Es difícil de comprobar, empíricamente, que la televisión argentina tenga una alta cuota de responsabilidad sobre el frustrado intento de asesinato contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Más allá de que sea innegable que los llamados discursos de odio no solo se cobijan en las redes sociales, sino que también se bombardean desde esa “caja boba”, con la diferencia de que se disfraza de periodismo.
Sin embargo, sí es evidente que actúa como un profilaxis pinchado, en desmedro frente de su rol de servicio social, para prevenir ciertos ataques patológicos, donde la violencia simbólica pasa a ser física. Y el caso más inobjetable al respecto son los contenidos del canal La NACION+, cuya problemática es mucho peor, cuando se sospecha que los mismos son direccionados por figuras centrales de la política actual, en este caso por el ex presidente Mauricio Macri.
Hablamos de las férreas sospechas de que el principal dirigente de la oposición habría financiado ese medio, de manera clandestina, para garantizar una línea editorial más furibunda contra el Gobierno Nacional de Alberto Fernández y Cristina Fernández. Ese dinero se habría utilizado para la contratación de figuras provenientes de otros canales, como Luis Majul, Eduardo Feinmann, Jonathan Viale, Alfredo Leuco, Panlo Rossi, y otros tantos, cuyas opiniones y editoriales se fundamentan más por los adjetivos descalificativos que por los datos concretos.
Dicha hipótesis fue considerada como verídica o muy creíble por parte de una diversidad de referentes ligados al mercado mediático. Entre ellos, Jorge Fontevecchia, CEO del Grupo Perfil. También lo dijo el mismísimo Jorge Lanata, en su programa de radio para el Grupo Clarín, donde incluso dijo que esos fondos se habrían triangulado con la publicidad de empresas ligadas a Macri. Finalmente, Esmeralda Mitre, heredera y codueña legítima de la misma señal televisiva, adhirió también a esa sospecha.
Pero además el llamado “periodismo de guerra”, término acuñado por el fallecido editor del diario Clarín Eduardo Blanck, se volvió más elocuente un mes antes del atentado contra CFK, cuando un grupo organizado bajo el nombre de Revolución Federal perpetraron escraches y ataques a funcionarios nacionales, que se dirigían a la Casa Rosada para la asunción de Sergio Massa como ministro de Economía. Entre ellos, estaba Guillermo Guerra, quien no solo golpeó con patadas el automóvil donde viajaba el tigrense, sino también insultó e interpeló a movileros televisivos de C5N y Canal 13, aún siendo medios de comunicación que se encuentran en los dos lados de la grieta.
A pesar de eso, Guerra obtuvo al día siguiente una confortable entrevista con Jonathan Viale, figura estrella del canal La NACION+, que optó por ejercer un rol maternal sobre el joven, a pesar del maltrato que ejerció con colegas suyos, e incluso, con amigos propios según reconoció. En la actualidad, la investigación por el frustrado intento de asesinato a Cristina se mantiene en vilo, al sospecharse que Revolución Federal, donde participa Guerra, habría formado parte de ese complot que hubiera culminado el primer ataque terrorista del presente en siglo en nuestro país, como escribió el dirigente social Juan Grabois.
Lo que se contempla y escucha a diario en el canal LA NACION+, es una sucesión de opiniones uniformes, con editoriales que llevan títulos redundantes y predecibles, con mucha presencia del formato panelístico. Así se puede ver por ejemplo el programa Más Voces, conducido por Luis Majul, quien curiosamente aceptó abandonar su programa anterior La cornisa, luego de casi dos décadas de existencia en el canal de aire de América. Como su nombre lo indica, Más Voces implica un mayor número de bocas hablando, pero que no necesariamente garantiza un contraste de ideas. El modelo se rige mediante una mesa redonda, posicionando a los intervinientes de manera circular o semicircular.
Visualmente, se asemeja demasiado a aquel comentado programa de la TV Pública llamado 678, que mantuvo una línea editorial también furibunda pero a favor del gobierno kirchnerista de ese entonces, cuando se transmitió entre los años 2009 y 2015. Varios de quienes trabajan actualmente en el canal de LA NACION+ expusieron entonces su profundo rechazo ante ese programa, al considerar que mantener una alineamiento acérrimo y militante con el gobierno de turno, era bajar la calidad periodística. Hoy, no solo la muchachada de L NACION+ copia el formato 678, sino que además lo hacen bajo la sospecha de recibir dinero no declarado de la política, y cargando ahora en sus espaldas tener una responsabilidad indirecta de nada menos que un magnicidio.
