El voto bronca, voto fobia, o voto útil no es ninguna novedad, ya que se trata de una vieja treta electoral. Pero ha adquirido cada vez mas potencia, gracias a la omnipresencia de los medios en la vida cotidiana. Seguidamente se muestra el uso del mismo entre 1983 y el 2001, en los que el grupo CLARIN y LA NACION fueron agentes decisivos, en búsqueda de sus propios objetivos.
Por Javier Llorens
El voto bronca 1983, Alfonsín, el petróleo y la deuda externa
CLARIN y LA NACION fueron conspicuos socios del Proceso Militar, al punto de quedarse durante el mismo con Papel Prensa y la agencia de noticias DYN. No publicando a cambio ni una línea sobre sus demenciales excesos, ni aceptando solicitada alguna en reclamo de los desaparecidos. No obstante tras la derrota de Malvinas en 1982, resultó notable ver como súbitamente la obsecuencia de sus periodistas y caricaturistas se transformó en oposición furibunda. Algo parecido al fenómeno que luego sucedió con los K.
Contando para ello con el respaldo de la embajada de EE.UU., que aseguraba que habría democracia Sí o Sí. Luego de haber entrenado a los militares argentinos en los demenciales métodos de guerra sucia a la francesa, con la que se perpetró de raíz una limpieza ideológica. Y logrando que ellos con la intervención de Martínez de Hoz, endeudaran externamente al país en forma súbita y explosiva, hasta la declaración de default de 1982. Por lo cual se trataba de una democracia renga, cuyas principales decisiones de ahí en más se iban a tomar no en el país, sino en el extranjero.
Así aparecieron bizarramente los Morales Sola, Van der Koy, Cardoso, Kirschbaum, Sabat, Blanck, Vedia Mitre, Escribano, y otros. Que a su vez evidencian haber hecho escuela en esto de generar olas de voto fobia, a partir de esa delicadísima transición. En la que EEUU abandonó en la región su política de mano de hierro a través de las dictaduras militares, para pasar a la mano de seda de las democracias condicionadas con la deuda externa.
La transición requería en consecuencia que el nuevo régimen democrático no repudiara a la “deuda odiosa” generada por la dictadura. Lo que era posible conforme la doctrina al respecto, enunciada muchos años antes por el mismo EEUU. Y que además convalidara plenamente los actos administrativos, de quienes luego fueron reiteradamente condenados como criminales de lesa humanidad. Lo que se logró gracias a un subrepticio pacto petrolero radical, que el autor de este escrito supo de primera fuente. Y que astutamente fue disimulado con la simultánea denuncia por parte de Alfonsín, de la existencia de un pacto militar sindical.
De esa manera Alfonsín polarizó la elección contra el régimen militar, dejándolo pegado al Partido Justicialista con él. Pese que era un partido que había sido perseguido duramente por la dictadura. Y el único que había denunciado públicamente, con la firma de Deolindo Bittel y Herminio Iglesias, la violación a los derechos humanos en ocasión de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979.
Mientras que por su parte el radicalismo había sido el partido más afín a la dictadura militar, llevando incluso Alfonsín como presidente al cordobés Víctor Martínez, quién junto con Eduardo Angeloz habían concretado las expresiones más notables de ese contubernio. Por eso durante muchos años se pudo ver al ex Gral. Benjamín Menendez, actualmente condenado reiteradas veces a reclusión perpetua por crímenes de lesa humanidad, encaramado en los palcos de los actos oficiales del radicalismo cordobés.
Con dicho pacto petrolero militar, los magnates petroleros que detentaban la privatización periférica de YPF concretada por Martínez de Hoz, se comprometieron a financiar ampliamente la campaña de Raúl Alfonsín a la presidencia. A cambio de que al llegar al gobierno este convalidara esos contratos petroleros, y su generosa renegociación concretada en las postrimerías del gobierno militar. Que insidiosamente había sido autorizada a mediados de 1983, ad referéndum del próximo gobierno democrático.
Pacto que el gobierno de Alfonsín, con la intervención del secretario de Energía Conrado Storani “honró” con creces, dado que mejoró aun mas los términos de la renegociación, para alegría de los magnates petroleros, encabezados por los Bulgheroni. Que a partir de allí pasaron a ser cortesanos de su gobierno, como antes lo habían sido de los militares, y hoy los son del kirchnerismo.
De esa manera, además cumplir con los magnates petroleros, Alfonsín dio continuidad y convalidó los actos administrativos de la dictadura militar. Echándole al país a cuestas la enorme carga de la deuda externa, en directo beneficio de la gran banca internacional, y la geopolítica blanda de EEUU. Que como castigo fáustico, luego también derrumbó a su gobierno.
