Biden y la debacle de EEUU, el ex imperio del amor y del temor

Con la sagacidad que lo caracteriza, el profesor Michel Hudson hunde el dedo en la llaga de la debacle actual de EEUU, en una reciente nota que publicó con el sarcástico título: “Biden renuncia a su victoria afgana al defender a sus asesores del “Deep State”. Según Hudson, EEUU se acostumbró a optar generalmente, no […]

Joe Biden, debacle EEUU, Afganistán

Con la sagacidad que lo caracteriza, el profesor Michel Hudson hunde el dedo en la llaga de la debacle actual de EEUU, en una reciente nota que publicó con el sarcástico título: “Biden renuncia a su victoria afgana al defender a sus asesores del “Deep State”.

Según Hudson, EEUU se acostumbró a optar generalmente, no por la zanahoria, sino por el palo; no por el soft power, sino por el hard power. En cuyo arsenal también figura según Hudson, el arma de las deudas externas impagables. Conducta que se agravó notablemente al llegar a la hegemonía, tras la caída de la URSS en los ‘90

Impulsado a ello por el “complejo militar industrial”, de dimensiones cada vez más monstruosas, respecto cuyos peligros advirtió tempranamente el general y presidente de EEUU Dwight “Ike” Eisenhower. Y por el Estado Profundo (“Deep State”) consistente en un complejo de inteligencia cada vez más extenso y global, penetrado por esos mismos intereses y los de Israel.

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Ejemplificando el uso inteligente de la zanahoria y el palo, Theodore Roosevelt decía “habla suavemente y lleva un gran palo, llegarás lejos”. Era en tiempos en que EEUU promovía los golpes militares y palaciegos en su “patio trasero” de América Latina y Medio Oriente, y emprendía guerras defendiéndose de supuestas agresiones. Como la voladura del Maine en Cuba, en la guerra contra España. O el hundimiento del Lusitania y la supuesta intención de Alemania de apoyar a México, para recuperar Texas, Nuevo México y Arizona, que justificó el ingreso de EEUU en la Primera Guerra Mundial.

Pero a la par conquistaba a gran parte del mundo con el el jazz, el tap o zapateo americano, el blues, el foxtrot, desarrolladas por sus minorías discriminadas de africanos e irlandeses; el rocanrol, el jean y las películas de cowboy de Hollywood, con el “muchachito”,  y el batallón de infantería que irrumpía a último momento, para exterminar a indios, japoneses, nazis, coreanos, etc; y Disney, el Pato Donald, y Disneylandia.

Por ello algunos autores de entonces, hablaban de EEUU, como el “imperio del temor y el amor”. Pero ese “encanto” a partir de los bombardeos de Bill Clinton sobre Belgrado, para que aceptara la  disolución  de Yugoeslavia; las aventuras bélicas de George W. Bush en medio Oriente, y la caotización de diversos países de Medio Oriente y el Norte de Africa por parte de Barack Obama, ha desaparecido casi enteramente. Siendo el último eslabón de esa cadena de desaciertos, por ahora, la caída de Kabul similar a la de Saigón.

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Seguidamente Stripteasedelpoder publica la traducción de la mencionada nota de Hudson. Quien es un veterano de Wall Street, profesor e investigador distinguido de economía en la Universidad de Missouri en Kansas City (UMKC), y editor del sitio Michel Hudson, referido a bienes raíces, y el poder financiero que ha desquiciado la economía del mundo.

Biden renuncia a su victoria afgana al defender a sus asesores del “Deep State”

Por Michael Hudson. Traducción de Leonardo Del Grosso desde Michael Hudson

Joe Biden, debacle EEUU, Afganistán

Michael Hudson

Joe Biden, debacle EEUU, Afganistán

En su discurso de las 4 de la tarde del lunes (16 de agosto) el presidente Biden colocó una popular envoltura con agitar de banderas a la retirada forzada de Estados Unidos de Afganistán. Era como si todo esto obedeciera a las propias intenciones de Biden, no una demostración de las garantías totalmente incompetentes de la CIA y el Departamento de Estado, tan recientemente como el viernes pasado, de que los talibanes estaban a más de un mes de poder ingresar a Kabul.

