MALVINAS 1982: la guerra planificada por EEUU y la OTAN y ejecutada por el Reino Unido

La guerra de Malvinas de 1982 fue deliberadamente provocada por EEUU y el Reino Unido (RU), ante la necesidad de contar con una base aeronaval en el Atlántico Sur para la OTAN (Organización Tratado del Atlántico Norte) a los efectos de contrarrestar la influencia que estaba ejerciendo allí la Unión Soviética (URSS). Y para adicionalmente […]

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La guerra de Malvinas de 1982 fue deliberadamente provocada por EEUU y el Reino Unido (RU), ante la necesidad de contar con una base aeronaval en el Atlántico Sur para la OTAN (Organización Tratado del Atlántico Norte) a los efectos de contrarrestar la influencia que estaba ejerciendo allí la Unión Soviética (URSS). Y para adicionalmente explotar las ingentes riquezas petroleras que se presumía que existen en esa área.

A lo largo de los 40 años posteriores de la guerra de Malvinas, fueron surgiendo diversos documentos y análisis que permiten llegar a esta conclusión. Que contradice la historia oficial instalada en Argentina, que fue el último acto desesperado de una dictadura militar acorralada que por ello emprendió una aventura insensata. Y en todo caso este fue solo otro de los contribuyentes en la estrategia urdida por EEUU y el RU, a los efectos de conseguir su objetivo.

Ver MALVINAS: cómo EEUU embocó a Galtieri y emboscó a Argentina

Esa conclusión está lejos de ser inusitada, si se tiene en cuenta que hubo una situación simétrica, con la invasión de las Malvinas por parte de Inglaterra a principios de 1833, con la corbeta inglesa HMS Clio. Tras la destrucción de la colonia allí existente a principios de 1832 por parte de EEUU, con intervención de la fragata USS Lexington.

Ver MALVINAS 2: el ataque de la USS Lexington de EEUU que  abrió paso a la ocupación británica

Con el objetivo entonces por parte del RU, de instalar una base naval de carboneo en las islas, mientras reconvertía la propulsión de la Royal Navy de eólica a vapor; y para vigilar el Cabo de Hornos y la ruta hacia Australia. La cual, reconvertida en una base de petróleo, mostró su importancia estratégica con la batalla naval de Malvinas de 1914, que fijó el curso de la Primera Guerra Mundial. Ante el intento de la Alemania imperial de cortar la ruta del Nitro de Chile, base de los explosivos de entonces.

Ver Malvinas y petróleo: el barco petrolero que halló el ARA San Juan sigue husmeando allí

Esa maniobra en tándem en 1832/33, fue una de las primeras operaciones ejecutadas en el mundo por parte de esa “alianza especial” anglonorteamericana. Que se constituyó tras la declaración de la “doctrina Monroe” por parte de EEUU, con la que prohibió el colonialismo de derecho en América. Facilitando así la instauración del neocolonialismo británico en Sudamérica, que tuvo vigencia durante un largo siglo.

Ver MALVINAS 1: la guerra de 1832 planificada por el Reino Unido y ejecutada por EEUU

Uno de los análisis más sólidos en tal sentido, en relación con la guerra de 1982, es el de Mariano César Bartolomé, quien cuenta con un extenso currículum que avalan su postura. Es doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales graduado en la Universidad del Salvador (USAL). Doctor en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de La Plata. Master en Sociología en la Academia de Ciencias de la República Checa. Egresado de los cursos de Defensa y Superior de Terrorismo del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa (CHDS) Washington. Diplomado en Política Internacional, Seguridad Internacional, y Defensa, en academias de EEUU, Egipto, Ecuador, Chile, Francia, y Colombia. Profesor en distintas materias en la Universidad del Salvador, Universidad de Buenos Aires (UBA), Escuela Superior de Guerra (ESG), y Universidad Nacional de Lanús (UNLA), etc.

https://www.iri.edu.ar/wp-content/uploads/2018/03/BARTOLOME-CV.pdf

Es además autor de un centenar de artículos sobre política internacional en medios especializados de Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, EEUU, Venezuela, España y Colombia. Coautor de trece libros colectivos. Y autor de cuatro libros, uno publicado en Chile, el último de ellos con título “La Seguridad Internacional post 11S: situación, debates y tendencias”.

Donde particularmente se explayó respecto esta visión del conflicto bélico de 1982, es en la extensa nota publicada en el 2013 que lleva por título “Repensar el Conflicto del Atlántico Sur, a la luz del escenario estratégico internacional de 1982”. La que además tiene una cierta actualidad en relación con los hechos que suceden en Ucrania, al haber sido el general Leopoldo Galtieri comparado por diversos expertos con el presidente ruso Vladimir Putin.

https://www.academia.edu/3196767/_2013_Repensar_el_Conflicto_del_Atl%C3%A1ntico_Sur_a_la_luz_del_escenario_estrat%C3%A9gico_internacional_de_1982

De ella seguidamente se extrae su contenido más significativo, tras contextualizar los hechos, como un homenaje en honor de la verdad de esa tragedia argentina, al cumplirse su 40 aniversario. Tratando de ver la realidad de ellos tal como fueron, cuya intelección es lo único que puede aportar una genuina solución al conflicto subsistente.

Prescindiendo por ende tanto del denuesto de sus protagonistas argentinos, que explotando sus debilidades fueron pérfidamente engañados; y de las notas de color al respecto, que lejos de la verdad intrínseca de esos hechos abundan en los grandes medios. Los mismos que llevaron adelante hasta ahora una profunda campaña de desmalvinización y desinformación, una de cuyas evidencias es la nula trascendencia que se le acordó a la nota de Bartolomé, no obstante la importancia del asunto..