Con ese respaldo de recursos, los radicales llevaron adelante una campaña electoral impecable. Contando con el aporte de asesores psicosociales de alto vuelo, que sabían de las sensibilidades que había dejado abierta la sangrienta dictadura. Con costosísimos expertos en marketing como David Ratto y Gabriel Dreyfus, que inauguraron la era de “vender” a un político como un producto de consumo. Y con largometrajes incluidos, como el de “La República Perdida”. Encantando a la sociedad, que venía de una sangrienta represión y el miedo, entonando el rezo laico del Preámbulo de la Constitución. Y afirmando que “con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura… Más que una salida electoral, es una entrada a la vida“.
En el momento de la votación contaron además con una costosa y aceitada logística. No solo de catering y otros apoyos para sus fiscales de mesa, sino también con un sondeo permanente del resultado que se iba dando en la votación. Mediante el simple expediente de renovar el mazo de votos, y contar lo que había bajado, ante la inexistencia de bocas de urna. Y así en la siesta ya sabían que estaban ganando.
Contaron también a su favor con los garrafales errores de selección de candidatos y discurso en los que incurrió el peronismo. Llevados al extremo por el candidato a gobernador de Buenos Aires Herminio Iglesias, y su célebre quema del cajón con bandera radical en el cierre de la campaña, que fueron magnificados estentóreamente por los medios, con CLARIN y LA NACION a la cabeza.
Razón por la que muchos actualmente equiparan el resultado de la actual votación en primera vuelta, y la derrota del candidato a gobernador Aníbal Fernández, con el resultado de las elecciones de 1983. Pero sin vislumbrar el papel decisivo que entonces y ahora cumplieron los referidos medios. Que seguidamente se vieron beneficiados con la no investigación del affaire de Papel Prensa, al que se negaron rotundamente los radicales, y con la privatización de las radios estatales, con las que CLARIN comenzó a extender sus tentáculos mediaticos. Y a hacer escuela junto con LA NACION, de un periodismo de verbo agresivo e inflamado, o blondo y benevolente, según de quien se trate, y lo que mande el dueño del medio a través del editor.
El voto bronca 1989, Menem y el Consenso de Washington
Como un durísimo castigo faústico por el espurio pacto con que llegó a la presidencia, que implicó la aceptación de la deuda odiosa de la dictadura, en 1989 Alfonsín recibió la misma medicina de voto bronca que lo había encumbrado en 1983. Como consecuencia de la empecinada postura que asumió tardíamente, para tratar de reparar la defección en la que había incurrido en 1983, de lograr un arreglo blando de la deuda, por fuera del estrecho cartabón fijado por el Consenso de Washington. Consistente en la capitalización de la deuda mediante las privatizaciones a ultranza, y la financiarización de la economía, que seguidamente llevó adelante el presidente Menem que le sucedió.
En consecuencia sobre el final de su mandato, Alfonsín soportó una “tormenta perfecta”, en donde todos los astros parecieron alinearse premeditadamente en su contra. Comenzando por la crisis energética, provocado por su ministro de Obras Públicas Rodolfo Terragno, que discontinuó el mantenimiento de las usinas térmicas. En momentos en que se preveía climáticamente que iba a ver una baja hidraulicidad en las usinas hidráulicas. Lo cual con los “cortes programados” electricidad, enloqueció a los habitantes de las grandes urbes. Predisponiéndolos así para las privatizaciones a la rusa que vinieron después, habiendo sido ese ministro de Alfonsin un pionero en proponerlas.
Luego vino el ataque al cuartel de La Tablada, protagonizado por el opaco líder guerrillero Enrique Gorríaran Merlo. Que nadie sabe muy bien a quien sirve, porque también había sido protagonista del ataque al cuartel de Azul en 1974, que precipitó la caída del los gobernadores del peronismo de izquierda, comenzando por el de Buenos Aires, Oscar Bidegain, que era oriundo de Azul. Y en esta ocasión facilitó que trascartón el presidente Menem dictara los indultos a las cúpulas militares, volviendo para atrás la política de derechos humanos llevada adelante por Alfonsín.
Seguidamente por exigencia del candidato radical Eduardo Angeloz, el gobierno de Alfonsín dejo flotar al dólar, el que con prisa y sin pausa aumento 40 veces su valor en un año, pasando de 16 pesos a 655 pesos. Y a la par se registro un aumento de precios al consumidor de 8.165 %, o sea a una tasa del 1,2 %, no mensual, sino diaria. Y no obstante un cuarto de siglo después, como si ignorará olímpicamente la historia, el candidato Mauricio Macri propone hacer lo mismo.
Así el final catastrófico del gobierno de Alfonsín, fue a toda orquesta, debiendo anticipar en seis meses la entrega del mando, inmediatamente después de las elecciones que inútilmente había anticipado otro tanto, para tratar de que no se dieran en un escenario cada vez más adverso. Con los timbales de los medios con CLARIN y LA NACION retumbando a toda orquesta contra el gobierno que caía.