En lugar de decir que el apoyo público masivo para que los talibanes reemplazaran a Estados Unidos, mostraba la arrogancia incompetente de las agencias de inteligencia estadounidenses, lo que en sí mismo habría justificado el acuerdo de Biden de completar la retirada de EEUU de Afganistán con toda prisa, Biden redobló su discurso en su defensa del Estado Profundo y su mitología.

El efecto fue mostrar cuán drásticos son sus propios conceptos erróneos y cómo continuará defendiendo el aventurerismo neoconservador. Lo que durante más o menos una hora pareció una restauración de relaciones públicas se está convirtiendo en un desenlace de cómo la fantasía estadounidense todavía intenta amenazar a Asia y el Cercano Oriente.

Al poner todo su peso detrás de la propaganda que ha guiado la política estadounidense desde que George W. Bush decidió invadir después del 11 de septiembre, Biden desperdició su mayor oportunidad de romper los mitos que lo llevaron a sus propias malas decisiones de confiar en funcionarios militares y estatales de EE.UU. (y sus contribuyentes de campaña).

Su primera pretensión fue que invadimos Afganistán para tomar represalias contra “su” ataque a Estados Unidos el 11 de septiembre. Ésta es la mentira fundamental de la presencia estadounidense en el Cercano Oriente. Afganistán no nos atacó. Arabia Saudita lo hizo.

Biden trató de confundir sobre el asunto diciendo que “nosotros” fuimos a Afganistán para tratar con (asesinar) Osama Bin Laden, y después de esta “victoria”, decidimos quedarnos y “construir la democracia”. Un eufemismo para crear un Estado cliente de EE.UU. (cualquier estado de este tipo es llamado “democracia”, que simplemente significa pro-estadounidense en el vocabulario diplomático actual).

Casi nadie pregunta cómo llegó Estados Unidos a Afganistán. El presidente Jimmy Carter (1977 – 1981. Nota del traductor) fue engañado por el polaco odiador de Rusia, Brzezinski, y creó Al Qaeda para actuar como legión extranjera de Estados Unidos, que posteriormente se expandió incluyendo al I.S.I.S. (Islamic State of Irak and Siria) y otros ejércitos terroristas contra países donde la diplomacia estadounidense busca un cambio de régimen.

La alternativa de Carter al comunismo soviético fue el fanatismo wahabí (una rama fundamentalista del islam. Nota del traductor), que solidificó la alianza de Estados Unidos con Arabia Saudita. Carter dijo memorablemente que al menos estos musulmanes creían en Dios, al igual que los cristianos. Pero el ejército del fundamentalismo wahabí fue patrocinado por Arabia Saudita, que pagó por armar a Al Qaeda para luchar contra los musulmanes sunitas y, desde el principio, contra el gobierno afgano respaldado por Rusia.

Lo que es tan típico de la mentalidad agresiva de la Guerra Fría de Estados Unidos es que podría haber ganado Afganistán mucho más fácilmente (y a un costo mucho menor) mediante la miel, al tener mucho más que ofrecer económicamente que Rusia. Documentos publicados de los archivos soviéticos muestran que:

Ninguno de los documentos soviéticos enumera a los terroristas que ingresaron a la URSS como una preocupación en 1979. La preocupación soviética era la incompetencia y lo peor de sus clientes comunistas afganos, la influencia soviética en declive (mucho menos control) en el país y la posibilidad de que Afganistán se fuera con los estadounidenses.

Los documentos del Politburó soviético que estuvieron disponibles por primera vez en la década de 1990 muestran que el verdadero temor soviético era que el jefe del régimen comunista afgano, Hafizullah Amin, estuviera a punto de pasarse a los estadounidenses. (El presidente egipcio Anwar Sadat cambió espectacularmente en 1972, expulsó a miles de asesores soviéticos y se convirtió en el segundo mayor receptor, después de Israel, de ayuda exterior estadounidense).

https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/afghanistan-russia-programs/2019-01-29/soviet- invasion-afghanistan-1979-not-trumps-terrorists-ni-zbigs-warm-water-ports

La preferencia de EEUU en el uso de la fuerza

Esta política es anterior al presidente Carter, por supuesto. Fue endémica en la estrategia estadounidense orientada al uso de la fuerza de la Guerra Fría desde la década de 1950. Hace más de 60 años, por ejemplo, asistí a una reunión con los representantes de Fidel Castro que trataban de obtener el apoyo del Partido Demócrata y Kennedy para el derrocamiento del régimen de Batista.

