dique a pesar de la magnánima obra.
El ex cuñado de Roca, Juárez Celman, impulsor principal de la inútil represa, también acabó con un abultado patrimonio compuesto entre otras cosas con lujosas casonas y campos en Córdoba y Buenos Aires. De hecho, en 1890 luego de su renuncia a la presidencia, el padre del cordobesismo, al igual que su cuñado Roca, se radicó en la provincia de Buenos Aires, en Capitán Sarmiento, y se hizo estanciero. Habitando en su lujoso campo “La Elisa”, en homenaje a su esposa Elisa Funes, cuya casa fue construido en 1887, por el famoso arquitecto Francisco Tamburini. Allí murió en 1909 enemistado por siempre con su ex cuñado Roca.
Por su parte, Funes, constructor del dique, testaferro de Juárez Celman y Roca, luego del fallo del Juez de la Vega, continuó, como si nada hubiera pasado, ejerciendo como legislador provincial hasta el año 1892. Banca que lo salvó de la cárcel gracias a sus fueros, y que volvió a ocupar en el período 1903 – 1907.
A su vez, su familia, los Funes Díaz, con sus hermanas Elisa esposa de Juárez Celman, y Clara de Roca, siguieron disfrutando de su fortuna, siendo por entonces una de las más ricas de Córdoba, con miles de hectáreas de campo. Entre estas, la famosa estancia jesuítica Santa Catalina, actualmente patrimonio de la humanidad, que tenía una extensión de ¡175 mil hectáreas!
En cuanto al socio de Funes, el catalán Bialet Massé, íntimo amigo de Juárez Celman, el 21 de marzo de 1892, mientras el escándalo del dique comenzaba a inundar las calles de Córdoba, al no poder afrontar los pagos de los créditos que había tomado su empresa La Primera Argentina con el Banco de Córdoba, solicitó como ya se dijo concurso de acreedores.
Con llamativa celeridad, el concurso fue aceptado el 21 de julio de 1892, tan solo tres meses después, cuando el escándalo del dique alcanzaba su clímax, y determinó que su empresa de cales hidráulicas, la estancia Santa María, y otras acreencias, pasaran a mano del Banco de Córdoba.
Por ser el principal acreedor de Bialet Massé, con los frondosos préstamos que la entidad financiera pública nunca recuperó íntegramente. Pero por su parte, como ya se dijo, a principios de siglo Bialet Massé si recuperó sus bienes, al comprarlos nuevamente cuando los remató el Banco de Córdoba.
Interin, como ya se dijo, se las había ingeniado para seguir explotando la empresa de cales “La Primera Argentina”, mediante alquilarle sus instalaciones al Banco de Córdoba. Y lo mismo hicieron luego sus sucesores, ya dueños nuevamente de ella. La cual hoy es defendida como una pionera industria nacional, no obstante su gran fallido inicial, con la fracasada obra del dique San Roque de Juárez Celman y Roca. Y con el paso del tiempo se levantó allí un asentamiento urbano, que hoy se conoce como Bialet Massé.
Luego del culebrón del dique San Roque, el médico catalán siguió manteniendo estrechos lazos económicos con el “Zorro” Roca. Así fue que en 1904, durante su segunda presidencia, fue el mismísimo Roca quien contrató a Bialet Massé para que confeccionara su famoso informe “El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República Argentina”. Informe con el que el constructor del dique fallido, se compró la buena opinión a todo el progresismo local. A pesar de haber vivido siempre comiendo de la mano de la oligarquía más agria de la República Argentina.
Por su parte el ingeniero Cassaffousth, director de la obras en representación del gobierno, por lo cual cobró una comisión del 5% de cada certificado de obra emitido, y socio del doctor Bialet Massé en la provisión de las cales hidráulicas, luego de salir de la cárcel, se fue a vivir a su estancia “La Lomita”, en la provincia de Entre Ríos. Allí cayó, dicen, en una gran depresión y murió poco tiempo después, el 24 de agosto de 1900, fruto de una pleuresía -infección derivada de los pulmones-. Luego, con el mito del “cemento inglés” y el dique indestructible, el partido cordobés también lo convirtió en un héroe.-
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