Ver La intriga en la Guerra de Malvinas: polémica entre el editor de Clarín y de StripteasedelPoder

El intento pacífico para detentar las islas

El último intento pacifico para lograr ese objetivo por parte de EEUU y el RU, fue la nueva propuesta de retroarriendo a “leaseback” que propuso Inglaterra en 1979, tras la llegada de Margaret Thatcher al gobierno del RU, formulada por su canciller Lord Peter Carrington. La que tenía como padrino al muy británico ministro de Economía argentino, “Joe” Martínez de Hoz.

Consistente en el reconocimiento de la soberanía argentina sobre las islas, acorde con el éxito diplomático obtenido por Argentina con la Resolución de la ONU 2065 del año 1965. Que rechazó la pretensión inglesa de que se tuvieran en cuenta los “deseos” de los isleños que la habitan, disponiendo por contrario que al no encuadrar en una situación de descolonización, solo debía tenerse en cuenta los “intereses” de ellos.

El retroarriendo o leaseback a favor del RU propuesto en ella, era genéricamente por “dos generaciones”, o sea alrededor de 50 años. Plazo en permitiría cumplir ambos objetivos, el bélico de la base aeronaval, y el económico de la explotación del petróleo, además de la pesa. Una anterior propuesta con plazos mucho más extensos la había hecho el RU de manera informal en 1968, cuando también se desempeñaba Nicanor Costa Méndez como canciller, durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía.

https://www.lanacion.com.ar/opinion/malvinas-1982-2008-cuando-la-soberania-fue-posible-nid999689/

La “historia oficial” dice que supuestamente fue la FIC (Falkland Islands Company) la que se opuso a ese acuerdo, para preservar sus intereses coloniales que venían desde un siglo atrás. Pero lo cierto es que quien en Argentina se opuso públicamente a ese acuerdo, porque le permitiría al RU llevarse la riqueza petrolera existente en el área, fue el general Leopoldo Fortunato Galtieri, mientras se desempeñaba como comandante en Jefe del Ejército.

La Guerra de 1982

Tras ese fracaso del intento pacífico, EEUU en consonancia con el RU, acometieron una “estrategia de aproximación indirecta” que es un clásico de ambos países. Consistente en provocar un avance desbalanceado del enemigo, que permita encerrarlo en una situación que lo obligue a optar entre lo malo y lo peor. Siendo sus tres últimos grandes ejemplos, la ocupación argentina de Malvinas en 1982; la invasión de Irak a Kuwait en 1991, que origino la primera Guerra del Golfo, he hizo de ese país un paria en el mundo; y la reciente invasión de Rusia a Ucrania. Cada una de ellas obviamente con un objetivo distinto.

Ver RUSIA UCRANIA: Es indispensable trabajar seriamente por la PAZ

Al respecto, el reconocido estratega inglés Lidell Hart, en su difundido libro “La estrategia de aproximación indirecta”  resume en una frase cual es la idea en esos planes diciendo: “la defensiva es la más fuerte y la más económica forma de estrategia. Y esto es así porque una estrategia ofensiva orientada a colocarse en una posición «molesta» para el oponente, si bien superficialmente y en cuanto a la logística constituye un movimiento ofensivo, su motivación subyacente es llevar al oponente a un avance «desequilibrado». La aproximación indirecta más efectiva es aquella que atrae o incita al oponente a dar un paso en falso de  modo que, al igual que en el jiu-jitsu, su propio esfuerzo se convierte en la palanca de su derrota.”

Ver El objetivo final de EEUU en Ucrania no es Rusia sino China

En el caso de Argentina, primero se instaló en la Junta Militar, integrada por el general Galtieri, el almirante Isaac Anaya, y el comodoro Basilio Lami Dozo, la posibilidad de que se podía “agitar la diplomacia”, para avanzar en las negociaciones por la soberanía de las islas, mediante una ocupación simbólica e incruenta de ellas. Operación que tenía supuestamente como ingenuos reaseguros, que el interés británico de las islas era solo por el petróleo, que se podía concesionar a favor de las empresas de esta. Que la Royal Navy no podría reaccionar, por estar supuestamente en un proceso de desmantelamiento por razones económicas. Y el “hands off” o prescindencia de EEUU.

Potencia rectora con la que supuestamente Argentina mantenía una “alianza estratégica”, con los aportes militares y de “guerra no convencional” que hacía en la insurrección de los “Contras” en América Central contra el gobierno sandinista, promovida por EEUU. Con la cual torpemente, creían equilibrar la “alianza especial” anglo norteamericana, que tenía ya un siglo y medio de existencia, cuyas primeras andanzas como se dijo, se concretó con la invasión inglesa a las islas Malvinas en 1833.

Tras inocular esa idea, luego del ostensible fracaso de la negociación con el RU en Nueva York a fines de febrero, se precipitó en marzo el incidente de Georgias. Motivado por la negativa británica de aceptar allí el desembarco de los chatarreros de Constantino Davidoof,  que en vez de pasaportes portaban las “tarjetas blancas” que les había suministrado la cancillería, nuevamente a cargo de Costa Méndez, que según el Acuerdo de Comunicaciones de 1971, se usaban para viajar exclusivamente a “las islas Malvinas”.

Pero en las negociaciones previas el RU había introducido el capcioso concepto del “Territorio de las Islas Malvinas” (British Overseas Territory of the Falkland Islands) que abarca además a las islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur, generando así esta confusión el incidente que el Informe Rattembach denominó el “Sarajevo del Atlántico Sur”. Casualmente, el contrato con Davidoof para el desguace de las factorías balleneras existentes allí, fue firmado en Edimburgo en 1979, tras el fracaso del intento pacífico del retroarriendo.