Imaginando que eran los republicanos y los hermanos Dulles los de línea dura, los representantes de Castro esperaban que la diplomacia entrante del Partido Demócrata encontraría su propio interés en brindar apoyo económico, para ayudar a la economía cubana a recuperarse de la dictadura corrupta. Mi padre les advirtió que los demócratas estarían igualmente orientados hacia el uso de la fuerza.

En mis visitas a Cuba era obvio que la población, e incluso muchos funcionarios del gobierno, habrían acogido con agrado un acuerdo por el cual aflojaban su política económica castrista a cambio de ayuda estadounidense. Estados Unidos nunca ha intentado utilizar esta táctica en el Caribe o América Latina, como tampoco lo ha hecho en Afganistán. Esa es la mentalidad neoconservadora: “Hazlo por la fuerza, no le des a ningún otro país una opción”.

Una compensación “basada en el mercado” de la ayuda por la aquiescencia de la política económica, no es la política de Estados Unidos. Ofrecer una zanahoria todavía deja la elección al adversario designado de Estados Unidos. La única forma de asegurarse de que un país obedecerá es enfrentarlo con la fuerza bruta. Esa es la mentalidad detrás del apoyo de Estados Unidos a Maidan y los banderistas neonazis que se oponen a Rusia, en lugar de simplemente tratar de ayudar a reformar Ucrania.

Y así ha sucedido en Afganistán. Después de Carter, George W. Bush y Barack Obama financiaron a Al Qaeda (en gran parte con el oro saqueado de la destrucción de Libia) para luchar por los objetivos geopolíticos y el petróleo de Estados Unidos en Irak y Siria. Los talibanes, por su parte, lucharon contra Al Qaeda.

Por lo tanto, el verdadero temor de Estados Unidos no es que los propios EE.UU. puedan respaldar a la legión extranjera wahabí de Estados Unidos, sino que los talibanes harán un trato con Rusia, China y Siria para servir como un enlace comercial desde Irán hacia el oeste.

El ejército afgano no lucho para EEUU

El segundo mito de Biden fue culpar a la víctima al afirmar que el ejército afgano no lucharía por “su país”, a pesar de las garantías de los representantes instalados por Estados Unidos de que usarían dinero estadounidense para construir la economía. También dijo que el ejército no luchó, lo que se hizo evidente durante el fin de semana.

Joe Biden, debacle EEUU, Afganistán

La fuerza policial tampoco luchó. Nadie luchó contra los talibanes para “defender su país”, porque el régimen de ocupación estadounidense no era “su país”. Una y otra vez, Biden repitió que Estados Unidos no podría salvar a un país que no se “defendería”. Pero el “sí mismo” era el régimen corrupto que simplemente se estaba embolsando el dinero de la “ayuda” estadounidense.

La situación era muy parecida a la que se expresaba en el viejo chiste de que el llanero solitario y Tonto se encontraban rodeados de indios. “¿Qué vamos a hacer, Tonto?” Preguntó el Llanero Solitario.

Tonto respondió “¿Qué quieres decir con ‘nosotros’, hombre blanco?”. Esa fue la respuesta del ejército afgano a las demandas de Estados Unidos de que lucharan por la fuerza de ocupación corrupta que habían instalado. Su objetivo es sobrevivir en un nuevo país, mientras que en Doha, Qatar, el liderazgo talibán negocia con China, Rusia e incluso Estados Unidos para lograr un modus vivendi.

Entonces, todo lo que el mensaje de Biden significó para la mayoría de los estadounidenses, era que no desperdiciaríamos más vidas y dinero en guerras por una población ingrata que quería que Estados Unidos luchara por ella.

El presidente Biden podría haber salido y aclarado la culpa diciendo: “Justo antes del fin de semana, mis generales del ejército y mis asesores de seguridad nacional me dijeron que los talibanes tardarían meses en conquistar Afganistán y, sin duda, tomar el control de Kabul, que supuestamente sería una pelea sangrienta”. Podría haber anunciado que está eliminando el liderazgo incompetente arraigado durante muchos años, y creando un grupo más basado en la realidad.