De hecho, los conflictos del multimedio LA NACION con los gobiernos kirchneristas, empezaron bastante antes de que estos lo tuvieran con el Grupo Clarín, a pesar de los fuertes lazos que unen a ambos emporios mediáticos. En el 2006, a partir del caso Skanska, el diario Clarín y sus medios audiovisuales habían comenzado a cuestionar la gestión del presidente Néstor Kirchner con el caso Skanka, hasta torcerle el brazo para que avalara la fusión de Cablevisión con Multicanal, lo que efectivamente ocurrió en el último tramo de su mandato. Sin embargo, ya como ex presidente, Kirchner vería cómo el principal multimedio rompió el tratado de paz, al editorializar en 2008 a favor de los sectores chacareros en el conflicto agrario contra la resolución 125 de retenciones móviles. De ahí qué en pleno acto, emitió su famosa frase “¡¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso?!”.
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En el caso de LA NACION, la ruptura fue a partir de una entrevista con Kirchner, en sus comienzos presidenciales, con Claudio Escribano, el secretario de Redacción de ese medio, que pasó seguidamente a cultivar un acendrado antikirchnerismo. Que llegó a su culminación con LA NACION+, al que no sería ajeno Héctor Magnetto, el CEO del grupo Clarín. Siendo además ostensible qué bajo el control de Barton Corp., no se sabe realmente quiénes son los verdaderos dueños de LA NACION, escondidos tras la pantalla de los Saguier.
Con esa acción deletérea, que va mucho más allá de la “máquina del fango” que describió Humberto Eco en su último libro “Hora cero”, acompañado de La Nación y de la embajada de EEUU, conforme lo acreditan los cables de Wikileaks con la que tiene estrechos lazos y negocios, Magnetto logró llevar a Mauricio Macri a la presidencia, con un triunfo por un mínimo porcentaje en el balotaje. Usando como principal caballito de batalla para ello el suicidio del fiscal Alberto Nisman, al que desde la “hora cero” el grupo Clarín La Nación, transformaron en un a todas luces inexistente asesinato.
Y así lo primero que hizo Macri apenas asumió la presidencia, además de lograr el pase de la causa de Nisman a la justicia federal para consolidar esa falaz tesis, y de empezar a cerrar las causas penales abiertas contra Herrera de Noble, Magnetto, y Bartolomé Mitre con motivo de los hijos de desaparecidos y Papel Prensa, fue derogar con un decreto la Ley de Medios en los artículos que afectan al grupo Clarín. Y establecer pautas para la distribución de la publicidad oficial, que beneficiaban directamente a Clarín.
Y además como si fuera poco, un par de meses después con la excusa de la “Reparación histórica a los jubilados”, consagró un blanqueo a favor de los ultrarricos, que no solo benefició a la familia presidencial, sino a la cúpula del grupo Clarín, que estaba en serios apuros por la filtración de datos del banco HSBC. Y un par de años después, mediante un dictamen trucho emitido por funcionarios vinculados con Clarín – Telecom, también le aprobó el objetivo tan ansiado por Clarín – Magnetto: la fusión de Cablevisión con la telefónica Telecom.
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El exitoso triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en 2019, agudizó aún más la paranoia de los multimedios con la llegada del kirchnerismo de nuevo al gobierno. Razón por la cual la guerra periodística o “periodismo de guerra” se agudizó aún más, en objetiva alianza con los halcones del PRO, liderados por Patricia Bullrich con sus aspiraciones presidenciales. Así, se organizaron banderazos y piedrazos, confrontando duramente en las calles con el gobierno, en nombre de la libertad, que fueron debidamente amplificados por Clarín y LA NACION.