Tras la ocupación de las islas por parte de Argentina, en lugar de la “agitación” diplomática prevista por el mando argentino, velozmente al día siguiente se produjo la condena por parte del Consejo de Seguridad de la ONU a esa ocupación, con la resolución 502. Y la simultánea partida de la Task Force o Fuerza de Tareas desde el RU, como si la hubiese estado esperando, cuyas tropas de desembarco acaban de hacer un entrenamiento militar en la fría Finlandia, acorde con el marco del conflicto bélico que se iba a producir.

Ante esta sorpresa estratégica, para evitar una desocupación deshonrosa de las islas como ordenaba la Resolución 502, en el marco de una enorme adhesión popular estimulada acríticamente por los grandes medios con Clarín y La Nación a la cabeza, el mando argentino tal como se expresa en el Informe Rattembach, se vio obligado a trasmutar el plan “ocupar para negociar”, por el de “reforzar para obligar a negociar”.

Puso así la resolución del conflicto en manos del ex Comandante Supremo de la OTAN, el general Alexander Haig, cargo en el que se había desempeñado hasta el año 1979. Quien la única salida pacífica que le brindó a la Junta Militar, redactada de diversas formas eufemísticas, era el reconocimiento de los “deseos” de los isleños, en contra lo resuelto en 1965 por la Asamblea de la ONU. Cuyo resultado mediante un plebiscito entre los isleños estaba cantado: la pérdida de la soberanía por parte de argentina.

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General Alexander Haig

Como un efecto demostración del poderío bélico inglés, y coerción en la psiquis de los integrantes de la Junta Militar, la última propuesta de Haig antes del inicio de las acciones bélicas, cursada el 1 de mayo a través del presidente peruano Fernando Belaunde Terry, vino acompañada con el hundimiento del crucero Gral Belgrano, con sus 323 víctimas, representando esta cifra la mitad del total de víctimas argentinas en ese conflicto.

Para cuyo cometido con el submarino atómico HMS Conqueror, fue indispensable que desde Londres se cambiaran las “reglas de empeñamiento” de combate, al estar el crucero argentino fuera de la “Zona de exclusión”, fijada unilateralmente por el RU, y de regreso al continente, no representando por ende peligro alguno para la Task Force.

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Hundimiento Crucero ARA Gral Belgrano

No obstante la “historia oficial”, tratando de escindir ambos hechos paralelos y concurrentes, presenta ese crimen de guerra como una decisión de la primer ministro Margaret Thatcher, para ir a la guerra. Y no para tratar de evitarla con la rendición diplomática de Argentina, al cambiarse eufemísticamente en esa última propuesta de Haig, la palabra “deseos” por la de “puntos de vista” de los isleños.

Sin embargo la Junta Militar, en un último arresto de dignidad, se negó a aceptar esas condiciones, y así sobrevino la “guerra sin esperanza de victoria”. Cuyo desenlace solo fue demorado por la sorpresa táctica que le propinó a la Task Force británica el poder aéreo argentino, reconocido por distintos expertos del mundo, que con grandes bajas de hombres y equipos dificultó el desembarco de la tropa de infantería inglesa especialmente entrenada para el conflicto. Cuyas posibles áreas de desembarco habían sido casualmente meticulosamente estudiadas unos años antes por el comandante inglés Ewen Suothby – Tailyour.

De esa manera se podría decir que las víctimas argentinas de esa guerra lo fueron, por no reconocer la autodeterminación, “deseos”, o “puntos de vista” de los isleños.  Sin embargo deshonrando esas muertes, los mismos grandes medios que hoy abruman con notas de color sobre esa guerra, son los que han tratan de permear en la población argentina ese supuesto derecho de los 1.500 isleños que habitan las islas, sin contar la población militar que los duplica en número. E incluso hay una campaña de “influencers” al respecto, financiada por el RU.

Ver MALVINAS ¿Sarlo, Sábato, Ajmecht y otros,  influencers del Reino Unido? 

Tras la derrota militar, velozmente, revelando que ese era el objetivo, tras haber cambiado el resultado bélico el statu quo previo, vino la construcción de la “Fortaleza Malvinas”, conocida como RAF Mount Pleasant Islas Falklands. Durante su acelerada construcción, existieron versiones que ella se concretó con cemento portland argentino, traficado a través de Punta Arenas. Y cuya dimensión evidentemente no tiene por objeto defender a las islas de un ataque argentino, sino que se trata de una base aérea al servicio de EEUU y la OTAN.

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RAF Mount Pleasant Islas Malvinas

http://centrougarte.unla.edu.ar/museomalvinas/salas/geografia/sala.php?sala_id=1&id=16

No casualmente un par de meses después Argentina entró en default de su deuda externa, que se había multiplicado seis veces en solo tres años. Tras el intento de invadir militarmente a Chile, como consecuencia del fallo adverso de Su Majestad Británica en el conflicto por el Beagle, abortado a último momento por la intervención del Papa Juan Pablo II.

En un proceso de endeudamiento externo exacerbado por parte del Banco Central y las compañías estatales. Signado a su vez por una enorme emisión monetaria en pesos con motivo de una masiva quiebra de bancos privados, que se volcó masivamente a adquirir los dólares baratos que ofrecía la “tablita” del muy británico “Joe” Martínez de Hoz, que fue el iniciador de la debacle económica argentina.