Pero, por supuesto, no pudo hacer eso, porque el grupo es el neoconservador Deep State (“Estado profundo”) basado en la irrealidad. No estaba dispuesto a explicar cómo “es obvio que el Congreso y yo hemos estado mal informados y que las agencias de inteligencia no tenían ni idea del país sobre el que informaban durante las últimas dos décadas”.

Podría haber reconocido que los afganos dieron la bienvenida a los talibanes a Kabul sin luchar. El ejército se hizo a un lado y la policía se hizo a un lado. Parecía haber una fiesta que celebraba la retirada estadounidense. Los restaurantes y los mercados estaban abiertos, y Kabul parecía gozar de una vida normal, excepto por la confusión en el aeropuerto.

Supongamos que Biden hubiera dicho lo siguiente: “Dado este consentimiento en el apoyo a los talibanes, obviamente estaba en lo cierto al retirar las fuerzas de ocupación estadounidenses. Al contrario de lo que se dijo al Congreso y al Poder Ejecutivo, no había apoyo de los afganos a los estadounidenses. Ahora me doy cuenta de que para la población afgana, los funcionarios del gobierno que Estados Unidos instaló simplemente tomaron el dinero que les dimos y lo pusieron en sus propias cuentas bancarias en lugar de pagarle al ejército, la policía y otras partes de la sociedad civil”.

En cambio, el presidente Biden habló sobre haber realizado cuatro viajes a Afganistán y cuánto sabía y confiaba en los poderes que las agencias estadounidenses habían instalado. Eso lo hacía parecer crédulo. Incluso Donald Trump dijo públicamente que no confiaba en los informes que le dieron y que quería gastar dinero en casa, en manos de sus propios contribuyentes de campaña en lugar de en el extranjero.

Biden podría haber captado este punto diciendo: “Al menos hay un lado positivo: no gastaremos más de los 3 billones de dólares que ya hemos invertido allí. En su lugar, ahora podemos permitirnos usar el dinero para levantar la infraestructura nacional de EE.UU.”.

Pero, en cambio, el presidente Biden redobló lo que le habían dicho sus asesores neoconservadores y lo que estaban repitiendo en los canales de noticias de televisión todo el día: el ejército afgano se había negado a luchar “por su país”, es decir, la fuerza de ocupación apoyada por Estados Unidos, como si esto fuera realmente autogobierno afgano.

Los medios de comunicación están mostrando fotografías del palacio afgano y de una de las oficinas del señor de la guerra. Lo tomé dos veces, porque los lujosos y miserables muebles en exceso se parecían a los muebles McMansion de 12 millones de dólares de Obama en Martha’s Vineyard.

Recuerdos de Vietnam

Los funcionarios de Obama están siendo sacados a relucir por las ruletas de noticias. En MSNBC, John Brennan advirtió a Andrea Mitchell al mediodía que los talibanes podrían ahora respaldar a Al Qaeda en una nueva desestabilización e incluso usar Afganistán para montar nuevos ataques contra Estados Unidos.

El mensaje fue casi, palabra por palabra, lo que se les dijo a los estadounidenses en 1964: “Si no luchamos contra el Vietcong en su país, tendremos que luchar contra ellos aquí”. Como si cualquier país tuviera una fuerza armada lo suficientemente grande como para conquistar cualquier nación industrializada del mundo actual.

Joe Biden, debacle EEUU, Afganistán

Todo el elenco del escuadrón de “bombardeo humanitario” de Estados Unidos estaba allí, incluido su brazo de hostigamiento, las organizaciones de fachada del Partido Demócrata creadas para cooptar a las feministas para instar a que se bombardee Afganistán hasta que trate mejor a las mujeres.

Uno solo puede figurarse cómo la imagen de Samantha Power, Madeline Albright, Hillary Clinton, Susan y Condoleezza Rice, sin mencionar a Indira Gandhi y Golda Maier, hará que los talibanes quieran crear su propia generación de mujeres ambiciosas y educadas como estas.

El presidente Biden podría haberse protegido de las críticas republicanas recordando a su audiencia televisiva que Donald Trump había instado a retirarse de Afganistán ya la primavera pasada, y ahora, en retrospectiva, que el Estado Profundo se equivocó al desaconsejar esto, pero que Donald tenía razón. Después de todo, eso es lo que reconocía su orden de retirada. Esto podría haber eliminado al menos algunas críticas de Trump.