A ello se sumó la inusitada mutación de LA NACION+, que dejó su pacatería conservadora tradicional, y pasó a ser un púlpito de barricada, al que se suben diariamente los predicadores tonantes ultra anti kirchneristas provenientes de otras canales, que los despidieron seguramente para no perder tanto prestigio con el “periodismo de guerra”. Generando esto la dinámica, propia de una democracia mediatizada, de que quién quiera acceder a la pantalla para potenciar su carrera política, debe transformarse en un halcón posado en la mano enguantada de Clarín – LA NACION, para desde allí lanzar sus mortales picotazos anti kirchneristas.
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Breve genealogía de la grieta en la TV Argentina del siglo 21
La entrada del presente siglo, hasta nuestros días, tuvo una cambiante programación televisiva en materia de contenidos de coyuntura política. En un comienzo, la política era eludida, ante el terror del caos desencadenado por la represión ejercida en las calles por el gobierno de la Alianza en diciembre de 2001 y la expectativa puesta en los próximos gobiernos para que el país pudiera salir de la debacle. Una realidad bastante distante a la que es hoy, donde el debate político no solo está presente, sino que incluso caldeado de una manera periodísticamente patológica. La dinámica que tuvieron los formatos televisivos permiten comprender cómo fue adaptándose a los tiempos coyunturales.
2001-2007: Policiales y “puterios” con el partido y la farándula
Así, la programación televisiva local optaba por no producir contenidos con alta carga de debate político, con la expectativa que los sucesivos gobiernos peronistas de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, sacaran al país del estancamiento económico, aprovechando el alza de los commodities. Eso implicó que los noticieros enfocarán sus coberturas en los casos policiales, aprovechando la experiencia adquirida con los registros de las detonantes protestas callejeras de fines del 2001. Yy la saga de las protestas de los ahorristas ante los bancos cerrados que se habían quedado con sus ahorros.
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La cuestión de inseguridad fue el único “bardo” o polémica que la televisión argentina estaba dispuesta a discutir en cuanto a lo que dictaban las calles. Desde los secuestros a familiares de personas famosas, pasando por la mediatización de homicidios en barrios privados, o la alta cobertura por el reclamo de justicia por el asesinato de Axel Blumberg, la “policialización” de los contenidos se mostraba a la orden del día.
En el mientras tanto, la televisión también elegía armar sus propias polémicas desde el interior de un estudio de televisión. Fue así qué, con el auge de los realities shows con Gran Hermano a la cabeza, se instaló la idea de crear un grupo de panelistas para que discutieran entre sí sobre la dinámica de grupo que protagonizaban los participantes que aceptaban convivir meses en el interior de una casa fabricada ad hoc.
Pero los partidos de fútbol también servían para la polémica, y de ahí surgieron los pirotécnicos cruces con enorme verborragia entre panelistas, en los programas deportivos. Muy lentamente, se convertiría en principal exponente de ello el programa Estudio Fútbol, transmitido por el canal de cable TyC Sports, del Grupo Clarín, cuya primera edición fue en el 2001. En donde las furibundas expresiones y polémicas subidas de tono estaban respaldadas en programas de archivos, permitiendo así sorprender a una audiencia incluso ajena al mundo del fútbol.
En ese mismo 2001, también empezó a transmitir Intrusos en el espectáculo, conducido por veinte años por el camaleónico Jorge Rial, que también mantenía el esquema de un conductor en el centro, y una media docena de panelistas desplegados en su costado. En este caso, para profundizar sobre el mundo de la farándula. Si bien no necesariamente se caracterizaba con la verborragia futbolera, sí instaló un modelo televisivo con marca propia, a punto tal que surgirían distintos programas cuyos nombres mantendrían el prefijo “in-”, como Infama, Intocables e Indomables.
Este último fue producido por Diego Gvirtz, quien también provenía de la producción futbolera, y había trabajado con Rial en un programa anterior llamado Paf! y además venía impulsando un proyecto que se volvería un clásico, Televisión Registrada (TVR). La novedad de Indomables, que luego pasaría a llamarse Duro de Domar, es que la temática de los debates a discutir no necesariamente se enfrascaba en la frivolidad, sino también en las cuestiones de la coyuntura política. Lu que de a poco iba in crescendo, o incluso en cuestiones de sensibilidad social y progresista, como el avance de los juicios por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura.