Posibilitando así una enorme fuga de divisas, que fue la contraparte de ese endeudamiento externo que ató a Argentina a EEUU y al área del dólar. Como si fuera una red de seguridad geopolítica por parte de EEUU, para que tras la guerra en la que apoyó ostensiblemente al RU, no se le ocurriera a Argentina tomar otros rumbos diplomáticos y políticos.

Ver La deuda externa sucia que apareció entre el conato de guerra con Chile y la guerra de Malvinas

Lo cual abre el doble interrogante si ese brutal y sorpresivo endeudamiento externo, que no dejó como contrapartida ningún activo en el país, no fue una maniobra prebélica a la guerra de 1982. Y si la abortada invasión demencial de Argentina a Chile por parte del mismo régimen militar, que habría dejado al país como un paria internacional -lo mismo que le sucedió a Sadhan Husein  una década después- no fue intento previo anglo británico para disolver sin ningún costo el conflicto de Malvinas, mediante la disolución de Argentina.

Preparando la guerra según Bartolomé

En la mencionada nota Bartolomé asegura que “en el marco de una negociación diplomática, Argentina nunca declinaría sus justas aspiraciones soberanas” sobre los islas en disputa, “en forma funcional a los intereses de Londres y Washington”. Planteándose entonces “¿Cómo podría entonces el gobierno británico cerrar ese diferendo en su favor y de manera definitiva?”. Y la repuesta la encontró en el ex presidente Arturo Frondizi (1958-1962), apuntando al respecto:

“En diferentes oportunidades ese prestigioso político declaró que en el año 1981 lo había visitado un general estadounidense de su confianza, quien le había pronosticado que la administración Reagan propiciaría un desembarco argentino en las islas Malvinas, para luego apoyar fácticamente a Gran Bretaña en la recuperación del archipiélago, cuya control no volvería a estar sometida a discusión alguna. La justificación que esgrimía el alto jefe militar tiene una llamativa congruencia con todo lo antedicho: instalar una base militar en las islas, objetivo para el cual la Casa Blanca no podía contar con la Argentina, pues su inestabilidad política lo tornaba poco confiable.”

Seguidamente afirma que en una entrevista personal realizada con el ex mandatario, “éste indicó que el militar norteamericano en cuestión era el general Vernon Walters, cuya presencia en la Argentina durante 1981 está por demás constatada”. El estudioso británico Tam Dalyell asegura que Walters visitó nuestro país en forma intermitente durante 1981 hasta febrero de 1982”.

Vernon A. Walters (1917-2002) fue un alto oficial de inteligencia del Ejército de EEUU y diplomático multilingue. Fue director de la CIA (1972-1976), embajador ante las ONU (1985–1989) y embajador en la República Federal de Alemania durante la fase decisiva de la reunificación alemana (1989–1991). Ascendió hasta el grado de teniente general y su nombre figura en el “Salón de la Fama de la Inteligencia Militar”. En su libro autobiográfico “Misiones discretas” da cuenta que estuvo operando en la sombra como embajador itinerante en casi todos los embrollos en que estuvo sumido EEUU en la segunda mitad del siglo pasado.

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https://en.wikipedia.org/wiki/Vernon_A._Walters

Los motivos de la OTAN

Bartolomé señala que por entonces la contienda Este – Oeste, URSS . EEUU, estaba plenamente vigente. Y que “desde el punto de vista geopolítico… esa esa puja había redundado en una importante revalorización del espacio marítimo sudatlántico. Esa valorización obedecía a una creciente presencia naval y aérea de la Unión Soviética en el área, con el objetivo de una eventual interdicción de las Líneas de Comunicación Marítimas (LCMs) procedentes de Oriente Medio.”

Seguidamente para fundamentar su tesis, Bartolomé se explaya largamente respecto la cuestión “nodal” de la “presencia soviética en el Atlántico Sur”. Señalando que sus antecedentes se remontan a mediados de la década del 50, cuando la política exterior de la URSS se orientó al aumento de su influencia en el Tercer Mundo, y la obtención nuevos estados adscriptos. Concomitante con el aumento de su poder naval “para proyectarlo en todos los espacios marítimos del orbe”.

Bartolomé señala que en 1969 la URSS obtuvo su primer resultado positivo en el litoral atlántico africano, cuando Guinea lo autorizó a que sus unidades aeronavales incluidos submarinos, empleen la base de Conakry. Lo que configuraba un riesgo a las líneas de comunicación marítimas de Occidente, especialmente en lo relacionado con los abastecimientos de petróleo desde Medio Oriente ante el cierre del canal de Suez. Razón por la que la ruta alternativa por los océanos Indico y Atlántico por el Cabo de Buena Esperanza, era considerada como “la yugular del petróleo”.

Según Bartolomé en los años sucesivos “la situación estratégica en el Atlántico Sur continuó agravándose, en detrimento de EEUU y sus aliados”. Apunta que en 1975 la Armada Soviética, en el marco de los ejercicios militares “Okean”, practicó con su Aviación Naval la vigilancia e interdicción de la “yugular del petróleo”. Y que el año siguiente la URSS logró que Angola le otorgara nuevas facilidades aeronavales. Y lo mismo obtuvo en Mozambique,  que abrió el puerto de Maputo a la flota soviética,

Seguidamente Bartolomé señala que esta expansión soviética hacia el Atlántico Sur, “generó preocupación en el seno de la OTAN”, lo que no fue advertido por Argentina, enumera múltiples evidencias de ello. Tal como la postura manifestada entre 1969 y 1972 por el Comandante Militar de esa alianza, William Walker, que criticaba la ausencia militar de Occidente en la zona.