Que publicaban en tapa titulares catastróficos, que luego quedaron en la nada, como el afirmar que el 40 % del circulante era falso. Y en forma parecida a la actual, demonizando a la Coordinadora, la Cámpora de entonces. Los créditos de privilegio que sus integrantes habían obtenido del Banco Hipotecario. Los pollos radioactivos importados por el secretario de Comercio Ricardo Mazorin (que tenía como trasfondo oculto el haber molestado a los negocios de la multinacional Cargill), etc, etc.
Y como premio a esa faena mediática de demolición del gobierno de Alfonsín, el grupo CLARIN con su socio menor LA NACION, extendió aún más sus tentáculos, pasando a detentar primero los canales de aire. Y luego se lanzó al acaparamiento de los cables, teniendo como arpón para ello, el monopolio que había conseguido sobre la televisación del futbol. En el cual al televidente no abonado, le mostraba obscenamente solo las hinchadas de la tribuna, y no lo que sucedía en el campo de juego, como si se tratara de niños ante un chupetín.
El hombre del destino en ese momento, como parece serlo hoy Macri, fue un Carlos Menem. Disfrazado de gaucho, con patillas iguales a la del caudillo Chacho Peñaloza, que encantaba al votante prometiéndole la “revolución productiva y el salariazo”. Proponiendo además retomar las Malvinas a sangre y fuego. Y exhortando al electorado con el latiguillo, “Siganme, que no los voy a defraudar”.
Para luego en base a la legislación de emergencia y los plenos poderes, justificados por el caos y tierra arrasada dejada por la caída de Alfonsín, despacharse con la rifa a vil precio de de los bienes colectivos mediante las privatizaciones, conforme el canon del Consenso de Washinton de la capitalización de la deuda externa. Y con la convertibilidad uno a uno, a los efectos de asegurarles indefinidamente las ganancias a los inversores extranjeros capitalizadores de deuda.
Habiendo pactado previamente la paz con Londres, con la intervención de Domingo Cavallo como canciller. Y declarado inexistente toda hipótesis de conflicto, a la par que profundizaba el deterioro de las fuerzas armadas, con los recortes presupuestarios, y la eliminación del servicio militar obligatorio. Pese a enfrentar Argentina el conflicto geopolítico más extenso del mundo con la cuestión de Malvinas, siendo además un país semivacío en un mundo superpoblado, con las posibles consecuencias que ello puede deparar.
Menem dijo luego que si decía lo que iba a hacer, nadie lo hubiese votado. Una actitud parecida a la adoptada actualmente por el macrismo, que por consejo expréso de su gurú Durán Barba, no dice nada de lo que va hacer, porque si uno se complica con la explicación, se puede asustar al electorado.
Y así la Argentina, por el tipo de cambio bajo, entró en una segunda fase de desindustrialización, continuadora de la de Martínez de Hoz. Transformándose en una fábrica de pobres y marginados sociales, y en una adicta a la deuda externa. Ya que la convertibilidad por insuficiencia de la balanza comercial, y la extracción de utilidades por efecto de la extranjerización de su economía, era insostenible si no se la alimentaba financieramente con más deuda externa. Hasta que todo ese experimento irracional en contra de los genuinos intereses del país, voló por los aires con la catástrofe del 2001.
El voto bronca 1999, De la Rua, Cavallo, y la continuación de la convertibilidad
Esta otra ola de voto fobia, impulsada desde los medios con CLARIN a la cabeza, determinó la llegada del intendente de la ciudad de Buenos Aires Fernando de la Rúa, a la presidencia de la Nación, previo impedir un intento de tercera reelección por parte de Menem. Estuvo motivada por dos razones, una era la intención del peronismo encabezado por Eduardo Duhalde, de abandonar la penosa convertibilidad. Que era el estatuto de las inversiones extranjeras, y afectaba al grupo CLARIN, que tenía como socio nada menos que al mega banco de inversión Goldman Sachs.
La otra era el enfrentamiento que se había suscitado entre el grupo CLARIN y Menem, que determinó a este a impulsar otros grupos mediaticos con vistas a neutralizarlo. Apoyando en consecuencia al grupo Moneta, del banquero Raúl Moneta, accionista principal del grupo de medios CEI (Citicorp Equity Investments) que comenzó a amenazar los negocios de CLARIN.
Nuevamente el caballito de batalla para desencadenar el voto bronca fue la corrupción, en este caso menemista. Que tenía como uno de sus causas líderes, el contrabando de armas a Croacia y Ecuador, meneado hasta el paroxismo por CLARIN, de la misma manera que hace actualmente con los negociados de Amado Boudou. Aunado al compromiso asumido bobaliconamente por De la Rua, de sostener la convertibilidad a ultranza. Cuyo abandono era considerado por los periodistas “especializados” de CLARIN, con Marcelo Bonelli a la cabeza, como una idea demencial, propia de perturbados mentales. Respondiendo con el desprecio absoluto o el silencio absoluto, a quién se animaba a proponer esa medida.