2008-2011: La germinación de la grieta
En aquellas jornadas del 2008, con la caldeada discusión entre el Gobierno Nacional de Cristina Fernández de Kirchner y sectores del campo por la resolución 125, que dispuso aplicar retenciones móviles a las exportaciones de granos y derivados. Gvirtz mantenía cierta incomodidad editorial en sus programas Duro de Domar y TVR, habituados a una línea progresista, pero que integraban la grilla del Canal 13 de Clarín, que tuvo un posicionamiento férreo a favor de los productores agropecuarios. Por eso, al año siguiente, optó por producir un tercer programa al estilo del primero, pero adaptado para la televisión pública de Canal 7 como fue 678. Cuyo título original era 6 en el 7 a las 8, donde seis panelistas debatían a diario a las ocho de la noche.
Su emisión arrancó en el 2009, año en que se debatió y se aprobó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o “Ley de Medios”, donde los tres programas de Gvirtz mantuvieron una posición a favor de esa normativa, a pesar de que dos de ellos se transmitían en el canal de Magnetto. Por ese motivo al año siguiente estos también cambiaron de señal, mudándose a Canal 9.
678 fue el programa de la televisión pública más comentado por parte de la televisión privada, luego del humorístico musical Peter Capusotto y sus videos. A pesar de tener un rating típicamente bajo para el estándar comercial, era evidente la incomodidad que generaba tanto sus informes de archivo, como sus panelistas e invitados polemizando no solo respecto el trabajo individual de sus colegas, sino que también cuestionaron a sus patrones, dándoles una identidad con nombre y apellido.
El nombre de Héctor Magnetto nunca antes se había expuesto con tanto ímpetu. La disputa judicial por la Ley de Medios, el cuestionamiento a Ernestina Herrera de Noble sobre el origen de sus hijos, sus relaciones con la Dictadura, la historia de la empresa Papel Prensa, la difusión sobre las protestas laborales y sindicales en distintas empresas del multimedio; se fueron difundiendo y generando rabia por parte del sector empresarial multimediático.
2012-2015: PPT vs. PPT y la unión entre el lawfare y el mediawar
Ante ello, se forjó un inédito acuerdo entre el CEO del grupo Clarín con Jorge Lanata, donde le propusieron un programa de televisión para que contraatacara al gobierno de Cristina, con toda la producción disponible. Así, en el año 2011, apareció Periodismo Para Todos o PPT, que no era casual que las siglas eran las mismas que la productora de Diego Gvirtz: Pensado Para Televisión. Previamente Lanata ya había mantenido vínculos con Magnetto, al haberle vendido subrepticiamente Página 12 a Magnetto.
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El programa conducido por Lanata permitió encapsular distintas discusiones polemizando sobre el kirchnerismo. De hecho, la palabra “grieta” fue instalada por el propio conductor. Lázaro Báez y la Ruta del Dinero K fueron palabras y frases claves, mencionadas e instaladas en forma recalcitrante, al punto que luego se materializaron en causas judiciales. Todo a partir de un presupuesto aparentemente ilimitado, que le permitió a su conductor y equipo realizar costosos viajes, desde los hoteles patagónicos hasta las islas Seychelles.
Así, la combinación de lawfare y mediawar, comenzando por las causas de Ciccone contra Amado Boudou, de la Tragedia de Once del 2012, y del Dólar Futuro del 2015, a cargo estas dos últimas del inefable juez Claudio Bonadio, propulsaron la acción de la justicia contra la ex presidente y sus subordinados. Contando para ello con la participación estelar para su difusión e impacto en la opinión pública, del creativo comunicador Lanata al servicio irrestricto de su poderoso mecenas Magnetto.
Que el lawfare existe, lo acredita obscenamente entre otras evidencias la ley de probabilidades. De las diez causas penales más importantes contra el kirchnerismo, Ciccone, Once, Dólar Futuro, Qunita, Memorándum Irán, Vialidad, Hotesur, Los Sauces, Importaciones GNL, y Cuadernos, siete casualmente recayeron en el juzgado de Bonadio: Once, Dólar Futuro, Qunita, Memorándum Irán, Los Sauces, Importaciones GNL, y Cuadernos. No obstante que existen en los tribunales de Comodoro Py, doce juzgados federales.