Luego en 1972 la Asamblea de la OTAN recomendó al Consejo que incrementara su vigilancia en el Atlántico Sur, y que el SACLANT (Comando Supremo Aliado en el Atlántico) protegiera a los convoyes occidentales en la zona del Cabo de Buena Esperanza. Y al año siguiente el RU propuso a la OTAN que se dispusiera en la zona del Cabo una fuerza antisubmarina conjunta.

En 1976 tras el acceso soviético a Angola, el presidente del Comité Militar de la OTAN, Peter Hill Norton, afirmó que “existía un peligroso vacío de poder en áreas marítimas próximas al África Meridional”. Y al año siguiente Sir Neil Cameroon, perteneciente al Estado Mayor de la Defensa del RU, expresó en una reunión de la OTAN que esta podría verse obligada a “entrar en guerra periféricas para garantizar su participación en los recursos mundiales”. ,

Ese mismo año el Comité de Planes de Defensa de la OTAN “comenzó a examinar las posibilidades de fortalecer su presencia en el Atlántico Sur… para contrarrestar la creciente amenaza soviética en la zona”. Al mismo tiempo el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, consideró que: “África había dejado de ser una zona de interés estratégico marginal y que el Kremlin pretendía cambiar radicalmente el equilibrio mundial de poder, asegurándose posiciones en los flancos del continente africano y desde allí interferir las LCM vitales para el funcionamiento de las economías capitalistas”.

Lo mismo opinó poco después el almirante estadounidense Isaac Kidd, al abandonar el cargo de SACLANT: “Nuestras deficiencias más graves en materia de reabastecimiento tienen su origen en el problema del control de los mares fuera de la zona de la OTAN, es decir, al sur del Trópico de Cáncer”.

En 1980 señala Bartolomé, aparecen tres evidencias más al respecto. Una es el informe publicado en la Revista de la OTAN, donde se expresaba que la alianza debía tener “bases y una presencia naval amistosa en áreas clave, siendo una de ellas el litoral atlántico de África”. Y que era necesario concretar ejercicios militares en los océanos Indico y Atlántico Sur, “donde se debía establecer una presencia militar efectiva semejante a la Fuerza Naval Permanente del Atlántico (STANAVFORLANT)”.

Si este plan no era viable planteaba como alternativas, “la aplicación del modelo de cooperación angloamericana de Diego García en nuevos enclaves, o que Gran Bretaña, poseedora de territorios en las regiones mencionadas, desarrollara sus intereses marítimos en ultramar, mientras los otros miembros de la Alianza asumían parcialmente su responsabilidad en el Atlántico Nororiental.” Siendo esto precisamente lo que ocurrió en Malvinas en 1982.

La otra evidencia señalada por Bartolomé correspondiente a ese año, era la exigencia originada en círculos de la OTAN para restablecer contactos militares con Sudáfrica, que soportaba el embargo por el apartheid. Al respecto el almirante Train del SACLANT, expresó ante el Comité del Atlántico Europeo de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, el deseo de volver a utilizar la base Simonstown, cercana a Ciudad del Cabo, “en el marco de una estrategia destinada a contener la creciente intervención soviética en la zona”.

Como tercera evidencia Bartolomé  señala el informe del Instituto Real de Servicios Unidos (RUSI) de Londres, que recién se difundió  en febrero de 1982. Donde se reafirmó la dependencia de la Comunidad Europea del petróleo y las materias primas de ultramar, y la vulnerabilidad de sus rutas en África y el Golfo Pérsico. Sugiriendo en consecuencia a las naciones europeas “desplegar coordinadamente sus fuerzas navales al sur del Trópico de Cáncer para asegurar las LCM del Atlántico Sur e Indico”.

Bartolomé señala que en 1981 la OTAN “adoptó una actitud que no se había registrado en años anteriores… en la reunión de ministros de Defensa del mes de mayo, se habló de la posibilidad de enviar fuerzas allende las fronteras noratlánticas “para desanimar una invasión o responder a pedidos de ayuda”.” Apuntando que eso se plasmó en los ejercicios Safe Pass (Paso Seguro), realizados en marzo de 1982 en el mar Caribe, una zona fuera de la jurisdicción de la OTAN, situada por debajo del Trópico de Cáncer.

Seguidamente Bartolomé da cuenta del debate que existió por entonces en la OTAN, respecto si podía operar por fuera de su jurisdicción establecida en el artículo 5 del tratado, que alcanza solo a Europa y Norteamérica, hasta el trópico de Cáncer. Y ante el resultado negativo del mismo, por requerir una reforma del tratado constitutivo, siguió vigente la postura de que todo despliegue militar en el Atlántico Sur no correspondía oficialmente a la OTAN, pero si lo podían hacer por su cuenta sus países miembros.

Los motivos de EEUU

Bartolome da cuenta que las preocupaciones de la OTAN respecto la presencia naval soviética en el Atlántico Sur, se “replicaron en el líder hegemónico EEUU”. Apuntando que ya en 1976, tras la apertura de Angola de sus puertos a los buques soviéticos, el almirante Shear, delegado de EE.UU. a la VIII Conferencia Naval Interamericana, declaró:

“Si bien el Atlántico Norte y sus líneas de comunicación entre Este y Oeste siguen siendo lazos vitales para la OTAN, cada vez es más evidente que los océanos del mundo no existen en aislamiento sino que, por el contrario, sirven de enorme carretera interconectada. El negar el uso de una parte de esa carretera, particularmente de una parte que confiere acceso a zonas y recursos de tanta importancia como los que proporciona el Atlántico Sur, podría ser perjudicial para el bienestar económico y, en última instancia, para la estabilidad económica de Europa Occidental”.