Así triunfo electoralmente De la Rúa en el año 1999, enarbolando las banderas de emprolijar el modelo de convertibilidad, y luchar contra la corrupción. Pero la ilusión duró muy poco en esta ocasión, dado que lo primero que hizo De la Rua con la intervención del ministro de Economía José Luis Machinea, y su viceministro Miguel Bein, que hoy aconseja al candidato Daniel Scioli, fue lanzar un impuestazo contra la clase media que lo había votado.
Luego pese sus consignas anticorrupción, quedó enredado en el escándalo de los sobornos en el Senado, para lograr la sanción de la ley “Banelco” de Reforma Laboral, exigida por el FMI. Que hizo que apareciera como ministra de Trabajo de De la Rua, la actual diputada del PRO Patricia Bulrrich. Para finalmente incorporar a Domingo Cavallo como súper ministro de Economía, quien al servicio de la gran banca extranjera, inveteradamente involucrada en el affaire de la deuda externa, operó para que ella se desobligara del cuantioso seguro de liquidez por 7.000 millones de dólares pactado con el Banco Central, que este había costeado religiosamente. Y para que se quedara con los 20.000 millones de dólares de las reservas del sistema financiero propiedad de los ahorristas. Dejando a cambio en los bancos títulos basura que iban al default, precipitándose así el corralito bancario, y la catástrofe terminal del año 2001.
El voto bronca 2001, el voto no positivo tratando que las cosas sigan igual
Brevemente, la jugada de los grandes bancos norteamericanos para birlar las reservas del sistema financiero y la fuga de capitales, secaron financiaramente a la economía en el año 2001, profundizando sustancialmente la recesión que venía desde 1998. Ello generó un genuino sentimiento de bronca en la gente, ante la frustración de las expectativas que habían puesto en los partidos tradicionales. El peronismo, y el radicalismo, travestido en la “Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación”, que no había cumplido con nada de lo que había prometido.
La necesidad del sistema y también del grupo CLARIN, que había apostado a la presidencia de De la Rua y a la continuidad de la convertibilidad, era la de disipar ese voto bronca, de manera tal que no incidiera en términos de conducción política en las elecciones intermedias del año 2001. Para lo cual desembozadamente propiciaron el voto en blanco y el voto nulo de diversas maneras, como si se tratara de una forma muy ingeniosa y original de votar, no sea que se canalizara hacia otros partidos políticos que pudieran alterar la composición de los organismos legislativos.
De esa manera en esas elecciones los votos blancos y nulos en los más populosos distritos, como Capital Federal, Buenos Aires, y Santa Fe, pasaron a ser la primera o segunda fuerza electoral, claro que sin fuerza alguna para cambiar nada en el curso establecido. Así ese gran niño que se llama pueblo sufrió un nuevo engaño.
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Carlos Pellegrini Bevans Bright, era hijo de un saboyano y una inglesa, y en su adolescencia fue educado en Inglaterra bajo la tutela de su tío John Bright, quien se desempeñó varias veces como ministro en el gobierno inglés. Por eso Sarmiento decía que Pellegrini hablaba mal el español. Pero la reina Victoria en una entrevista personal que le concedió, quedó maravillada por la perfección con que hablaba inglés, y el profundo conocimiento que tenía de los intereses ingleses (no los argentinos) en Sudamérica. Con motivo de un viaje a Paraguay, escribió “30 años después”, donde decía:
“Hay fuerzas superiores que combinan los sucesos, que mueven a los hombres y las cosas, según su varia índole, en el inmenso tablero de la vida, y preparan para una hora dad las soluciones definitivas; y los hombres que se hallan en escena en ese momento, son los que generalmente asumen la responsabilidad o la gloria de acontecimientos, a cuyas causas superiores fueron ajenos… esa fuerza misteriosa y desconocida que se mezcla invisible a todos nuestros actos, y que, caprichosa o traviesa, adversa o amiga, contribuye secretamente a preparar los sucesos, a introducir elementos que deciden del resultado final, que abate o exalta a un hombre con una desgracia inmerecida o una gloria inconsciente….”
“No criticaremos, pues, la política exterior de nuestro país, en los tiempos que precedieron a la guerra: reconocemos cuales eran la exigencias de la opinión pública, que a veces, es la suma de opinión de todas las ignorancias; conocemos cual era la propaganda irreflexiva de la prensa, cuya funesta influencia, en muchos casos, ha dado ocasión a que un célebre académico francés la defina, parodiando a Esopo sobre la lengua: “Es lo mejor y lo peor que tiene la sociedad moderna”.
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