Otras dos causas recayeron en el juzgado del juez Julián Ercolini, quien además detenta la crucial causa del suicidio de Nisman convertido en asesinato, quien además se encargó de cerrar la causa de Papel Prensa contra Magneto y otros. Así el fallecido juez Bonadio, encontró su perfecto complemento en el juez Ercolini. Solo una causa, la de Ciccone, recayó en otro juzgado federal que no son el de ellos, el del juez federal Marcelo Martínez Giorgi.
Ver Carta pública a Jorge Lanata y los participantes de la “máquina del fango”
No obstante hasta ahora, no solo Cristina Fernández no ha sido condenada, sino que en los tres juicios orales a los que fue sometida, ha sido por ahora absuelta: Dólar Futuro, Memorándum Irán, y Hotesur – Los Sauces. No siendo casual que en los tres haya instruido las causas el difunto juez Bonadio, en la última de ellas junto con el juez Ercolini, el mismo que instruyó la causa de Vialidad en trámite. En la cual el alegato final del fiscal Diego Luciani desató los acontecimientos que culminaron con el atentado contra CFK.
Ver Los trucos judiciales del difunto juez de la Embajada Bonadio
2013 – 2022: La “mercantilización” de la grieta
Mientras tanto, en América TV, se siguieron reproduciendo programas cuyo nombre tenía el prefijo “In“. En 2013, se emitió por primera vez Intratables, cuyo principal objetivo fue mercantilizar, de manera explícita, la llamada grieta por parte de Lanata. Para eso, unió la furibunda polémica que caracterizaba a los programas deportivos con la actualidad política. No era casual que los roces más recordados fueron las de Paulo Vilouta y Diego Brancatelli, ambos periodistas deportivos. Como así tampoco que su primer conductor haya sido Santiago del Moro, que venía del estilo juvenil de Much Music, la versión local de MTV, apegado a la dinámica del videoclip.
Precisamente, en Intratables, además de un estudio televisivo con forma circular y de colores rojizos, como si emulara el interior de una carpa de un circo, las personas invitadas conformaban un número excesivo, e implicaba un mayor trabajo en edición, con distintas cámaras dando vueltas. Sumado a estorbosos sonidos referenciales, como son las campanadas de un ring, que no ayudaban a las serruchadas intervenciones, donde los discursos se pisaban entre sí, con insultos y gritos de por medio. De hecho, fue el ámbito donde se lució Javier Milei como personaje televisivo, permitiéndole atraer a un electorado como para garantizar su presencia como diputado en el Congreso de la Nación, y ahora con la expectativa puesta de alcanzar la presidencia de la Nación.
Con el cambio de gobierno, a partir de la asunción de Mauricio Macri a fines de 2015, el programa PPT de Lanata había anunciado el cierre de su ciclo, luego de cuatro ediciones continuadas. Además, en 2016, gracias a la modificación de la ley de Medios por Macri, empezó a transmitir el canal de noticias LA NACION+, aunque con un rating más escueto en comparación con el resto de sus competidores.
Eso es porque a medida que la economía macrista empezó a generar problemas en los bolsillos de gran parte de la población argentina, hubo un traslado de la audiencia televisiva del canal de noticias TN, del Grupo Clarín, a su competidor C5N, con una dura línea editorial contra el gobierno de Cambiemos. Conductores como Gustavo Sylvestre y Pablo Duggan marcarían un estilo furibundo contra la gestión de Macri plagado de adjetivos descalificativos.
Finalmente, con el último cambio de gobierno, a partir de la asunción de Alberto Fernández a fines de 2019, pero luego de la salida de las medidas sanitarias más severas por la cuarentena en el 2020, a finales de ese año la señal LA NACION+ anunció un cambio rotundo en sus contenidos. Con la adquisición de conocidas figuras con discursos mucho más furibundos contra el gobierno actual, y con un puñado de personajes invitados que son siempre los mismos, pertenecientes al ala dura del PRO.
Lo que tautológicamente le permite caldear aún más el discurso, en donde las palabras más repetidas denostativamente, diariamente y a toda hora, son cristina y kirchnerismo. Como si se trataran de francotiradores contra ellos, asomados desde una pantalla de televisión. En otras palabras, se trata de un discurso “seis-siete-ochista” recargado o turbo. Y también turbado, y turbio en cuanto su origen, donde el periodismo argentino ha caído a su más baja expresión, por lo que su nombre adecuado sería LA NACION-.
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