Seguidamente Bartolomé describe el proceso de expansión de la URSS que se dio por entonces, que culminó con la invasión de Afganistan en 1979, y de perfeccionamiento de su armamento militar convencional y nuclear. Y su estrategia para reducir la influencia global de EEUU y Occidente, amenazando a la par Europa y Occidente “con los cortes de suministros vitales para la manutención del esfuerzo bélico, sea por privación de sus fuentes en el Tercer Mundo o por bloqueo de las LCM”.

Bartolomé señala que en ese contexto crítico para Occidente, accedió a la presidencia de EEUU Ronald Reagan. Quien relanzó una política de contención de la URSS, y tenía para ello como principal respaldo externo a Gran Bretaña, con la jefatura de su gobierno a cargo de Margaret Thatcher. Quien había sido la primera en aceptar que EEUU desplegara en su territorio baterías de misiles, para equilibrar los que había desplegado la URSS detrás dela Cortina de Hierro.

Por ello apunta Bartolomé, para EEUU “la permanencia de esa dirigente conservadora en el poder resultaba fundamental, pues ella había dejado en claro que respaldaría de manera irrestricta las iniciativas de su aliado”. Quien en 1980, “como prueba la naturaleza especial de la relación bilateral” había dicho: “Cuando los norteamericanos enfrenten dificultades debemos decir con claridad: estamos con ustedes. Esta colaboración debe ser desarrollada aún más para oponerse a problemas producidos fuera de Europa”.

Bartolomé señala también que  el secretario de Estado de Reagan, era el general Alexander Haig, quien venía de desempeñarse como Comandante Supremo Aliado en Europa (SACEUR) de la OTAN. Apuntando que desde ese cargo “Haig había advertido en más de una ocasión que la alianza descuidaba la penetración soviética en África y Medio Oriente, a costa de su propia seguridad; esta línea de pensamiento la reafirmó en su nuevo puesto político, declarando en 1981: “Siempre pensé que nuestra (de EE.UU.) capacidad y voluntad de intervención en el Tercer Mundo, fuera del marco formal de la OTAN, es de hecho un trabajo que incumbe a la Alianza porque incumbe a la seguridad de todos los países miembros” .

Seguidamente Bartolome expresa que era notable que “la desfavorable situación estratégica y geopolítica que se registraba en el Atlántico Sur no pasaba desapercibida por aquellos tiempos en Washington”.  Señalando que el Informe Santa Fe-I, elaborado para el presidente Reagan, aludió en forma clara al Atlántico Sur diciendo:

“Los EE.UU. deben tomar la iniciativa o morir (…) la URSS, actuando en base a su creciente superioridad militar, está estrangulando a los países industrializados en Occidente por la interdicción de sus recursos de petróleo y minerales (…) nunca nuestro país se encontró en una situación tan arriesgada en relación a su flanco sur” .

Seguidamente Bartolome interroga “¿Si el dossier del Comité de Santa Fe llamaba a la toma de iniciativas concretas para frenar el avance soviético en el Atlántico Sur, dentro del abanico de alternativas posibles cuál era la opción que parecía primar en el gobierno republicano?”.  Y apunta como respuesta, conforme lo señalado previamente: “fortalecer la presencia en el área sudatlántica del Reino Unido, su aliado histórico, con la idea de emplear eventualmente sus posiciones en la zona como plataformas de proyección de poder.

Y a continuación afirma: “Lo antedicho no obedece a un planteo conspirativo, sino que se desprende de fuentes oficiales de EEUU. Más concretamente, del Plan para los Océanos Libres (Free Oceans Plan), un documento aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional en enero de 1980, tras el acceso de Reagan al poder. Este reporte de enorme importancia… que no está contemplado en los análisis publicados en Argentina sobre el conflicto, señala textualmente:

“Aún cuando los EE.UU. pueden contar con un apoyo efectivo y duradero de la Unión Sudafricana y de la República de Chile y eventualmente de la Argentina, que facilita la ejecución de sus planes para el extremo sur de los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña. Esta debe ser nuestra principal aliada en esa área, no sólo porque es nuestra amiga más confiable en el orden internacional, sino porque todavía ocupa diversas islas en el Atlántico Sur que en caso de necesidad podrían convertirse en bases aeronavales, de acuerdo con el modelo de Diego García, o en puntos de apoyo logístico como la isla Ascención. Gran Bretaña debe ser alentada a mantener aquellas islas bajo su soberanía ante cualquier circunstancia, incluso en los casos que la Argentina reclama para sí, como las Falklands, las Sandwich y las Georgias del Sur”.

Bartolomé afirma que importancia estratégica de estas islas como plataformas de proyección de poder, fue reconocida meses después de la emisión del Free Oceans Plan por el secretario de Marina estadounidense, Edward Hidalgo, quien declaró públicamente que las islas eran “dos fantásticos portaaviones”.  Señalando además que el Atlántico Sur, son las únicas con capacidad para “albergar importantes contingentes navales… y su utilidad como base naval está respaldada por importantes antecedentes correspondientes a las dos guerras mundiales del siglo pasado”.

La importancia estrategia de ellas Bartolomé la recalca, citando la publicación británica Intelligence Digest de agosto de 1980, donde se incluyó a las Malvinas como un probable punto de conflicto (“flashpoint”) a mediano plazo, “si  triunfaba en el archipiélago un movimiento independentista que ofreciera instalaciones logísticas a la URSS, reclamando que EEUU colaborara con Gran Bretaña en la retención del archipiélago. ¿Por qué causa Washington debería asumir ese compromiso con el status quo británico, contrario a su proclamado anticolonialismo, si esas islas no tenían valor estratégico?”