En cambio, Brennan y los generales que trotaban frente a las cámaras de televisión criticaron a Biden por no prolongar la ocupación hasta el otoño, cuando el clima frío disuadiría a los talibanes de luchar. Brennan declaró en el noticiero de Andrea Mitchell que Biden debería haber hecho una estratagema en su “El arte de romper el trato” al romper la promesa del ex presidente de retirarse la primavera pasada.

Los beneficiados con el gasto de EEUU en Afganistan

Retrasar, retrasar, retrasar. Esa es siempre la postura de los “grabitizers” (en alusión a una popular marca comercial de bocadillos empanizados y rebozados. Nota del Traductor) que se niegan a ver la resistencia acumulada, con la esperanza de tomar ellos lo que pueden conseguir durante el mayor tiempo posible. Siendo “ellos” el complejo militar-industrial, los proveedores de fuerzas mercenarias y otros destinatarios del dinero que, curiosamente, dice Biden que gastamos “en Afganistán”.

La realidad es que no se gastó mucho de estos 3 billones de dólares verdaderamente allí. Se gastó en Raytheon, Boeing y otros proveedores de hardware militar, en las fuerzas mercenarias, y se colocó en las cuentas de los representantes afganos para que Estados Unidos maniobrara para usar Afganistán para desestabilizar Asia Central en el flanco sur de Rusia y el oeste de China.

Parece que la mayor parte del mundo reconocerá rápidamente al gobierno afgano, dejando a Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña, India y quizás Samoa aislados, como un bloque recalcitrante que vive como las familias reales posteriores a la Primera Guerra Mundial que aún se aferraron a sus títulos de duques, príncipes, y otros vestigios de un mundo que había pasado.

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El error político de Biden fue culpar a la víctima y describir la victoria de los talibanes como una derrota de un ejército cobarde que no estaba dispuesto a luchar por sus mecenas. Parece imaginar que en los últimos meses se le pagó al ejército, se le proporcionó comida, ropa y armas simplemente porque los funcionarios estadounidenses dieron dinero en efectivo a sus procónsules y simpatizantes locales para este propósito.

Entiendo que no hay una contabilidad real de en qué se gastaron realmente los 3 millones de millones de dólares estadounidenses, quién consiguió los paquetes de billetes de cien dólares envueltos en plástico que pasaron a través de la burocracia de la ocupación estadounidense. (Apuesto a que los números de serie no se registraron. ¡Imagínese si eso se hiciera y los EE.UU. pudieran anunciar la desmonetización de estas notas C!).

El tardío plan B

Estados Unidos está ahora (20 años después de la época en que debería haber comenzado) tratando de formular un Plan B. Sus estrategas probablemente esperan lograr en Afganistán lo que ocurrió después de que los estadounidenses abandonaron Saigón: una economía libre para todos, que las empresas estadounidenses puedan compartir ofreciendo oportunidades de negocios.

Por otro lado, hay informes de que Afganistán puede demandar a los Estados Unidos por reparaciones por la ocupación ilegal y la destrucción que aún continúa mientras el país está siendo bombardeado en la ráfaga de ira B-52 de Biden. Tal afirmación, por supuesto, abriría las compuertas para demandas similares de Irak y Siria, y La Haya en Holanda ha demostrado ser un tribunal canguro de la OTAN.

Pero esperaría que los nuevos amigos de Afganistán en la Organización de Cooperación de Shanghai respalden tal demanda en un nuevo tribunal internacional, aunque solo sea para bloquear cualquier esperanza de las empresas estadounidenses de lograr mediante el apalancamiento financiero lo que el Departamento de Estado, la CIA y el Pentágono no pudieron lograr militarmente.

En cualquier caso, el disparo de despedida de Biden del desagradable bombardeo de los centros talibanes solo puede convencer al nuevo liderazgo de solidificar sus negociaciones con sus vecinos regionales más cercanos, con su promesa de ayudar a salvar a Afganistán de cualquier intento estadounidense, británico, o de la OTAN, de intentar regresar y “restaurar la democracia”. El mundo ha visto suficiente del “orden basado en reglas” del secretario de Estado Antony Blinken y de la pretendida historia del presidente Biden en cuya mitología se seguirá basando la política estadounidense.-

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