Los preparativos del RU para la guerra

Bartolomé señala que el presupuesto de Defensa de 1980 del RU, preveía que sus Fuerzas Armadas debían estar capacitadas para operar eficazmente fuera del espacio de la OTAN. Citando a continuación como ejemplo de ellos el envío de fuerzas de tareas al Oceáno Indico, al Golfo Pérsico, a Hong Kong y Nuevas Hébridas, etc.

Apuntando que “en junio de 1981 el titular de la cartera de Defensa británica hizo pública su intención de reanudar a partir de 1982 la práctica de enviar un importante grupo de tareas navales en una larga misión de visitas y ejercicios al Atlántico Sur… para ese año el total de la flota real se había dividido en tres fuerzas que “mostrarían el pabellón”; una de las referidas flotillas tenía previsto visitar las Islas Malvinas”.

Yendo al núcleo de la cuestión Bartolomé afirma que Gran Bretaña inició planes militares para defender e incluso recuperar las islas, un año antes que nuestro país las ocupara, en febrero de 1981. “Específicamente el pedido fue efectuado por el Foreign Office al ministerio de Defensa e incluyó el análisis de la capacidad británica para responder militarmente diversas acciones argentinas, sus posibilidades de éxito y sus costos.”

“Este análisis culminó en septiembre de 1981 y el día 14 de ese mes fue aprobado por los máximos jefes de las FFAA; básicamente, el mismo incluía básicamente como principales opciones, disuadir a la Argentina de ocupar las Malvinas o recuperar éstas en una fase ulterior.”

La complicidad de EEUU

Bartolomé señala seguidamente como “un hecho fundamental”, que el desembarco del 2 de abril en la islas por parte de Argentina, contó con el guiño favorable de la administración Reagan, tal cual lo había anticipado Vernon Walters. Apuntando que “ya detonada la crisis de Georgias, Thomas Enders, secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, le comunicó personalmente al canciller argentino Nicanor Costa Méndez que en caso de una ocupación de las Islas Malvinas por parte de nuestro país, Washington asumiría una posición “hands off” (“manos afuera”, es decir, no involucramiento)”.

“Por la misma época Galtieri también habría interrogado a Walters sobre la postura de la Casa Blanca frente a una hipotética recuperación argentina del archipiélago de marras; la respuesta recibida también hablaba de neutralidad, aunque la supeditaba a que no se registraran bajas británicas o de isleños durante la operación militar. Y tres días antes de la ejecución de la operación militar argentina de recuperación, la neutralidad que observaría la administración Reagan fue ratificada por el almirante Thomas Hayward, Comandante de Operaciones Navales de la armada estadounidense, quien arribó a nuestro país el 29 de marzo.”

A continuación Bartolomé señala que durante el desarrollo y evolución de la guerra de 1982, “Gran Bretaña contó con el respaldo directo de EEUU y el apoyo tácito de la OTAN. Este apoyo tácito consistió en el consentimiento para que el Reino Unido destine a sus operaciones en el Atlántico Sur a medios aéreos, terrestres y navales asignados a los teatros europeos, así como el uso de instalaciones aliadas.”

Bartolomé enumera que esos medios “incluían 2 portaaviones; 5 destructores; 7 fragatas; 2 o 3 submarinos nucleares; 2 buques de asalto; buques de desembarco logístico; vehículos blindados y artillería; aviones de reaprovisionamiento Victor y toda la brigada del III Comando de Infantería de Marina… En lo referente a instalaciones aliadas, se incluyó en este rubro la base portuguesa de Lajes, en las Islas Azores.

En lo que hace al respaldo de EEUU al RU, y la mediación de su secretario de Estado general Haig, Bartolomé cita la palabras que pronunció en su primera visita a Londres en el marco de esa gestión: “No vine a Londres con la idea de urgir a la señora Thatcher un compromiso sobre principios. Mi propósito era precisamente el opuesto. Vine a asegurarle que tenía el apoyo de EE.UU. en el correcto curso de acción. Estoy en Londres para ayudar a los británicos (…) somos plenamente sensibles a los sentimientos británicos con relación a las Falklands”.

También cita los conceptos que emitió John Lehman, por ese entonces secretario de Marina de EEUU: “Todo empezó cuando se ordenó la partida de la Fuerza de Tareas… simplemente mucha gente en el gobierno no sabe lo estrecha que es la relación entre las marinas de los dos países y no sabrán entonces cuánto estaba pasando por esos canales en forma de apoyo directo para las Falklands. No hubo necesidad de establecer una nueva relación porque siempre existió una, y se trataba solamente de levantar el volumen”.

Seguidamente enumera la ayuda que EE.UU. proporcionó al RU en sistemas de armas, apoyo logístico, información, e inteligencia. Detallando en el primer rubro, misiles aire-aire Sidewinder AIM-9L; misiles tierra-aire Stinger; equipos de comunicaciones; superficies artificiales para armar pistas de aterrizaje para aviones Harrier; equipos para recuperación de material hundido; cañones antimisil Phalanax; aviones tanque; bombas con guiado láser Paveway; municiones altamente explosivas; visores nocturnos; misiles antirradar Shrike AGM-45; cohetes aire-tierra cal. 50 mm, y sistemas de software para guerra electrónica.

En cuanto al apoyo logístico Bartolomé menciona el transporte del material mediante aviones Galaxy y buques de carga propios; el combustible aéreo y naval empleado; y las facilidades del aeropuerto Wideweake en la Isla Ascención, precisando: “Entre abril y junio de 1982 los británicos efectuaron desde ese aeródromo 10 mil vuelos hacia el foco de conflicto empleando accesoriamente sus instalaciones como depósito de repuestos para la fuerza de tareas y centro logístico general de todo el cuerpo expedicionario”.  Además en ella EE.UU “montó un oleoducto de 4,2 Km entre las mismas y el fondeadero, amplió la longitud de sus pistas para facilitar su uso por los bombarderos estratégicos Vulcan e instaló una estación de radar en la cima de Monte Verde.”

En cuanto la colaboración estadounidense en materia de inteligencia, Bartolomé señala que “fue igualmente vital. Las redes de la CIA en Argentina transfirieron constantemente información a sus pares británicos del MI-6; se recolectaron fotos satelitales de alta resolución a través de ingenios Big Bird, lanzados el 11 de mayo; se interceptaron las comunicaciones militares cifradas argentinas a través de un satélite lanzado desde California mediante un vector 3D-Titan, decodificándolas en instalaciones de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA); además, se cubrieron las brechas en tiempo y espacio entre los barridos satelitales sobre Argentina y el Atlántico Sur con aviones espía Blackbird SR-71.

Tras mencionar que lo descripto “en modo alguno constituye la totalidad de la colaboración” por parte de EEUU, Bartolomé vuelve a citar al secretario de Marina de EEUU, Lehman, quien “indicó en forma contundente que Gran Bretaña hubiera tenido que retirarse de las Malvinas si la administración Reagan no le hubiera proporcionado ayuda.”

OTAN OTAN que grande sos

Bartolomé apunta que durante la guerra, “en el más alto nivel del gobierno de Thatcher se discutían diferentes opciones respecto al empleo militar del archipiélago: una base de la OTAN, instalaciones británicas o una base de EE.UU. que también podría ser empleada por el Reino Unido, en este último caso siguiendo el modelo aplicado en Ascención.

Señala seguidamente que tras la guerra recrudecieron las versiones al respecto, y que en la llamada “cumbre de Bonn” concretada trascartón, los jefes de gobierno de la OTAN reconocieron “que la crisis del petróleo (1973), la ocupación soviética de Afganistán (1979), la revolución islámica de Irán (1979) y el conflicto de las Malvinas eran hechos que demostraban que la política de seguridad de la OTAN no podía restringirse, y en lo sucesivo no lo haría, a los límites geográficos que le imponía su texto fundacional . Las Malvinas se incluían así en la política de seguridad atlántica.”

Bartolomé efectúa seguidamente varias citas autorizadas en el mismo sentido. La del ministro de Relaciones Exteriores del RU, John Nott, quien en diciembre de 1982 “calificó a las Malvinas como un portaaviones imposible de hundir de la OTAN y una base clave en su retaguardia”. La del ex titular de ese ministerio Michael Haseltine, quien en 1983 expresó en Washington que “la base militar de Malvinas estaba preparada para ser utilizada en defensa del Mundo Libre y en el marco del conflicto Este-Oeste”. La de “la propia Thatcher en una entrevista concedida a la revista Time en 1983 y en su discurso ante los legisladores del Capitolio en 1985.

La de Lord Buxton, del Comité de Defensa del Parlamento del RU, quien vinculó “la importancia de las Malvinas con la constante expansión mundial de la Armada soviética… como asiento útil para enfrentar agresiones soviéticas en el área”. La del parlamentario Bruce George, quién afirmó que “la presencia británica en el lugar se justificaba no sólo a los fines nacionales, sino también a los de la OTAN”. La de la baronesa Elles, quien consideró que “la base malvinense tenía un significado estratégico especial frente a las actividades sudatlánticas de la URSS.

La del almirante estadounidense Harry Train, quien durante la guerra se había desempeñado como jefe del SACLANT de la OTAN. Y al visitar Buenos Aires en 1987, “admitió públicamente que las islas Malvinas tienen utilidad como base para aviones antisubmarinos en la defensa del puente marítimo que conecta EEUU y Europa Occidental con las fuentes de energía y recursos africanos y mesoorientales.”

La del responsable financiero de las islas Malvinas, Harold Rowlands quién declaró ante la prensa brasileña que la base de Mount Pleasant, “se insertaba dentro de los esquemas de la OTAN”. La del general griego Kostas Konstantinidis, que había ocupado importantes puestos en la OTAN. Quien en una entrevista, aseguró que “lo sucedido en las Islas Malvinas era un ejemplo de la voluntad de la Alianza de expandir sus límites de acción; confirmó la consideración del triángulo Malvinas – Ascención – Diego García por parte de la organización; y ratificó que la principal utilidad militar de las Malvinas en caso de conflicto Este-Oeste se vinculaba con el control de los pasos marítimos interoceánicos.”

El ocultamiento de la verdad por parte del RU

En el final de su nota Bartolomé señala que para la profundización de su tesis, “no se podrá contar con la colaboración británica: en 1984, sin mediar justificación, Thatcher amplió de treinta a noventa años (hasta el 2072) la duración de la clasificación que pesa sobre los archivos del conflicto, en el marco de las Actas de Secretos Oficiales. Esta restricción no dejó de tener efecto a fines del año pasado, cuando se desclasificaron unos 3.500 documentos británicos relacionados con este caso; sin embargo, muchos otros documentos precalificados en los años 90 como aptos para una próxima desclasificación, fueron clausurados por cuatro décadas más y, en algunos casos, sometidos a un plazo indefinido”.

El camino a la verdad y a la resolución del conflicto de Malvinas resulta entonces muy claro: frente la pretensión del RU de que se reconozca  la autodeterminación de los isleños, para la debida información de todos Argentina debería exigir ante el mundo que el Reino Unido libere toda la documentación clasificada relacionada con la trágica guerra de 1982.-

Ver también:
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